El viento en aquel mundo extraño parecía susurrar secretos antiguos, envolviendo a Johanna y Daniel en un silencio cargado de tensiones no dichas. Desde que habían comenzado su viaje hacia el Consejo de los Antiguos, Johanna no podía evitar notar algo distinto en la forma en que Daniel la miraba, una intensidad en su mirada que no había estado allí antes. Había algo más allá de la misión, más allá del destino compartido que los unía.
Mientras avanzaban por un sendero bordeado por árboles cuyas hojas brillaban como si estuvieran hechas de cristal, el aire entre ellos se volvía más denso, no solo por la magia del lugar, sino por algo más profundo. Johanna sentía su corazón acelerarse cada vez que sus brazos rozaban ligeramente, como si su cuerpo respondiera de forma instintiva a su cercanía.
—Todo esto es tan irreal —murmuró Johanna, observando los árboles—. Hace solo unos días, mi vida era completamente distinta.
Daniel, caminando a su lado, la observó con una sonrisa suave.
—Lo sé. Es mucho para procesar. Pero... estás aquí ahora. Y, por alguna razón, eso me da esperanza —dijo en voz baja.
Johanna lo miró de reojo, su pecho se apretó al escuchar esa palabra. "Esperanza". ¿En qué sentido? Había algo en la forma en que Daniel la miraba que la desarmaba, que le hacía sentir que sus palabras iban más allá de la simple misión que los unía.
—Tú también has cambiado —comentó ella, deteniéndose un segundo para enfrentarlo directamente—. Cuando te conocí, eras todo misterio y distancia, como si llevaras el peso de este mundo sobre tus hombros. Ahora... no sé, es como si fueras más cercano.
Daniel detuvo sus pasos al escucharla y se volvió hacia ella, sus ojos oscuros brillando con una emoción que Johanna no podía descifrar por completo. El viento jugueteaba con su cabello, haciéndolo parecer aún más vulnerable de lo que ella había imaginado.
—Tienes razón —dijo, acercándose un paso más—. Al principio, pensé que solo tenía que guiarte, protegerte... pero en estos días, todo ha cambiado. Tú has cambiado algo dentro de mí, Johanna. Desde que llegaste, siento cosas que no había permitido sentir en mucho tiempo.
Johanna sintió que su respiración se aceleraba. ¿Era posible que Daniel sintiera lo mismo que ella? Ese inexplicable vínculo que parecía crecer con cada paso que daban juntos, cada mirada que compartían. El espacio entre ellos parecía disminuir, y por primera vez desde que habían cruzado al otro mundo, Johanna no sentía miedo, sino una extraña mezcla de nerviosismo y emoción.
—Daniel... —comenzó a decir, pero las palabras se le atragantaron. No sabía cómo expresar lo que sentía, cómo poner en palabras el torbellino de emociones que la invadía cada vez que él estaba cerca.
Daniel levantó una mano lentamente, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romper el momento. Sus dedos rozaron con suavidad la mejilla de Johanna, y el simple toque envió una descarga eléctrica a través de su piel. Era un gesto tan tierno, tan íntimo, que el mundo a su alrededor pareció desvanecerse, dejándolos solos, atrapados en ese instante.
—No sé si esto es lo correcto —susurró Daniel, su voz llena de incertidumbre—. Pero hay algo en ti... algo que siempre he sentido, incluso antes de que nos encontráramos aquí. Es como si nuestras almas hubieran estado conectadas mucho antes de que tú y yo llegáramos a este punto.
Johanna cerró los ojos por un segundo, permitiendo que sus palabras la envolvieran. Era lo que había sentido desde el principio, desde aquel primer encuentro en el mundo real. Esa inexplicable atracción, esa sensación de que, de alguna manera, sus destinos siempre habían estado entrelazados.
—Yo también lo siento —murmuró ella, abriendo los ojos y encontrándose con su mirada.
Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Daniel inclinó su rostro ligeramente hacia el de ella, sus respiraciones se mezclaban, y Johanna no pudo evitar sentir el calor que irradiaba de él. Todo lo que habían vivido, todo lo que estaba en juego, parecía desvanecerse ante ese momento. La conexión entre ellos era más fuerte que cualquier magia, que cualquier destino.
Sin pensarlo, Johanna cerró la distancia que quedaba entre ellos. El beso fue suave al principio, casi como un roce tímido de sus labios, pero luego se volvió más profundo, más intenso, como si ambos hubieran estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Daniel la rodeó con sus brazos, acercándola más a él, y Johanna sintió que el mundo entero desaparecía. Solo existían ellos dos, sus corazones latiendo al unísono.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero ninguno de los dos dijo una palabra. El silencio que los envolvía no necesitaba explicaciones. Sabían que ese beso no cambiaría lo que estaba por venir, que todavía había una misión que cumplir, pero en ese instante, nada más importaba.
—No sé qué va a pasar después de esto —dijo Johanna en un susurro—, pero sé que no quiero enfrentar lo que viene sin ti a mi lado.
Daniel sonrió, y por primera vez, Johanna vio en su rostro una paz que antes no había estado ahí.
—No tendrás que hacerlo —respondió él—. Estaremos juntos en esto. Pase lo que pase.
El mundo seguía su curso a su alrededor, pero para Johanna y Daniel, aquel momento los marcaba de una forma que ninguna sombra podría borrar. Su conexión, ahora más fuerte que nunca, sería su luz en medio de la oscuridad que se avecinaba.
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dos mundos, un corazón.
Научная фантастикаEl libro "Dos mundos, un alma" es una cautivadora historia que sigue la vida de Johanna Marcus, una joven afroamericana, morena, delgada, con cuerpo de voleibolista. A través de su pasión por el voleibol, se cruza con Daniel Magno, un hombre mestizo...