Capítulo 7: Enfrentando los Miedos

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La atmósfera en las Ruinas de Arven era densa y misteriosa. Mientras caminaba junto a Daniel, Alessia y Rohan, Johanna sintió una mezcla de emoción y nerviosismo en su interior. Todo era nuevo y aterrador a la vez. Cada paso resonaba en el silencio de las ruinas, y las sombras danzaban alrededor de ellos, como si estuvieran vivas. Era un mundo que desafiaba su comprensión, pero había algo en su esencia que le decía que estaba donde debía estar.

—Recuerda, Johanna —dijo Daniel, rompiendo el silencio mientras sus miradas se encontraban—. El Consejo es poderoso, pero también complicado. Mantén tu mente abierta.

Johanna asintió, aunque sus pensamientos estaban en otro lugar. Se pasó una mano por el cabello, notando la textura rizada que siempre había sido parte de su identidad. En el mundo real, había enfrentado críticas y estereotipos, pero aquí, en este mundo mágico, sentía que su apariencia era solo un reflejo de su fortaleza interior.

—Esto es tu oportunidad de brillar —se repitió a sí misma en voz baja, como si necesitara convencer a su propia mente.

Mientras se acercaban a un gran arco, adornado con inscripciones antiguas, su mente se llenaba de dudas. ¿Quién era ella realmente? Había pasado toda su vida sintiendo que no encajaba, y ahora, de repente, era la elegida. Las expectativas pesaban sobre sus hombros, pero en su interior había una chispa de determinación. No podía permitir que las dudas la dominaran.

Las ruinas eran vastas y llenas de ecos de un pasado glorioso. Johanna sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no solo de miedo. Era como si las paredes susurraran su nombre, como si los ecos de las almas perdidas en este lugar la reconocieran. Por un instante, se sintió parte de algo más grande, algo que trascendía su vida anterior.

—¿Estás lista? —preguntó Alessia, interrumpiendo sus pensamientos.

Johanna se giró hacia ella, notando la seriedad en sus ojos. Alessia era hermosa, con su cabello plateado y su porte elegante, pero había una dureza en su mirada que hablaba de experiencias difíciles. La joven era un recordatorio de que este mundo podía ser tanto mágico como cruel.

—Sí —respondió Johanna, sintiendo cómo la confianza comenzaba a brotar en su interior—. Estoy lista.

Alessia le devolvió una mirada intensa y asintió. Rohan se adelantó y empujó las grandes puertas del arco, revelando una sala amplia y oscura. En el centro, una mesa de piedra estaba rodeada de figuras imponentes, ancianos de rasgos marcados y miradas penetrantes. El Consejo de los Antiguos. Johanna sintió que su corazón latía con fuerza mientras cruzaban el umbral.

—Johanna Marcus —dijo una voz grave, llamando su atención—. Ven y preséntate ante nosotros.

Un anciano de barba blanca y ojos azules intensos la observaba, como si pudiera ver a través de su alma. Johanna sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, y se obligó a avanzar con confianza. Había entrenado durante años en el voleibol, acostumbrada a estar en el centro de atención, pero esta era una situación completamente diferente. Su corazón palpitaba, pero no podía mostrar debilidad.

—Soy Johanna Marcus —dijo, tratando de que su voz sonara firme—. He venido a entender quién soy y qué puedo hacer por este mundo.

Un murmullo recorrió la mesa, y Johanna se sintió expuesta, como si cada miembro del Consejo la estuviera evaluando. A pesar de su miedo, se erguía con la postura que había perfeccionado en la cancha: segura, con una pizca de desafío.

—¿Y qué crees que puedes hacer? —preguntó el anciano con una ceja levantada—. Este mundo ha caído en la oscuridad, y no es algo que una sola persona pueda resolver.

Johanna sintió la presión en su pecho aumentar, pero en lugar de reprimirla, decidió usarla. Recordó cómo se sentía al recibir una bola que venía rápido en el juego, cómo su cuerpo respondía instintivamente, tomando decisiones al instante.

—Puede que no sea una solución por mí sola, pero estoy dispuesta a luchar. No voy a darme por vencida. Sé que tengo algo dentro de mí, algo que puedo usar para ayudar a restaurar lo que se ha perdido.

El anciano la miró con atención, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Sus palabras resonaron en el aire, y el Consejo guardó silencio, como si estuvieran sopesando la gravedad de lo que acababa de decir.

—El fuego de la determinación es admirable —dijo uno de los miembros del Consejo, una mujer de piel morena y cabello trenzado que parecía emanarle sabiduría—. Pero el desafío que enfrentas es mucho más grande de lo que imaginas. Deberás enfrentarte a tus propios miedos, así como a los de este mundo.

Johanna sintió un nudo formarse en su estómago. Había temores que había guardado durante años, miedos sobre no ser lo suficientemente buena, sobre no encajar. En su vida anterior, había sido la chica que siempre trataba de demostrar su valía, la que entrenaba duro para sobresalir en el voleibol. Pero este no era un juego, y su vida no estaba en la línea; el destino de dos mundos estaba en juego.

—¿Qué debo hacer? —preguntó, sintiendo que su voz se llenaba de determinación.

El anciano sonrió levemente, como si finalmente comenzara a ver en ella el potencial que habían estado esperando.

—Para demostrar tu valía, tendrás que enfrentarte a la prueba del Corazón de Arven. Solo aquellos que son dignos pueden acceder a su poder.

—¿Y si fracaso? —Johanna sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al pronunciar esas palabras.

—Entonces, tendrás que enfrentarte a las sombras de tu propio ser. Pero también podrás encontrar respuestas a preguntas que llevas dentro de ti —respondió el anciano.

Daniel se acercó a ella, colocándole una mano en el hombro, brindándole su apoyo. Esa pequeña conexión la llenó de valor. La idea de enfrentar sus propios miedos la asustaba, pero sabía que no podía dar marcha atrás. Había estado en la cima y en la parte más baja en su vida, y cada experiencia había moldeado a la persona que era ahora.

—Si hay algo que he aprendido en la cancha —dijo Johanna, mirando al Consejo con firmeza—, es que el miedo solo te detiene si dejas que lo haga. Estoy lista para enfrentar lo que venga.

Las miradas del Consejo se centraron en ella, y una sensación de respeto comenzó a llenar la sala. En ese momento, Johanna comprendió que había encontrado su lugar en este mundo. Era la elegida, sí, pero también era una guerrera. Un espíritu indomable que estaba dispuesta a luchar por lo que amaba, no solo por ella misma, sino por todos los que dependían de su valentía.

—Así sea —dijo el anciano, su voz resonando con poder—. Que comience tu viaje, Johanna Marcus. Que las sombras no te consuman.

Y mientras se preparaba para lo desconocido, Johanna sintió una ola de energía recorrer su cuerpo, una chispa de magia que despertaba dentro de ella. Estaba lista para enfrentar su destino, y aunque las sombras podían acechar, sabía que no estaba sola.

dos mundos, un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora