Montpellier

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*Arte por Swift_imaginarium*

―Claro, porque es de caballeros llevarte a lugares apartados para besuquearte y manosearte. No sabía que fueras tan fácil, Granger, o ¿solamente te gusta que los chicos mayores te toqueteen mientras estás borracha?

Sus palabras me alcanzaron como una bofetada. La crueldad en ellas me perforó el pecho. En el instante siguiente, mi mano ya se había estrellado contra su mejilla, sin pensarlo, sin contenerme. Había sido instintivo, como si mi cuerpo supiera exactamente cómo responder a sus palabras antes de que pudiera pensarlo mejor.

Otra vez.

Pero no tuve tiempo de procesar la furia que hervía dentro de mí porque en un movimiento brusco, sus manos me sujetaron con fuerza. Sentí el tirón de sus dedos en mis brazos mientras me arrastraba hacia un rincón entre dos estantes. Antes de darme cuenta, estaba atrapada entre la pared y su cuerpo, con su respiración caliente en mi rostro.

―Deja de golpearme ―gruñó, y aunque intenté apartarlo, mis manos, presionadas contra su abdomen, apenas lograban moverlo.

―¡Déjame en paz! ―espeté, con la voz entrecortada.

Pero en un instante, sus dedos sujetaron mis manos y las levantaron sobre mi cabeza, inmovilizándome. Sentí el calor de su palma envolviendo mis muñecas y su otra mano deslizarse hasta mi cadera, apretándome y quemándome a través de la tela. Fue entonces cuando me miró, y sin más, me besó.

El primer contacto fue como un choque de energía. Draco Malfoy me estaba besando, y mi primer instinto fue resistirme. Estando parcialmente restringida del uso de mis manos, lo empujé con el resto de mi cuerpo, rogando que fuera lo suficiente como para incrustarle mi rodilla entre sus piernas. Pero, al sentir que el lugar que quería golpear empezaba a endurecerse con la manera en que me estaba frotando contra él, me detuve, sintiendo que un calor en el centro de mi cuerpo empezaba a llamarlo, a necesitarlo. La fuerza con la que intentaba empujarlo comenzó a desvanecerse, y mi resistencia se fue desmoronando con cada segundo que sus labios devoraban los míos.

Mi cuerpo se debilitó bajo el peso de ese beso que no podía negar que había deseado, aunque solo fuera en algún rincón oscuro de mi mente.

Su mano se deslizó por mi costado, apenas rozando mi piel a través de la tela de mi camiseta, y un escalofrío me recorrió.  Noté cómo su mano liberaba la presión sobre mis muñecas, bajando ligeramente mis brazos, mientras su boca se deslizaba por mi mandíbula y su respiración pesada chocaba contra mi oído.

―Di mi nombre ―murmuró, su voz grave y cargada de un deseo que yo me moría por  responder desde lo más profundo de mí. Contuve un gemido, apretando mis labios y mordió el lóbulo de mi oreja, haciendo que mi interior se retorciera―. Di mi nombre, Granger―. Apenas podía pensar. Todo lo que podía sentir era calor, sus dedos en mi piel, su boca en mi cuello, su aliento, electrizando cada centímetro de mi cuerpo. Y entonces, volví a escuchar su voz, susurrante y peligrosa―. Sé una buena niña y di mi nombre―. Su lengua recorrió mi cuello, y la fuerza que aún me quedaba se evaporó. Sentí cómo el peso de su cuerpo sobre el mío, sus labios presionando, mordiendo suavemente mi piel, derribaba cualquier resistencia.

―Draco ―dejé escapar, mi voz apenas un susurro quebrado, al sentir sus dientes hundirse ligeramente en mi piel. No quería decirlo, pero no podía detenerme. Su nombre fue arrancado de mis labios, impulsado por un deseo que me aterrorizaba aceptar.

Y entonces, un sonido nos sacó de esa burbuja. La puerta de la biblioteca se cerró de golpe, y en esa fracción de segundo aproveché la distracción. Logré apartarme, soltándome de su agarre, y antes de que pudiera decir nada, ya estaba corriendo hacia la salida, con el pulso acelerado y mi mente hecha un caos.

14, 000, 605Donde viven las historias. Descúbrelo ahora