Jeonghan quería que la tierra se lo tragara. Seungcheol respiraba tan profundo sobre su hombro mientras yacía a su lado. Su aroma inundaba sus fosas nasales; la suave colonia mezclada con el sudor picante. Era muy tarde. Lo había dejado sin opciones.
—Supongo que me ganaste en mi propio juego —dijo Jeonghan y se limpió el semen de su pecho y cuello.
—¿De qué hablas? —Cheol levantó su cabeza y se afirmó sobre su codo derecho en la cama.
—¿Eres tonto? Me he acostado con el homófobo más insoportable que he conocido. Le terminé dando la razón de que soy una puta. He tirado todo el profesionalismo y mis años de trabajo por un polvo. Nadie me tomará en serio después de esto.
—Hannie... —Cheol frunció el ceño. La inseguridad hizo temblar su voz.
—Mañana tu mánager tendrá mi renuncia. Tenías razón cuando me dijiste que eras el tipo de todos.
El rubio iba a ponerse de pie, pero Seungcheol lo jaló a la cama y pegó su torso a la espalda.
—¿Piensas abandonarme ahora? ¿Qué clase de médico eres?
—Uno muy irresponsable si tengo en cuenta lo que acabo de hacer.
Seungcheol movió su pelvis, buscando pegarse al rubio. La hombría entre sus nalgas acariciaba la sensible entrada, lista para una nueva sesión amatoria.
—Tú no vas a ir a ningún lado. No pienso aceptar tu renuncia, ¿quedó claro?
—Cheol, necesitas límites, algo que yo no podré ponerte luego de... tú me entiendes. Me convertiré en una nueva Nayeon. ¿Sabes qué? No estoy dispuesto.
—¿Disfrutaste lo que hicimos?
—¿En serio me estás preguntando eso? Creí que mis gemidos habían sido contundentes.
—¿Y no quieres repetir?
Sí, Jeonghan lo deseaba una y mil veces, pero la frontera entre el placer y el amor se volvía demasiado borrosa. Una vez más sería irreversible.
—Lo mejor es que me aparte, Cheol.
—¿Tengo que llenarte de nuevo para que dejes de hablar?
Y esa pregunta era música para los oídos pecadores de Jeonghan.
—No vas a callarme con esa amenaza.
Seungcheol chupó sobre el cuello y mordió el lóbulo de la oreja. Jeonghan se removía, intentando crear distancia. Nunca lo lograría por una sencilla razón: deseaba estar unido a ese cuerpo fibroso, beber de sus labios, disfrutar cada obscenidad que le propinara, e Seungcheol podía parecer tonto, pero conocía muy bien sus talentos, y el sexo estaba entre ellos.
De un solo empuje volvió a ingresar en él.
Jeonghan se sostuvo del posesivo brazo que lo rodeaba.
—No te estaba amenazando. —Salió casi por completo y movió sus caderas para buscar el punto justo. Luego volvió a embestir con toda su fuerza—. Te estaba advirtiendo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.