Al amanecer, el departamento estaba envuelto en un ambiente fresco. Charles abrió los ojos lentamente, y lo primero que notó fue el profundo silencio que reinaba en la habitación. Todo estaba tan quieto que podía escuchar claramente el suave golpeteo de la lluvia afuera, persistente, como si hubiera estado cayendo toda la noche. El sonido era tranquilizador, una melodía suave que hacía que todo se sintiera más íntimo.
Sintió la calidez de Migue acurrucado contra su pecho y lo miró con un amor profundo, observando cómo aún dormía plácidamente, con su respiración lenta y regular, tan serena como la lluvia misma. Charles sonrió para sí, fascinado por lo relajado que se veía Migue, como si el peso del mundo hubiera desaparecido mientras dormía.
Lentamente, alcanzó su teléfono en la mesa cercana y miró la hora. Aún era muy temprano, apenas comenzaba el amanecer, pero el cielo seguía cubierto por densas nubes grises que filtraban la luz, envolviendo el exterior en una suave penumbra. Decidió que no había motivo para levantarse aún, no cuando este momento de paz y cercanía era todo lo que necesitaba.
Charles se acomodó de nuevo en el sofá, sin hacer el menor ruido ni moverse demasiado, para no despertar a Migue. Aunque sabía que probablemente no volvería a dormirse, no le importaba. El simple hecho de estar allí, compartiendo el calor de su abrazo, lo hacía sentir completo. La lluvia seguía cayendo en un ritmo constante, y Charles se dejó llevar por la sensación de paz que envolvía la habitación, escuchando los suaves latidos del corazón de Migue. En ese pequeño espacio, todo parecía perfecto, y Charles decidió que no había mejor lugar en el mundo que aquel, en ese momento.
Mientras Charles contemplaba la tranquilidad de Migue, acarició suavemente el cabello de Migue, en un gesto delicado que lo hizo sonreír en sueños. Migue se movió ligeramente y abrió los ojos, aún somnoliento. Al darse cuenta de su cercanía, sonrió con una pequeña sonrisa tímida.
—¿Cómo dormiste? —preguntó Charles en voz baja, sin querer romper la calma.
—Como nunca —respondió Migue, estirándose un poco pero sin querer separarse del pecho de Charles.
Se acurrucó más contra el pecho de Charles, disfrutando de la calidez y de la sensación de seguridad que le brindaba. Afuera, la lluvia creaba un ambiente perfecto para quedarse ahí, en ese pequeño refugio que habían creado entre ambos. Charles suspiró con suavidad, sabiendo que pronto tendrían que levantarse, pero disfrutando del momento. Le acarició la mejilla a Migue, quien lo miró con una sonrisa adormilada.
—¿Tienes hambre? —preguntó Charles, sin querer romper la calma.
Migue se estiró y, en lugar de quedarse quieto, se levantó del sofá con la manta aún enredada en su cuerpo.
—Vamos, te ayudo a hacer el desayuno —dijo con una sonrisa suave.
Sin decir más, ambos se dirigieron a la cocina. El departamento estaba en silencio, salvo por el golpeteo constante de la lluvia que seguía cayendo afuera. Las ventanas estaban empañadas, y el ambiente fresco que entraba por una pequeña abertura de la ventana hacía que el interior se sintiera aún más acogedor.
Charles comenzó a sacar los ingredientes de la nevera mientras Migue buscaba los utensilios. Cada vez que uno de ellos rozaba al otro mientras se movían por la cocina, sonreían y seguían con lo suyo, pero sin poder evitar mirarse. Cuando Charles batía los huevos, Migue lo observaba con una expresión de admiración y una sonrisa suave, disfrutando de la manera en que él se concentraba en los detalles. Luego, cuando Migue preparaba las rebanadas de pan para tostarlas, era Charles quien lo miraba con la misma atención, sonriendo para sí mismo.
—¿Te paso el queso? —preguntó Charles, y cuando Migue alargó la mano para recibirlo, sus dedos se rozaron apenas. Ambos se miraron un segundo, sonrieron, y continuaron con lo suyo.
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Amor Velocidad Y Adrenalina
RomanceLa novela sigue a Migue, un apasionado joven argentino de 21 años cuya vida gira en torno a la Fórmula 1. Su entusiasmo por el automovilismo lo lleva a soñar con conocer a sus ídolos, pero nunca imagina que ese sueño se hará realidad. Un giro inespe...