𝐂𝐀𝐏.𝟑

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Draco:

Me llevó solo un par de horas encontrar un lugar para poder vivir. O al menos hasta que vuelvan a dar conmigo y tenga que irme de este lugar.
Por esa misma razón no me molestó aceptar una cabaña que parece tener más años que mi tatarabuelo.

Ya dentro, paso la mirada por todos los rincones, evaluándola en silencio. Es bastante pequeña, pero me sirve para lo que necesito: mantenerme alejado de todo y todos por un tiempo.

A pesar de que estamos en verano, la casa se siente bastante fresca, agradable. La habitación solo tiene una cama tamaño matrimonial, un par de buros y un clóset, las sábanas parecen ser nuevas, cosa que agradezco internamente. Salgo para ir hacia la cocina y rápidamente noto una pequeña fuga en la llave del fregadero.

Suelto un suspiro, mientras saco mi varita y murmuro un:
Reparo— veo como la llave se ajusta de inmediato y el goteo se detiene.

Regreso a la pequeña sala de estar y me encuentro con aquel café casi intacto sobre la mesa. Me detengo, observando el líquido aún caliente y sin querer, su imagen vuelve a mi mente.
Esa chica... Willow.
Puedo verla con abrumadora claridad:
Su cabello rubio que cae en ondas suaves, enmarcando su rostro de rasgos delicados. Lo pequeña que parece ser cuando está frente a mí... y esa sonrisa. Carajo. Posiblemente es la sonrisa más bonita que he visto en mi vida, pero lo que más me intriga son sus ojos: la forma en la que me miro con ese par de ojos cafés.

Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos.
No entiendo por qué sigo pensando en ella desde que me la topé la otra noche en el callejón. Ni siquiera me había dado cuenta de que casi había sufrido desparticion al momento de desaparecerme a un lugar que no conocía.  Y mucho menos logró entender cómo es que, de tantos lugares, terminé entrando a la cafetería que ella atiende.
Es como si fuera un tipo de coincidencia absurda.

Tomando el vaso de café, con la intención de terminarlo, salgo por la puerta trasera de la cabaña y camino hasta el pequeño muelle que se extiende hacia el lago. El aire es fresco, y huele a pino y a tierra mojada. A mis pies, el agua se mueve en ondas leves y tranquilas, reflejando el sol que comienza a asomarse por las nubes, dejando pasar su luz. El silencio es abrumador, denso, como si el tiempo hubiera decidido detenerse aquí, en este pueblo.

Desde aquí, puedo ver las montañas a la distancia que rodean el lago como una muralla natural que protege este pueblo de cualquier cosa que se encuentra más allá. Y en cierta forma, eso es un alivio. Porque aquí nadie sabe quién soy ni lo que he hecho. Nadie pregunta más de lo suficiente ni esperan nada de mí.

Le doy un sorbo al café y observo alrededor, dándome cuenta de que este lugar es tan insignificante para el resto del mundo que casi parece no existir. Y es perfecto.

Me pregunto si estar aquí será suficiente para dejar todo atrás, aunque sea temporalmente. Me termino el café con un último sorbo, y entonces ella vuelve a mi mente sin permiso. Y en medio de se silencio absoluto, su recuerdo resuena más fuerte que cualquier cosa.

«¿Por qué no puedo sacarla de mi cabeza?»

De vuelta en la cabaña, me tomo el tiempo de sacar todas mis cosas de la mochila y organizarlas. Cuando ya he terminado, decido cambiarme de ropa y me coloco una camisa blanca. El verano en este lugar es cálido, aunque el aire junto al lago es fresco. Me pongo unos pantalones oscuros y un par de zapatos cómodos, nada ostentoso, solo algo para poder salir sin llamar la atención.
Con esa intención, salgo de la cabaña y empiezo a explorar.
El pueblo es pequeño y bastante sencillo; no hay mucho movimiento, y los pocos locales que veo están repartidos en las mismas dos calles principales.
Mi objetivo es claro: encontrar un sitio para comer, y pronto me doy cuenta de que no hay muchas opciones, algo que debería haber esperado.

𝓛𝓮𝓪𝓿𝓮 𝓶𝓮 𝓑𝓮𝓯𝓸𝓻𝓮...- 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora