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Corre

La oscuridad que había envuelto todo a mi alrededor, tan pesada y opresiva, se desvaneció de manera abrupta. Los candelabros que colgaban en lo alto de las paredes se encendieron por sí solos, con llamas tan intensas que me cegaron por un momento. El contraste entre la penumbra y la repentina explosión de luz me dejó paralizada. Todo en ese castillo parecía tener vida propia, como si respondiera a algo mucho más antiguo y peligroso que yo.

Me llevé una mano a los ojos, parpadeando con fuerza para adaptarme a la brillante luz. Sentía cómo el calor de las llamas me rodeaba, pero el frío que me recorría el cuerpo no tenía nada que ver con el ambiente. Era un frío que se apoderaba de mi interior, un miedo visceral que crecía a medida que la situación se volvía más extraña. Algo iba terriblemente mal. Cuando mis ojos finalmente se acostumbraron, lo vi.

Sylus.

Estaba allí, sentado en el trono, con los ojos abiertos. No sé cuánto tiempo había pasado desde que quité la espada, pero lo que fuera que había hecho lo había despertado. Su piel, tan pálida como la nieve, estaba aún más impactante bajo la luz ardiente de los candelabros. La sangre manchaba su ropa, como una cicatriz imborrable en su cuerpo, un recordatorio del daño que había sufrido. No era solo su apariencia lo que me perturbaba. Era su aura, algo indescriptible, que emanaba de él como una fuerza invisible. No necesitaba moverse para intimidar; su mera presencia llenaba la sala, aplastando mi voluntad, reduciéndome a un ser insignificante en su sombra.

Sylus no dijo nada al principio. Sus ojos, fríos e implacables, se dirigieron hacia sus manos, observándolas con una mezcla de incredulidad y desconcierto. Era como si no pudiera creer lo que estaba sucediendo, como si se estuviera asegurando de que todo fuera real. Aquel momento de calma, esa pausa en la que simplemente miraba sus propias manos, hizo que mi corazón latiera aún más rápido.

El aire alrededor de nosotros se sentía cargado, como si algo se estuviera preparando para desatarse.

Entonces, su mirada cambió. Sus ojos dejaron de examinarse a sí mismo y se centraron en mí. Mi cuerpo se paralizó de puro terror. Su mirada era como una descarga eléctrica, congelante y penetrante. No necesitaba hablar para hacerme entender que sabía perfectamente lo que había hecho, lo que había provocado. No tenía forma de saber qué pensaba, pero la amenaza en su silencio era mucho más aterradora que cualquier palabra que pudiera haber pronunciado.

Se levantó del trono con una lentitud calculada. Su estatura, ahora que estaba de pie, era aún más imponente de lo que había imaginado. Era alto, y no solo alto, sino corpulento, con un porte que parecía hecho para intimidar. Cada uno de sus movimientos era medido, pero cargado de una fuerza que me hacía retroceder. No me atrevía a moverme. Mi cuerpo no respondía, atrapado por el miedo puro y abrumador que irradiaba de él.

Cuando Sylus comenzó a acercarse, no podía respirar. Parecía que el aire a mi alrededor se había vuelto denso, sofocante. A cada paso suyo, el suelo bajo mis pies temblaba ligeramente. Pensé que venía hacia mí, que quizá me atacaría o me diría algo. Pero estaba equivocada.

Sylus se inclinó, pero no hacia mí. No. Su verdadero interés estaba en la espada que aún sostenía entre mis manos temblorosas. Sin decir una palabra, me quitó la espada de manera casi casual, como si no fuera más que un objeto insignificante. Sentí un tirón repentino, como si una fuerza invisible me despojara de ella. La espada flotó en el aire, suspendida por el poder que emanaba de Sylus. No había duda de que era magia, pero no una magia cualquiera. Era oscura, antigua, una magia que provenía de un lugar más profundo de lo que podía entender.

Con un simple movimiento de su mano, la espada comenzó a agrietarse. Los fragmentos de metal se partieron en el aire, y en cuestión de segundos, la hoja se desmoronó por completo. Me cubrí la cara instintivamente, esperando que los fragmentos me cayeran encima, pero no ocurrió. El aire a mi alrededor pareció protegerme, aunque la sensación que me dejó fue aún más aterradora que cualquier fragmento afilado. El sonido que escuché cuando la espada se rompió no era el de un simple metal partiéndose. Fue un grito, un lamento profundo y desgarrador que resonó en el interior de mis oídos, como si la espada misma tuviera vida y supiera que acababa de ser destruida.

Cerré los ojos por un segundo, intentando recomponerme, pero mi cuerpo entero temblaba. Cuando abrí los ojos de nuevo, Sylus seguía allí, inmóvil, observándome. No había dicho una sola palabra desde que despertó, pero no necesitaba hacerlo. Su sola presencia transmitía un terror profundo, un poder que parecía desbordarse en cada esquina de la sala. El silencio entre nosotros era espeso, sofocante. No podía soportarlo más. Mi mente estaba gritando que debía huir, escapar de ese lugar antes de que fuera demasiado tarde.

Y entonces, lo hice.

Sin pensarlo dos veces, giré sobre mis talones y corrí. Corrí con todas mis fuerzas, con la desesperación de alguien que siente que su vida depende de ello. No miré hacia atrás. No necesitaba hacerlo para saber que Sylus seguía allí, observando cada uno de mis movimientos. Sentía su mirada clavada en mi espalda mientras me alejaba, pero no me importaba. Lo único que me importaba era salir de ese castillo.

La noche ya había caído cuando crucé las enormes puertas del castillo y llegué al pueblo de Taoris. Todo era aún más tenebroso bajo la luz de la luna. Las sombras se alargaban, creando formas siniestras en cada rincón. Mis pies golpeaban el suelo con fuerza mientras corría por las calles desiertas, buscando algún refugio, cualquier lugar donde pudiera esconderme. El aire frío de la noche me cortaba la piel, pero seguí adelante, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

Después de lo que pareció una eternidad, encontré una casa que aún parecía relativamente intacta. La puerta no estaba rota, aunque los vidrios de las ventanas estaban astillados. Entré sin dudarlo, cerrando la puerta detrás de mí con fuerza, como si eso pudiera mantener a raya al terror que había dejado atrás. Mis manos temblaban mientras buscaba algo que me diera una mínima sensación de seguridad. Recorrí el lugar con la mirada, esperando encontrar una cama o al menos un rincón donde pudiera acurrucarme y esperar a que la pesadilla terminara.

Pero incluso dentro de la casa, el miedo no me abandonaba. Estaba sola en un reino olvidado, en un lugar donde la muerte había reinado durante milenios. Y Sylus... él estaba despierto ahora.

El verdadero peligro acababa de comenzar y yo lo había liberado.

𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐋𝐄 𝐍𝐄𝐕𝐄𝐑 𝐅𝐀𝐋𝐋𝐒 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora