6. La Prueba de una Nueva Prisión

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Capítulo 6: La Prueba de una Nueva Prisión

Los últimos días en la mansión habían sido un verdadero tormento. Kalen estaba más irritable de lo normal, y su ira parecía impregnar cada rincón, haciéndolo todo más oscuro y opresivo. Los subordinados sabían que un estallido era inminente, y Ángel lo sentía en la piel cada vez que Kalen entraba en la habitación con ese brillo frío y cruel en los ojos.

Las molestias físicas tampoco le daban tregua. Había estado sintiéndose mal desde hacía días: el constante mareo, las náuseas que le provocaban arcadas al menor movimiento, y un cansancio profundo que lo mantenía adormilado, como si su cuerpo no fuera suyo. Trató de ignorar esos síntomas, esperando que se desvanecieran, pero cada vez se volvían más intensos. Apenas podía comer sin que el malestar le provocara ganas de vomitar, y el agotamiento era tal que dormía horas y horas, solo para despertarse igual de cansado.

Esa noche, Kalen entró en la habitación con pasos decididos. Ángel, al verlo, intentó controlar el mareo que amenazaba con superarlo. Pero Kalen no parecía notar su estado; o, si lo notaba, no le importaba. Sin preámbulos, se acercó y lo agarró del brazo con fuerza, empujándolo contra la pared. Ángel sintió el dolor intenso del agarre, pero apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Kalen empezara a hablar, su voz baja y cargada de resentimiento.

—¿Y bien? —espetó, sin siquiera mirarlo a los ojos—. ¿Tienes algo que decirme?

Ángel, sin fuerzas para enfrentarlo, intentó suavizar su tono, esperando apelar a algo de comprensión, aunque sabía que eso era inútil. Lo miró con una mezcla de súplica y resignación.

—Solo… quiero salir un momento, Kalen —dijo, su voz temblorosa—. No puedo seguir aquí encerrado todo el tiempo. No tengo a dónde ir, no tengo a nadie, no tengo… no tengo un lugar al cual escapar. Solo necesito respirar.

Las palabras salieron de su boca casi en un susurro, llenas de desesperación. Kalen lo observó en silencio durante unos segundos, sus ojos entrecerrados, como si evaluara cada palabra. Finalmente, soltó una carcajada amarga, su rostro distorsionándose en una mueca de burla.

—¿Salir? —repitió, fingiendo sorpresa—. ¿Y qué harías, Ángel? Eres un Omega. Lo más probable es que abras las piernas al primer idiota que te sonría en la calle.

El comentario fue como un golpe, y Ángel bajó la mirada, sintiendo que la vergüenza lo consumía. No había nada que pudiera decir. Sabía que, para Kalen, él no era más que eso, alguien fácil de dominar, una posesión sin valor alguno.

Kalen soltó su brazo, y Ángel se dejó caer en el suelo, sosteniendo su muñeca adolorida mientras trataba de contener las lágrimas. Pero Kalen no había terminado. Caminó hacia el escritorio, tomó algo de un cajón y lo lanzó en su dirección. Ángel miró el objeto y reconoció una prueba de embarazo.

—Hazlo —ordenó Kalen, su tono irónico y cruel—. Quiero asegurarme de que no me ocultas nada. ¿Quién sabe? Tal vez me des una razón para mantenerte aquí por mucho tiempo más.

Ángel se quedó en silencio, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que no tenía opción. Tomó la prueba y se encerró en el baño, sus manos temblorosas mientras realizaba el procedimiento. Los minutos pasaban, y cada segundo se sentía como una eternidad. Cuando el resultado apareció, las dos líneas marcadas lo dejaron sin aliento. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras sostenía la prueba, y una sensación de opresión se apoderó de su pecho.

Un hijo… estaba esperando un hijo de Kalen.

Por un momento, la desesperación lo sobrecogió. No podía tener una vida bajo estas circunstancias, no con un futuro que parecía tan sombrío y controlado. Y, sin embargo, sabía que no había escapatoria. Un hijo significaría una cadena aún más fuerte, un vínculo irrompible con el hombre que lo mantenía cautivo.

Kalen golpeó la puerta del baño, impaciente.

—¿Ángel? ¿Piensas quedarte ahí todo el día?

A regañadientes, Ángel abrió la puerta, sosteniendo la prueba con manos temblorosas. Kalen se la arrebató sin ceremonia, y al ver el resultado, su rostro se iluminó con una mezcla de satisfacción y orgullo.

—Así que es cierto —susurró, casi para sí mismo, con una sonrisa oscura—. Tendré un hijo, alguien digno de mí, un alfa fuerte.

Sin esperar una reacción de Ángel, salió de la habitación con una sonrisa triunfante, y sus subordinados no tardaron en enterarse de la noticia. Pronto, toda la mansión se llenó de murmuraciones y celebraciones, mientras los hombres corrían a felicitar a Kalen.

La emoción en el ambiente era palpable, y varios subordinados, al ver a Ángel, lo rodearon con entusiasmo. Uno de ellos, un hombre alto y corpulento, se inclinó y besó la mano de Ángel con una sonrisa de satisfacción.

—Felicidades, Ángel —dijo con tono reverente—. Has traído una bendición a esta casa.

Ángel, sin embargo, no sentía más que angustia y miedo. Su cuerpo, débil y cansado, temblaba al recibir tantas muestras de "cariño" no deseado. La idea de tener un hijo en esas circunstancias le parecía insoportable, y cada felicitación solo aumentaba el peso en su pecho.

Kalen apareció nuevamente, orgulloso y sonriente, tomando a Ángel por los hombros con posesión, como si fuera su trofeo personal.

—Este hijo será nuestro futuro —anunció Kalen, mirándolo con una expresión de triunfo—. Y tú, Ángel, eres parte de eso. Eres mío, y lo serás más que nunca.

Los subordinados celebraron con entusiasmo, lanzando vítores y brindando por el futuro heredero. Algunos de ellos se acercaron a Ángel, y entre risas y abrazos le lanzaban palabras de ánimo y felicitaciones. Uno incluso se arrodilló, besándole la mano en un gesto que pretendía ser reverente.

—Felicidades, Ángel. Nos has dado una razón para luchar con aún más fuerza.

Pero Ángel apenas podía soportar sus palabras. La opresión en su pecho era tal que apenas lograba mantenerse de pie. Quería gritar, quería llorar, pero sabía que estaba atrapado, que no había escapatoria de esta prisión, y ahora menos que nunca.

Kalen se inclinó hacia él y susurró en su oído, sus palabras llenas de una cruel satisfacción.

—Ahora eres mío, completamente. Ni siquiera pienses en escapar.

Sangre bajo el Crepúsculo (omegaverse Bl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora