Capítulo 5

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Les dejo capítulo 5 y más tarde subo el 6 así que denles amor porfa.



- ¿Mary?- Digo totalmente estupefacta.

Lleva una camisa blanca y un jumper negro, un rosario colgado del cinturón y una cruz en el cuello, nada que ver con el vestido rojo que llevaba puesto la noche anterior, pero aún es la misma. La misma boca hipnotizante, con el labio inferior carnoso sobresaliendo por encima del arquito del superior. Los mismos ojos color chocolate.

Es ella. Es ella, inmediatamente recuerdo su tacto cuando estaba en mis brazos, el roce cauteloso de sus dedos en mi nuca, la textura sedosa de sus tentadores labios bajo la punta de mis dedos. Mi cuerpo reacciona al instante, la polla se me alza perezosamente y se hace más gruesa bajo la cremallera, me paso la lengua por el borde de los dientes de la parte superior.

- ¿Mary? - Digo de nuevo, mi voz ha cambiado, lo suficiente para hacer que se muerda el labio y para darle ese color rosado a sus mejillas.

Ella traga saliva y me mira a los ojos. - Lauren - Susurra.

- Este era el trabajo del que no me querías hablar.

- Sí.

- Eres monja.

Ella deja escapar un soplo de aire. - Bueno, soy postulante. Y esta orden es semi apostólica, así que hermana es más correcto que monja. Normalmente usamos la palabra monja para referirnos a una persona que está en una orden meditativa.

Parpadeo durante unos segundos, queriendo que las palabras que acaba de decir cobren sentido en mi cabeza. Pero se quedan ahí flotando en mi cerebro... Divorciadas de todo contexto y significado. - Entonces... ¿No eres monja?

Me da una rápida sonrisa. - No soy una hermana todavía. Aún tengo que ser postulante durante otro mes antes de entrar en la etapa de novicia.

- Y luego, ¿Te harás monja?

- Luego, seré novicia durante dos años.

- ¿Y luego?

La sonrisa se convierte en carcajada. - Luego tomaré los votos de manera temporal. Si todavía quiero tomar los votos permanentes después de tres años, entonces seré una hermana de la orden por completo.

- Dios santo.

Vuelve a reírse. - Bueno, sí. Él es el quid de la cuestión.

Echo un vistazo con muy poca discreción a la triste sala de espera, regresando a la interesante mujer de la ventanilla que tengo frente a mí. Hasta con el uniforme de postulante, incluso con la diadema blanca apartando los rizos de su rostro, se ve impresionante. De hecho, la austeridad del ambiente y de su ropa, la hace verse más hermosa que la noche anterior. Mi polla palpita de manera insistente, recordándome que aún no tuve oportunidad de besarla, que aún no pude poner su pierna sobre mi hombro y saborearla.

Y nunca podrás hacerlo, Jáuregui .Es una puñetera monja.

- ¿Por qué? - Pregunto, tratando de comprenderlo. Porque, ¿Por qué iba alguien a elegir esto? ¿Sillas de plástico viejas, rutinas aburridas y una vida sin sexo? Una vida sin sexo. ¿Para qué? ¿Por el dudoso placer de ponerte un hábito? - Podrías hacer cualquier cosa. Eres tan joven, Mary. Eres lista. Estás en la universidad. ¿Por qué echar todo eso a la basura?

Su sonrisa deslumbrante se apaga como una vela. Aparta la mirada. - No espero que alguien como tú lo entienda.

- Por supuesto que no lo entiendo.

- Comienzo a sentirme verdaderamente irritada.

No, no irritada.

Molesta.

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