Aventura ── Cillian Murphy

007. Mi debilidad era él

Londres | 05 de Junio
── Juliette Howard.

Otro día, mientras caminaba por el set, escuché mi nombre. — Juliette...— Esa voz inconfundible. No quería mirarlo, ni mucho menos hablar con él, así que aceleré mi paso.

— ¡Juliette, por favor!— Cillian seguía detrás de mí, su voz cada vez más cerca. Sentí el peso de su presencia justo detrás cuando me alcanzó, deteniéndome con una mano en mi brazo.

— Necesito hablar contigo —dijo, su mirada intensa.

— No hay nada de qué hablar, Cillian. Lo que pasó entre nosotros jamás debería haber ocurrido. Fue un error, y ambos debemos olvidarlo —espondí con dureza, aunque mi voz temblaba.

Él negó con la cabeza, su mandíbula apretada. — No puedo olvidarlo. No voy a hacerlo. Voy a dejar a Yvonne.

— ¿Dejarla? — dije, incrédula, soltando una risa amarga. — Eso es lo que todos los hombres casados dicen. Siempre prometen algo que nunca cumplen.

— Esto no es una promesa vacía, Juliette. Lo que siento por ti es real —respondió con convicción— Y sé que tú también lo sientes.

— No lo hago — mentí, pero mis palabras sonaban huecas. Intenté dar un paso atrás, pero él me detuvo, acercándose aún más.

Sin previo aviso, Cillian me jaló suavemente hacia él y me besó. Mis labios respondieron antes de que mi mente pudiera detenerlos. El calor de su cuerpo me envolvía, y todo lo demás dejó de importar por un instante. Me odiaba por no resistirme.

Cuando finalmente logré separarme, mis ojos estaban llenos de lágrimas — Esto no está bien, Cillian. No podemos hacer esto.

Él levantó una mano, con delicadeza, para secar mis lágrimas, su toque cálido contra mi piel. — No puedo estar lejos de ti, Juliette. Lo he intentado, pero no puedo.

Bajé la mirada, mi corazón dividido entre la culpa y el deseo — Esto nos va a destruir —susurré.

— No si lo hacemos bien. — Su voz era suave, pero decidida, como si hubiera ya tomado una decisión. — Dime que no sientes lo mismo, y te dejaré ir.

No pude decirlo.

Cillian sonrió, un brillo de triunfo iluminando sus ojos al ver que no podía decirle lo contrario. Sabía que había ganado esa pequeña batalla. Su mano se deslizó lentamente por mi cintura, atrayéndome aún más hacia él.

— Sabía que no lo dirías —susurró antes de inclinarse y besarme nuevamente. Esta vez fue más suave, más intencional, como si marcara un nuevo comienzo, aunque yo sabía que todo esto estaba mal.

Cuando nos separamos, su mirada se clavó en la mía, decidida. — Vamos a cenar esta noche.

Abrí la boca para protestar, pero él levantó una ceja con una sonrisa divertida. — Y no acepto un no por respuesta, Juliette. Si no estás lista, te llevaré como estés.