El Café De La Última Oportunidad: ¿Qué Pasará? (Cap. Final)

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Tres meses después, Charles seguía con su vida. Cada día se le veía feliz, irradiando una luz renovada mientras se preparaba para la inminente competencia. Su sonrisa era genuina, como si la normalidad hubiera vuelto a su vida, pero al caer la noche, una sombra caía sobre él.

Era una tradición para él regresar a la misma cafetería, ese lugar donde todo había comenzado. Se sentaba en la misma mesa junto a la ventana, desde donde podía observar cómo la vida continuaba fuera, ajena a su melancolía. Pedía su café habitual y una cena ligera, dejando que el aroma familiar lo envolviera. Al morder su comida, recordando los momentos compartidos junto a Migue en ese pequeño rincón de su mundo.

La cafetería se había convertido en su refugio, un espacio donde podía permitirse recordar y, al mismo tiempo, dejar que la nostalgia fluyera sin restricciones. A pesar del tiempo transcurrido, cada visita traía consigo una mezcla de calidez y dolor, como un eco persistente de lo que una vez fue.

Al terminar la cena, Charles se levantaba y se dirigía a la puerta, sintiendo cómo cada paso lo alejaba de esos recuerdos tan vívidos. Regresaba a su departamento y, como siempre, se dejaba caer sobre la cama, abrazando la almohada. Ese gesto se había vuelto un ritual, un intento de aferrarse a algo que nunca podría volver, aunque el tiempo siguiera avanzando.

Mientras se acomodaba para dormir, Charles cerraba los ojos, dejando que los recuerdos de Migue invadieran su mente. A pesar de los meses que habían pasado, el chico que se había robado su corazón seguía muy presente, como una sombra en su vida, recordándole que el amor, aunque doloroso, también podía ser hermoso. Con un suspiro, se dejaba llevar por el sueño, sintiendo que, de alguna manera, Migue siempre estaría con él, incluso en la soledad de la noche.

Por otro lado, Migue también había estado radiante en los últimos meses. La cercanía con su familia lo había ayudado a sanar, aunque el eco de su amor por Charles seguía resonando en su corazón. Sin embargo, había llegado el momento de despedirse, y el aeropuerto se convirtió en el escenario de su adiós.

El día de su partida, su familia lo acompañó al aeropuerto, llenando el ambiente de risas nerviosas y abrazos apretados. Su madre, con lágrimas en los ojos, le apretó las manos y le dijo: “Recuerda que siempre estamos contigo, Migue. Nunca olvides lo valioso que eres”. Su padre le dio un abrazo fuerte, como si intentara transferirle toda su fuerza. Sus hermanas, con una mezcla de broma y ternura, le recordaron que estaban a solo un mensaje de distancia.

Finalmente, llegó la hora de abordar el avión. Migue se despidió con una sonrisa forzada, sintiendo el peso de la despedida en su pecho. Una vez acomodado en su asiento, sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Lando: “Ya estoy en el avión. ¡Nos vemos pronto!” La espera hasta que despegara parecía eterna, pero finalmente el avión comenzó a rodar por la pista y, al elevarse en el aire, Migue sintió una mezcla de emoción y nostalgia.

Mientras observaba por la ventanilla cómo el paisaje se alejaba, su mirada se desvió a su muñeca. Al ver el reloj que Charles le había regalado, una sonrisa se dibujó en su rostro. Era un regalo especial, lleno de recuerdos y promesas. Hasta que la imagen de él besándose con Tessa se le vino a la mente.

Con un suspiro, Migue acarició el dije que llevaba colgado, una pequeña luna que representaba sus amor antes de todo lo que paso. “Es hora de seguir adelante”, se dijo a sí mismo, apretando el dije con fuerza. No podía dejar que el pasado lo atrapara; era momento de volar hacia un nuevo capítulo en su vida.

Así, mientras el avión surcaba los cielos, Migue tomó una profunda respiración, decidido a dejar atrás los recuerdos que le pesaban, y se dirigió rumbo a Mónaco, listo para enfrentar lo que el futuro le tenía reservado.

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