Capítulo 1: El Encuentro de Dos Mundos

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Johanna Marcus siempre había sentido que algo en su vida estaba incompleto, como si una pieza esencial de su existencia no encajara del todo. Vivía en una ciudad tranquila, rodeada de personas conocidas y una rutina que la envolvía como un manto cómodo, pero asfixiante. Los días eran iguales: el trabajo en la librería, las caminatas al atardecer, las conversaciones breves con su vecino anciano que siempre regaba sus plantas a la misma hora. Sin embargo, en su interior, una inquietud la empujaba a buscar más, algo que no podía explicar ni a sí misma.

Esa tarde, mientras cerraba la librería, el viento comenzó a soplar con fuerza, como si anunciara un cambio inminente. Las hojas caían en espirales desde los árboles, y Johanna sintió un escalofrío recorrer su espalda. Al girar la llave en la puerta, escuchó un suave murmullo, casi un susurro que la llamaba desde el fondo de la calle. Miró alrededor, pero no vio a nadie. A pesar de ello, una sensación extraña la llevó a seguir ese llamado.

Caminó por la avenida vacía, sus pasos resonando en la acera. Se detuvo frente a un antiguo edificio que nunca había notado antes, a pesar de pasar por allí todos los días. La fachada de piedra desgastada parecía ocultar secretos. "¿Cómo es posible que nunca lo haya visto?" se preguntó, sintiendo un tirón en su interior, como si una parte de ella perteneciera a ese lugar.

Empujada por una fuerza que no entendía, Johanna subió los escalones y abrió la puerta. El interior estaba bañado en una luz cálida, y el aire era denso, casi místico. Allí, en el centro de la habitación, un hombre estaba de pie, de espaldas a ella. Alto, de porte elegante, parecía ajeno a su presencia, como si estuviera inmerso en sus propios pensamientos.

—Perdón... —dijo Johanna, su voz apenas un susurro.

El hombre giró lentamente, sus ojos oscuros se encontraron con los de ella, y en ese instante, el mundo de Johanna cambió. Su corazón latió más rápido, como si algo en su alma lo reconociera. Era una sensación extraña, pero profundamente familiar. Su mirada, intensa y profunda, parecía atravesarla, como si pudiera ver más allá de lo que mostraba su apariencia.

—Daniel Magno —dijo él, esbozando una media sonrisa—. No sé cómo lo sé, pero creo que te estaba esperando.

Johanna sintió que su respiración se detenía por un momento. Aquel hombre, que irradiaba una mezcla de misterio y seguridad, no solo le resultaba familiar, sino que sentía que, de algún modo, lo había conocido toda su vida.

—¿Te estaba esperando? —preguntó ella, su mente llena de preguntas que no podía formular.

Daniel asintió suavemente, caminando hacia ella con pasos lentos y calculados.

—Nuestros caminos estaban destinados a cruzarse, Johanna Marcus. Dos mundos diferentes... pero una sola alma.

Johanna se quedó inmóvil, paralizada por esas palabras que resonaban en lo más profundo de su ser. Era como si una puerta invisible se hubiera abierto, revelando un destino del que ella no tenía control. Todo lo que había sentido hasta ahora, esa sensación de incompletud, de algo faltante en su vida, finalmente tenía sentido. Pero, al mismo tiempo, no tenía idea de lo que estaba a punto de enfrentar.

—¿De qué estás hablando? —preguntó ella, su voz temblando levemente—. ¿Cómo sabes mi nombre?

Daniel la observó en silencio por un momento antes de responder.

—Porque tú y yo estamos conectados. No en este mundo, pero en otro. Y ese lazo es más fuerte de lo que puedes imaginar.

Johanna retrocedió un paso, el corazón latiéndole con fuerza. ¿Un mundo diferente? ¿Conectados? Todo esto sonaba como una locura. Y sin embargo, en el fondo, algo en su alma le decía que él tenía razón.

—Te explicaré todo —dijo Daniel—, pero tienes que confiar en mí. Lo que vamos a descubrir juntos cambiará todo lo que crees saber sobre este mundo... y sobre ti misma.

Johanna lo miró, luchando entre la desconfianza y esa extraña sensación de familiaridad que la envolvía. El viento afuera azotaba las ventanas del viejo edificio, y el silencio que siguió a sus palabras dejó el ambiente cargado de tensión.

Sin embargo, en lo profundo de su ser, algo en ella despertaba.

dos mundos, un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora