𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

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Agosto de 1998

La marca sigue ahí.
Mi piel alrededor está enrojecida, como si no hubiera pasado suficiente tiempo. A veces, siento que arde como si fuera nueva, como si quisiera recordarme constantemente quién fui. O más bien... ¿quién soy? La observo fijamente, trazando con mis ojos todo el contorno oscuro de aquella serpiente negra en mi brazo, sintiendo cómo la ansiedad se enrosca en todo mi pecho de la misma manera.

Las voces a mi alrededor son solo murmullos, un eco distante que no quiero escuchar.

— Lucius Malfoy, Narcissa Malfoy, Draco Malfoy...
Levanto la cabeza al escuchar nuestros nombres. El juez está hablando, pero me cuesta enfocar sus palabras.

Cada acusación es como un fuerte golpe, como si me clavaran un cuchillo más profundo en el alma con cada crimen que enumera:
Tortura.
Asesinato.
Conspiración.
Se siente irreal, como si todo esto fuera una pesadilla de la que no puedo despertar. Pero lo es. A mis dieciocho años, esta es mi realidad.

Mi madre, a mi derecha, apenas contiene el temblor en sus manos. Mi padre, rígido como una estatua, pero puedo ver la tensión en su mandíbula, en sus ojos que se niegan a parpadear. Yo... yo me siento atrapado. Como si cada palabra que pronuncian estuviera cerrando las puertas de una celda alrededor de nosotros. Azkaban. Esa palabra ha estado colgando en el aire desde que todo esto empezó, desde el momento en que el Señor Tenebroso cayó y nuestro mundo se desmoronó.

Me pregunto si realmente lo merezco. Si realmente merezco la vida que llevo. ¿Hubo algún momento en el que tomé mis propias decisiones? En realidad, sí. Yo estuve orgulloso de lo que hice en su momento. Me arrepentí demasiado tarde...

Los recuerdos de la mansión, de los gritos, de la muerte, del banco Gringotts, me golpean con fuerza. Perdí la cuenta de cuantas personas y criaturas mágicas vi caer sin vida frente a mis ojos.

El juez detalla una y otra vez nuestros crímenes. Habla de mi padre, de las atrocidades que cometió bajo las órdenes del Señor Tenebroso. De mi madre, de cómo protegió a su familia a cualquier costo. Y de mí... de un joven que fue arrastrado por su apellido, por una herencia que nunca quiso, pero de la que nunca pudo escapar, pero algo tengo muy claro: no soy una víctima.

— Azkaban es el único lugar para los Malfoy— dice finalmente.

Mi respiración se detiene, y por un segundo, todo es silencio. Siento mi corazón latir violentamente en mis oídos, como si quisiera huir de mi pecho.

Pero entonces, una voz se eleva por encima del resto. Una voz que reconozco de inmediato.

—¡Espere!

Harry Potter. No necesito mirarlo para saber que está ahí, pero lo hago de todas formas. Está de pie, con un rostro serio. Y a su lado se encuentran Ron Weasley y Hermione Granger, que igualmente imitan el porte serio de su amigo.

— Draco nos ayudó...— dice con firmeza, su voz clara en medio de esa sala cargada de oscuridad.— Él no nos delató cuando nos llevaron a la Mansión Malfoy. Si lo hubiera hecho, no estaríamos aquí.

El juez lo observa con una mezcla de sorpresa y desconfianza, pero sus ojos pronto se vuelven hacia mí.
— ¿Es cierto, señor Malfoy?
Su voz es dura, implacable. Siento todas las miradas en mí, el peso de toda esa sala sobre mis hombros.

Miro a Potter, luego a mis padres, y finalmente vuelvo a enfocar mis ojos en el juez. Me cuesta encontrar las palabras, pero finalmente, respondo.
— Sí. Es cierto.

— ¿Por qué razón no entregó al señor Potter?— preguntó el juez.

Me quedó en blanco. ¿Por qué no lo hice? No tengo idea. Tal vez fue porque estuve aterrado, aterrado de ver como unos chicos como yo fueran torturados y asesinados por mi culpa.
Empiezo a jugar con el anillo en mi dedo. Todas las miradas están sobre mí, incluyendo la de mis padres. Pero antes de que pudiera replicar, Potter habló de nuevo.

𝓛𝓮𝓪𝓿𝓮 𝓶𝓮 𝓑𝓮𝓯𝓸𝓻𝓮...- 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora