Capítulo 8

211 64 17
                                    

Recién adaptado.


MI MENTE RETUMBA DE PÁNICO.

Puto Pánico.

Y vuelvo a cerrar la puerta enseguida.

- Ah ¿Lauren? - La oigo decir desde el otro lado, pero estoy muy ocupada andando de aquí para allá en círculos como para contestar. Y ni siquiera estoy pensando, solo me está entrando el pánico, como un perro dando vueltas cuando entra en una habitación donde se han cambiado los muebles de lugar. Toda mi seguridad se ha esfumado, todos mis pensamientos contingentes normales, todo mi encanto y habilidad de solucionar problemas, se han ido a la mierda.

Todo lo que me queda es el deseo por Camila, y el saber que no debería, ah sí, y esta estúpida erección que se niega a ablandarse. En todo caso, mi cuerpo y mi polla están súper emocionados de que Camila esté aquí en persona.

- Lauren, yo sé que tu madre no te crió de esta manera. - Dice Camila a través de la puerta, divertida. - Déjame entrar, por favor, o le diré lo grosera que fuiste.

- Al igual que Alexander, Camila quedó exenta en cierto modo de la división Jáuregui-Cabello, no puedo poner la mano en el fuego de que no se lo vaya a contar a mamá, así que me doy la vuelta y abro de golpe la puerta antes de seguir pensándomelo.

Camila me dedica una sonrisa alegre y se cuela dentro de un empujón, dejando esa delicada esencia a rosas a su paso. Tengo que controlarme para no husmear el aire como un lobo cuando pasa por mi lado y se apoya en la parte trasera del sofá.

Recojo mi chaqueta arrugada del suelo y la sostengo delante de la bragueta, un movimiento bien trabajado durante de mi adolescencia.

Tienes treinta años, no trece, me recuerdo a mí misma. Actúa como tal, carajo.

Por suerte, Camila no parece darse cuenta de mi rara pose de la chaqueta. En cambio, parece entusiasmada con mi apartamento, mirando con ojos muy abiertos la estancia limpia y minimalista. Yo también miro a mi alrededor, como lo hace ella, suelos de hormigón pintados y ventanas gigantes, las largas, bajas líneas de los muebles, y siento una punzada de orgullo. Es un sitio bastante bonito, aunque no es más que un lugar conveniente donde dormir y ducharme antes de regresar de nuevo a conquistar el mundo.

- Bonito ¿Verdad? - Digo toda orgullosa y engreída, y ella me regresa la mirada con una ceja arqueada que hubiese hecho morir de envidia a cualquier actriz primeriza de

Hollywood de los años 30'.

- Ya sabes que lo es; No hace falta que yo te lo diga. - Dice. - Y en realidad

estaba pensando que es un poco triste.

- ¿Triste? ¿El ático de dos millones de dólares con una vista increíble?

- El ático de dos millones de dólares que parece una casa piloto. No hay fotos, ni libros, ni correspondencia encima de la mesa, nada personal. Me hace pensar que estás muy sola, en realidad. - Mierda, ahora me siento un poco solitaria. - De todos modos. - Dice irguiéndose. - No he venido hasta aquí para ver tu apartamento. He venido a hablar contigo. - Okay. Okay. Puedo hacerlo. Puedo hablar con ella, sólo hablar, sin besarla ni correrme accidentalmente en mis pantalones. Y esto es bueno de todas maneras: puedo explicarle lo de reemplazar el albergue y advertirle que se mantenga alejada de North. Funcionará, va a funcionar totalmente y esta conversación terminará sin que rompa la promesa que le hice a Alexander.

Le indico con un gesto que se siente, y le ofrezco algo de beber, oferta que ella acepta. Y es mientras estoy en la cocina sirviéndole un La Croix, tratando de colocarme en un ángulo desde el que ella no pueda ver la tremenda erección aún presionándome los pantalones, que le pregunto casualmente - ¿De qué es eso de lo que quieres hablar? E igual de casual ella responde.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: a day ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

EtéreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora