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-Hola, Nico, ¿cómo estás?

Nicolás Odetti le sonrió a Carre como si nada, sentándose frente a él con Matías en sus brazos. El niño sorbió por su nariz llena de mocos, mirándolo con ojos llorosos.

-Mati no ha mejorado mucho desde la última vez que nos vimos -dijo Nicolás con pena en su voz, -Ya me está poniendo nervioso, ¿y si empeora, Ro?

-Oye, tranquilo, Nico -trató de consolar Rodrigo, poniéndose de pie-. Vamos, Matías, ¿confías en el tío Rodri?

-Sí- lloriqueó Matías, dejando que Rodrigo lo tomara en brazos.

Silenciosamente, Rodrigo comenzó a revisar al niño con el ceño fruncido en concentración, preguntándole dónde era que le dolía más y consultándole también a Nicolás ciertas cosas. Luego de diez minutos examinando al menor, Carrera suspiró y le dijo a Nicolás que al parecer la amigdalitis de Matías derivó a una pequeña sinusitis bacteriana aguda.

-Tendrá que tomar antibióticos por una semana y media -le dijo a Nicolás, anotando los nombres de los remedios en la receta-, luego lo volveré a evaluar. Ya te vas a poner mejor, Mati, y podrás corretear en el parque.

Carre hizo amago de caminar hacia la puerta para abrirla, sin embargo, antes de poder hacerlo, Nicolás tomó su brazo deteniéndolo en el acto. Lo miró, con una ceja enarcada por la intriga, antes de sentir su garganta seca al notar los ojos suplicantes de Nicolás.

-Carru, um... -comenzó a decir Nico con timidez,- yo... te quería preguntar sobre lo que ocurrió con tu exesposo. Sé que no debo meterme, pero...

-Oh- Carre se removió, incómodo, mordiendo su labio inferior-. Bueno, Iván y yo... nos estamos dando una nueva oportunidad...

La mirada de Odetti pareció apagarse ante las palabras de Carrera y, sin saber por qué, se sintió algo culpable. Quería que Nicolás no se hiciera ilusiones con él, que no lo esperara, pero tampoco se sentía capaz de intervenir en su corazón de esa forma porque, por mucho que quisiera que Nico no lo mirara de esa forma, él no podía decidir por su amigo.

-¿Estás seguro? -levantó la vista ante el serio tono de Nicolás-. Vos dijiste que Iván ya no te amaba. Entonces, ¿estás seguro de que vale la pena darle una oportunidad a alguien que dejó de amarte?

Sabía que Nicolás no lo hacía con mala intención, que debía estar preocupado por él, que no quería verlo pasándola mal, eran, después de todo, las mismas palabras que Tomás y Juan le dijeron dos días atrás, pero eso no lo hacía más fácil.

Todo el mundo creía que Spreen no lo merecía, y puede que tuvieran razón, sin embargo, el mundo no se trataba de dar oportunidades a personas que realmente lo merezcan y quitárselas a quienes no valían la pena.

No, Spreen no merecía que estuviera haciendo esto por él, pero Rodrigo lo amaba con tanta fuerza, con tanta desesperación, sentía un amor tan inmenso con él, un apego tan enorme por ese hombre, que sentía que debía hacerlo.

Por él. Por Iván. Por esos ocho años que estuvieron juntos, como novios, casados, compartiendo días, semanas, meses; compartiendo sueños y anhelos; compartiendo risas y gritos y llantos. Por esos trece años que llevaban desde que se conocieron.

Y Spreen estaba poniendo de su parte, eso lo podía jurar por su vida, porque su marido lo estaba yendo a buscar todos los días, le preguntaba cómo le había ido, desayunaban y cenaban juntos, conversaban y no permitían que el silencio entre ellos se instalara. ¡Incluso salieron dos veces el fin de semana pasado! No sólo fueron al cine y luego a cenar, sino que el día domingo decidieron ir al zoológico a ver un show de pingüinos recién inaugurado, y si bien no se besaron, hubo un breve momento en el que ambos se quedaron observando en silencio, a punto de fundirse en un beso. Sin embargo, terminaron desviando la vista, avergonzados, como dos adolescentes tontos en su primera cita.

Apego | Rodrivan | Happybear Donde viven las historias. Descúbrelo ahora