EXCEPTO QUE NO PUEDO PARAR DE PENSAR EN ELLA.
No puedo dejar de pensar en ella mientras Scarlett se arrodilla entre mis piernas y me hace sentir bien. No puedo dejar de pensar en ella mientras regreso a mi ático y lavo los platos que Aiden dejó en el fregadero. No puedo dejar de pensar en ella mientras me ducho y me quedo dormida, y luego al día siguiente al entrar a la oficina y después, cuando ayudo a mi mamá a salir del hospital. Y tampoco el día siguiente. Especialmente no dejo de pensar en ella al sentarme en el cuarto de infusión de mi madre y leerle en voz alta la novela más reciente de la Saga Wakefield: En brazos del Duque deshonrado.
- ''¿Y qué hay de mi dote?'' - Leo. - ''¿Supongo que eso no significa nada para ti?''
- ''No ha significado nada desde la primera vez que me fijé en ti.'' - Continúo, adoptando el barítono grave del duque deshonrado. O al menos, el barítono grave que asumo que un duque deshonrado tendría.
- ''¿Qué día fue ése, su excelencia?'' - Digo en el tono de voz de la joven Eleanor Wakefield.
- ''¿El día en que nací y mi padre me prometió a ti para librarse de las deudas con tu familia? ¿O la noche que me vio como una mujer adulta en mi presentación a la sociedad?'',
''¿Supongo que no me creerías si te digo que ambos?'' - Digo como si fuera el duque.
- Está mintiendo.
- Dice la enfermera oncóloga. - No la veía como nada más que como una mina de oro hasta la fiesta en el Almack.
- No, no. - Dice Emmett desde la butaca reclinable junto a mamá. Se ajusta la manta alrededor de las piernas y levanta un dedo pálido y protuberante para enfatizar sus ásperas palabras. - Sus sentimientos hacia ella siempre fueron complicados, porque aquí tiene a la chica que le fue prometida, pero ella era muy joven para hacer nada que no fuese ignorarla durante muchos años. Pero luego, él pierde todo y la vuelve a encontrar en la misma semana...
- Yo pienso que él siempre sintió que podría amarla, aparte del dinero, - Interrumpe mi mamá, moviendo su botella de Mountain Dew. - Pero no quería follársela hasta el día de la fiesta.
- Mamá.
- ¿Qué? Es la verdad.
- Ya sé que es verdad, pero... - Hago un gesto con la mano por la habitación donde las diez personas más o menos que hay dentro son de la edad de mi madre o mayores que ella. - Estamos en público. Y ya sabes... - Bajo la voz hasta convertirla en un suspiro discreto.
- ... Los ancianos.
- Hija, luché en Vietnam. - Ruge Emmett. - ¿Crees que no he escuchado la
palabra follar antes?
- Está en el libro - Añade la enfermera. - Creo que incluso el duque dice algo como, "quiero follarla aquí en el balcón, al carajo la dote".
- Lauren, mírame. - Dice mi madre, y miro a Carolyn Jáuregui. Su boca un poco demasiado ancha y sus hoyuelos... Como los tenemos mis hermanos y yo. Las suaves líneas de su rostro, casi sin arrugas, rendidas sobrenaturalmente y de extraña apariencia por la ausencia de cejas y pestañas. A la bufanda de seda envuelta en lo que antes solía ser una abundante melena color castaño y ahora sólo es piel.
- ¿Sí, mamá?
Ella ladea la cabeza y pronuncia muy deliberadamente - Follar, follar, follar, follar, follar...
Pongo la cara entre mis manos y murmuro - Ay Dios míoooo.
- Continúa leyendo, hija, no tengo todo el día. - Dice Emmett, y Rosalie al otro lado de mamá, concuerda con él con un gruñido, aunque me consta que siempre se echa la siesta durante La hora del cuento de Lauren Jáuregui.