Eran las 11:45 cuando Migue salió del yate y fue hacia el auto. Abrió la parte trasera, con sus pensamientos en otra parte. Buscó una bolsa y la sacó lentamente, observándola por unos segundos antes de regresar. Al verlo, Charles lo miró con curiosidad, sin decir palabra, pero con una sonrisa suave en los labios.
—¿Qué es eso? —preguntó finalmente, su voz cálida, intentando sonar casual.
Migue mantuvo su sonrisa, pero había algo en sus ojos, una mezcla de emociones que Charles no pudo identificar del todo.
—No sé, luego ábrelo cuando estés solo —dijo Migue, con una mirada que parecía contener un secreto más grande que la bolsa en sus manos.
Charles tomó la bolsa con una sonrisa curiosa, pero antes de que pudiera agregar algo, Migue lo miró fijamente, y su expresión cambió. Se acercó un paso más, invadiendo suavemente el espacio entre ambos.
—Es que... en tu presencia, todo brilla como el sol. Te quiero mucho, Charles. —La voz de Migue se quebró al final, como si cada palabra fuera una revelación que había guardado por demasiado tiempo.
Charles sonrió, sintiendo el peso de las palabras en su corazón. Sus ojos brillaban de emoción mientras se levantaba para abrazar a Migue. El abrazo fue largo, silencioso, como si ambos intentaran aferrarse a algo que no querían perder. Charles sintió cómo una lágrima se deslizaba por su mejilla, inesperada, y la secó rápidamente antes de que Migue pudiera verla.
—Espérame aquí, ya vuelvo —murmuró Charles, dándole una última sonrisa antes de desaparecer en el interior del yate.
Migue asintió y se sentó en el borde del yate, observando las suaves olas mecerse bajo la luz de la luna. La noche tenía una calma extraña, como si algo importante estuviera a punto de romperse. Justo en ese momento, su celular vibró en su bolsillo. Al mirar la pantalla, vio un número desconocido. Sin pensaRlo mucho, abrió el mensaje.
Lo que vio en la pantalla lo congeló. Era una foto, una imagen que lo rompió en mil pedazos. Su pecho se tensó, y el dolor fue inmediato. Las lágrimas surgieron sin control, nublando su vista mientras su mente intentaba procesar lo que estaba viendo.
Justo en ese momento, Charles regresó, radiante, hasta que vio el cambio en el rostro de Migue. La sonrisa de Charles desapareció en un instante, reemplazada por una preocupación profunda.
—¿Migue? ¿Qué pasó? —preguntó con urgencia, acercándose rápidamente para intentar consolarlo.
Pero Migue levantó una mano, deteniéndolo. Sus ojos, llenos de lágrimas, se encontraron con los de Charles, y en ellos había una furia contenida, una tristeza profunda que parecía haber esperado mucho tiempo para salir.
—No me toques. —La voz de Migue temblaba—. Creí en tus palabras, Charles. Te creí, pero... tus acciones no coinciden con lo que me dijiste. —Cada palabra era un golpe, directo al corazón de Charles.
—¿Qué pasó? No entiendo... —dijo Charles, desconcertado, sintiendo que algo enorme se desmoronaba ante él.
Migue le mostró la pantalla de su celular, una imagen que lo decía todo. Charles la observó, intentando comprender, al verla la sensación de pánico ya comenzaba a apoderarse de él.
—No cumpliste con tu promesa de establecer límites —dijo Migue con voz rota—. ¿Por qué? Te creí cuando me lo dijiste, pero ahora... ya no sé si lo creo.
Charles abrió la boca para hablar, pero Migue lo interrumpió, sus palabras saliendo con la desesperación de quien ha sido herido más de una vez.
—La última vez te dejé que me explicaras, Charles. Lo acepté. Quedamos en que pondrías límites. ¿Sabes qué? —Migue respiró hondo, como si juntar fuerzas para decir lo siguiente fuera lo más difícil que había hecho—. No me vuelvas a hablar nunca más en tu vida.
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Amor Velocidad Y Adrenalina
RomanceLa novela sigue a Migue, un apasionado joven argentino de 21 años cuya vida gira en torno a la Fórmula 1. Su entusiasmo por el automovilismo lo lleva a soñar con conocer a sus ídolos, pero nunca imagina que ese sueño se hará realidad. Un giro inespe...