Freesias

93 10 0
                                    

Mientras el sol comenzaba a ponerse, Perth fue el primero en despertar. Se estiró brevemente, sintiendo sus músculos tensarse después de lo que parecía una eternidad de descanso. Giró la cabeza y sus ojos se posaron en el chico a su lado. Chimon dormía plácidamente, con los rayos del sol entrando por la ventana e iluminando su rostro en una luz suave que resaltaba sus facciones. Era una imagen tranquila.

Por un momento, casi inconsciente de sus actos, Perth se inclinó hacia él, su mano se alzó lentamente, queriendo acariciar su cabello. Pero justo cuando sus dedos rozaron el aire, se detuvo bruscamente.

—¿Qué mierda estoy haciendo? —murmuró, frustrado consigo mismo.

Sacudió la cabeza con fuerza, como queriendo despejarse de esos pensamientos extraños. Se pasó la mano por el cabello, nervioso, y se levantó rápidamente. Caminó hacia el baño en silencio, dejando que Chimon descansara un poco más.

Finalmente, después de un rato, Chimon despertó con la sorpresa de que Perth ya no estaba a su lado. Se frotó los ojos, aturdido, mientras el dulce aroma del desayuno se colaba en la habitación. Con un ligero suspiro, se levantó y decidió que lo mejor era prepararse para bajar.

Al descender las escaleras, se encontró con el abuelo y el padre de Perth ya sentados en la mesa, charlando sobre algo que parecía ser un viejo chisme del barrio. Sin embargo, su mirada se desvió rápidamente hacia la cocina, donde Perth estaba con su abuela, preparando café. La escena se sentía acogedora.

—Permítanme ayudar —dijo Chimon adentrándose a la cocina.

—Buenos días, dormilón —bromeó Perth, quien estaba tan cómodo en su entorno que le lanzó una sonrisa burlona, aunque no del todo despreocupada. Recibió un suave golpe en el hombro de su abuela como respuesta.

—No le hagas caso, cariño —intervino la abuela con dulzura—. Ven, ayúdanos con el jugo.

Tomándole suavemente la mano, la abuela guió a Chimon hacia la encimera, donde lo esperaba una montaña de naranjas junto al exprimidor.

—Oh... gracias — respondió Chimon, un poco nervioso al ver la enorme cantidad de frutas que tendría que exprimir.

Perth no pudo evitar soltar una risa al ver la expresión de Chimon.

—¿Así que un experto en jugos, eh? — bromeó, alzando una ceja —. ¿Qué te parece? ¿Vamos a hacer un jugo o un batido de frustración?

Chimon sonrió, aunque un atisbo de incomodidad aún lo envolvía.

—A lo mejor un jugo de autoaislamiento... —respondió, tratando de jugar junto a la broma mientras exprimía una naranja con más fuerza de la necesaria.

La abuela, que escuchaba la conversación, se dio cuenta de la ligera tensión entre los dos jóvenes y, en un intento por suavizar el ambiente, le lanzó una mirada severa a Perth.

—¡Perth! Deja de molestar a Chimon y ven a ayudarlo, en lugar de hacer chistes —le dijo, con un tono que escondía su cariño detrás de la reprimenda.

Perth se encogió de hombros, pero sabía que su abuela tenía razón. Se acercó a la encimera y tomó algunas naranjas.

—Tienes que admitir que mis chistes son de alta calidad —dijo Perth mientras comenzaba a exprimir otra naranja. Al terminar, cortó una nueva y le entregó la mitad a Chimon, con una sonrisa juguetona.

—¿Quieres que la exprima también? —preguntó Chimon, arqueando una ceja mientras tomaba la mitad de la fruta.

— No, — hizo una breve pausa con una sonrisa plena — ¡Ahora eres mi media naranja! —respondió Perth en tono de broma, levantando la otra mitad de la naranja que sostenía en su mano, como si fuera el gesto más natural del mundo.

El Lenguaje de las Flores || PerthChimon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora