CAPÍTULO 1. Una sorpresa de cumpleaños (Primera Parte)

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Hubiera sido un día cómo cualquier otro, pero no lo fue. Todo comenzó con esa inesperada visita, las incómodas conversaciones que le siguieron y todo lo que derivó después en la vida de Shiro que cambiaría para siempre no sólo su destino, sino el del mundo entero.

Se despertó temprano con los cantos de cumpleaños de su madre. Un desayuno cuidadosamente preparado: un plato de su cereal favorito y un poco de pitahaya para la buena digestión. Muy temprano ya había recibido algunos mensajes de amigos y familiares recordándole que no era un cumpleaños cualquiera. Había cumplido la mayoría de edad, y junto con los chistes habituales, venían también las inevitables advertencias sobre las responsabilidades que lo aguardaban al convertirse en un adulto, cómo una premonición de lo que estaba por venir.

Pero Shiro no pensaba en eso; lo único que tenía en mente era llegar a tiempo a la tienda de frutas de Mimi (que era cómo él le decía cariñosamente a su madre). La tienda no era más que un pequeño local en el centro de Fujinomiya, pero se enorgullecían de mantenerla en pie con esfuerzo y dedicación. Sus tareas ahí eran las mismas siempre: hacer los pedidos necesarios, organizar las frutas frescas, desechar las podridas, barrer un poco, atender a los clientes (con especial cuidado a la fiel señora Mei que siempre llegaba temprano por sus manzanas y naranjas); y, sí todo iba bien, estaría de vuelta a tiempo para ver los fuegos artificiales de celebración del Año Nuevo Chino.

Luego de tomar una ducha rápida y vestirse, bajó a la sala a despedirse de su madre. Pero ella estaba de pie, con una expresión seria en su rostro, además extrañamente acompañada por un hombre que irradiaba formalidad y solemnidad. Se presentó cómo Elijah Seiger, de Seiger & Co., un prestigioso bufete de abogados alemán que su padre había contratado hace años y con el que había mantenido negocios durante mucho tiempo.

Todo esto podría haber pasado desapercibido, como cualquier otra conversación intrascendente, si no fuera porque Shiro llevaba más de 12 años sin saber nada de su padre.

-Usted debe ser el señor Shiro Schwarzwald- dijo Seiger para romper el incómodo silencio que se generó. - Vengo de parte de su padre, quién nos dejó instrucciones precisas para entregarle a usted, justo el día de hoy, en su cumpleaños 18, una herencia que él tenía reservada para usted. Lo primero que pidió entregarle fue esta carta-.

Shiro estiró la mano y la recibió, pero no la abrió, simplemente la metió en su bolsillo trasero cómo si se tratara de un papel más. Eso decepcionó a Seiger, quién al parecer estaba ilusionado con saber su contenido, y también al parecer un poco a su madre quién sólo le lanzó una mirada de desaprobación.

-Sentémonos- se apresuró a sugerir Mushiko, la madre de Shiro. -No sé por qué presiento que esto tomará más tiempo de lo que queremos-.

Mientras tomaban asiento Seiger reposó en el medio un gran maletín. Lo abrió de par en par y empezó a extraer una gran cantidad de documentos esmerándose en ponerles un orden que al parecer sólo él conocía y entendía.

-Es usted un hombre afortunado señor Schwarzwald- empezó su discurso. - Su padre dejó a su disposición una gran cantidad de recursos para asegurar su futuro, primero ésta cuenta de banco a nombre suyo con un saldo bastante respetable.

Shiro y su madre creían estar viendo mal. Nunca habían visto tantos números en su vida.

-Quiere decir que habría podido disponer de todo esto sí mi padre hubiera decidido dejarme tener acceso desde antes? ¡Son casi 40 millones de yenes! -exclamó Shiro con un tono de euforia, mezclado con enojo.

-Su padre tenía todo organizado desde antes de que usted naciera joven Shiro- respondió sabiamente Sieger, pues esta respuesta calmó un poco el enojo de Shiro y la curiosidad de Mimi. - Tenga en cuenta que nosotros sólo estamos cumpliendo el trabajo por el que su padre nos ha contratado. Eso no es todo, además de la cuenta bancaria y el acceso a la herencia económica, su padre dejó a nuestro cuidado éste diario.

"Vaya que éste viejo abogado sabe cómo hacer las cosas", pensó Shiro, "primero me da una millonada y luego un montón de hojas viejas y arrugadas". Nuevamente tomó el diario, lo hojeó rápidamente y lo puso encima de la mesa ante la mirada expectante de los otros dos.

Lo que siguió fueron casi dos largas horas con la explicación de Sieger sobre los conceptos legales de su herencia, firmar cada documento dónde se dejaba constancia de la entrega, un vaso de agua para Sieger, una estrechada de manos final y así cómo había llegado con la solemnidad de una visita inoportuna se marchó, dejando a Shiro sólo con su madre, su nueva herencia recibida, y un montón de dudas y preguntas sobre su padre que ahora su madre no podría contestar con evasivas.

El Último Dragón: Los Secretos del FujiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora