𝓬𝓾𝓪𝓽𝓻𝓸.

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Las semanas se convirtieron en un ciclo interminable de días oscuros y noches inquietas para Satoru. Cada amanecer traía consigo el mismo vacío que sentía en su corazón; la ausencia de [T/N] se había convertido en un eco constante en su mente. Sin saber exactamente dónde estaba, su ansiedad se transformó en frustración, y esta, a su vez, en una actitud cada vez más arisca y antipática.

Los amigos y colegas lo notaron. La vitalidad que una vez lo caracterizaba se desvaneció, dejándolo con ojeras profundas que marcaban su rostro.

Su mirada, normalmente llena de humor y energía, ahora era opaca, como si la luz se hubiera extinguido. Durante las misiones, su habitual confianza fue reemplazada por una irritabilidad que incomodaba a sus compañeros. Ignoraba las bromas de Shoko y apenas respondía a los intentos de conversación de Megumi, Itadori y Nobara.

-Gojo, ¿estás bien? -le preguntó Nobara una tarde, mientras él intentaba concentrarse en un mapa de misiones. Ella frunció el ceño al notar que él no la miraba.

-¿Qué mierda te importa? -replicó con brusquedad, lo que provocó que ella se encogiera cohibida por la tosca y antipática respuesta. Era un comentario más frío de lo habitual, pero Satoru no tenía el corazón para suavizarlo. La presión de la angustia lo consumía, y no quería que nadie se acercara demasiado.

Los días pasaron y Satoru se dedicó a las misiones con una eficiencia mecánica. Pero incluso en medio del caos, la ausencia de [T/N] se sentía como una piedra en su pecho. Nadie en la escuela se atrevía a mencionarla, y él sabía que todos estaban al tanto de su paradero. Se sentía como un paria, como si sus amigos se hubieran vuelto cómplices de su dolor.

Una noche, mientras miraba el techo de su habitación, el recuerdo de su último encuentro lo golpeó con fuerza. La forma en que ella lo había mirado, la tristeza en sus ojos, y la forma en que había usado su dominio para mantenerlo alejado. Se preguntó si alguna vez podría hacerle frente y explicarle lo que realmente había sentido.

-¿Por qué no me dicen dónde está? -murmuró para sí mismo, el eco de su voz resonando en la soledad. Se pasó las manos por la cara, sintiéndose más cansado que nunca. Se levantó de la cama y comenzó a caminar, su mente llena de preguntas sin respuesta.

Una mañana, después de otra noche sin dormir, decidió que ya no podía soportar más. Se dirigió al despacho de Yaga, determinado a obtener respuestas. Cuando entró, la atmósfera en la sala era tensa, como si todos supieran algo que él no.

-¡Yaga! -exclamó, su voz llena de desesperación-. Dime dónde está [T/N]. He pasado semanas sin saber nada de ella. No puedo seguir así.

Yaga, con una expresión grave, lo miró desde detrás de su escritorio.

-No puedes seguir así. Te estás autodestruyendo. [T/N] necesita espacio, y tú necesitas reflexionar sobre lo que hiciste.

Satoru sintió que su corazón se encogía ante las palabras de su mentor. Las verdades que había eludido empezaron a manifestarse. Sabía que había fallado, pero no podía soportar la idea de que [T/N] estuviera sola, lejos de él.

-No puedo dejarla ir -dijo en un susurro, la tristeza ahogando su voz-. No puedo.

Yaga lo miró con compasión, pero no hubo piedad en su respuesta.

-Entonces, tienes que hacer algo al respecto. Pero eso significa que debes dejar de lado tu orgullo y enfrentar las consecuencias de tus acciones.

Satoru se quedó en silencio, sintiendo el peso de la verdad aplastarlo. Cada día que pasaba sin saber de ella se sentía como un castigo. Sabía que tenía que encontrar la manera de corregir sus errores, de luchar por ella, y de demostrar que, a pesar de su traición, su amor seguía intacto. Pero, por ahora, lo único que tenía era la tristeza que lo acompañaba y un futuro incierto, lleno de arrepentimiento.

𝐓𝐑𝐀𝐈𝐓𝐎𝐑 ; 𝐆𝐎𝐉𝐎 𝐒𝐀𝐓𝐎𝐑𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora