5. La Desconexión

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Capítulo 5: La Desconexión

El tiempo se había convertido en un concepto abstracto para Ángel. Los días, semanas y meses parecían mezclarse en un interminable ciclo de dolor y sumisión. La monotonía de su vida ahora estaba teñida de un sufrimiento inhumano, y la esperanza y la alegría eran apenas un recuerdo lejano. Desde aquella primera vez que un alfa lo había tomado por la fuerza, algo dentro de él se había roto irreparablemente.

Esa noche, mientras miraba con tristeza una fotografía de su madre, escuchó el sonido de las botas de Kalen acercándose por el pasillo. Cada paso resonaba como un presagio de algo terrible, cada vez más cerca, hasta que finalmente la puerta se abrió y allí estaba él, con una mirada de satisfacción predatoria. Kalen lo miraba con ese brillo oscuro en los ojos, como un cazador que finalmente encuentra su presa indefensa.

Ángel temblaba, apretando la fotografía contra su pecho, tratando de aferrarse a esa pequeña llama de amor y consuelo que le recordaba que, alguna vez, fue querido. Pero no había escape. Sabía que cualquier intento de resistirse solo empeoraría las cosas.

Kalen lo miró con una sonrisa cínica mientras se acercaba lentamente, su presencia imponente llenando la habitación y robándole el aliento. Cuando sus dedos recorrieron la piel desnuda y temblorosa de Ángel, el omega intentó contener las lágrimas, pero era inútil; el miedo y el asco lo consumían.

—S-se lo suplico... no lo haga... —susurró Ángel con voz entrecortada, las palabras apenas saliendo de sus labios.

Kalen solo se burló de él, disfrutando de cada expresión de terror que cruzaba el rostro del chico. No había compasión en su mirada, solo un deseo sádico por quebrarlo. Ignoró las súplicas de Ángel, acercándose hasta que su aliento caliente chocó contra la piel pálida y expuesta del omega. Era una escena de poder, de dominio absoluto, y Kalen disfrutaba de cada segundo.

—¿Sabes? Me encanta verte así... tan sumiso, tan… mío. —La voz de Kalen era un susurro cruel, como un veneno que se filtraba directamente en su mente.

Sin opción, Ángel intentó desconectarse. Dejó que su mente vagara lejos de su cuerpo, buscando refugio en sus recuerdos, en los momentos de paz que alguna vez tuvo. Pero incluso esos recuerdos comenzaban a perderse, como si el dolor y la brutalidad estuvieran reemplazándolos con una sombra negra y fría.

El alfa arremetió contra él sin piedad, ignorando los quejidos de Ángel y sus intentos desesperados de soportar el dolor.

—...augh— Cada embestida era una prueba de resistencia para el joven omega, que apenas podía respirar. —A-a-h...—Su cuerpo estaba ahí, pero su espíritu se desvanecía, refugiándose en un rincón oscuro y distante de su mente, donde el sufrimiento no podía alcanzarlo.

Cuando finalmente terminó, Kalen lo soltó con brusquedad, sin una pizca de afecto o consideración. Se levantó y, mientras se vestía, le lanzó una mirada fría.

—Sonríe, Angelito. Eres mío, no olvides eso.

El tono cínico en su voz fue la última herida que le dejó antes de marcharse, dejándolo solo y roto. Ángel apenas tenía fuerzas para moverse. Solo alcanzó a buscar la fotografía de su madre, aferrándola con manos temblorosas, mientras las lágrimas rodaban silenciosas por su rostro.

Más tarde, desde la ventana de su habitación, Ángel podía escuchar las voces de los subordinados de Kalen en el patio. Se habían reunido en grupo y hablaban en voz baja, aunque sus palabras llegaban con claridad hasta él.

—¿Viste al omega de Kalen? —comentó uno de ellos con una mezcla de envidia y deseo en su voz—. Jamás he visto a alguien como él. Hay algo en su mirada que lo hace… especial.

—Sí, tienes razón —respondió otro, riendo de manera burlona—. Sería un placer pasar una noche con alguien como él, aunque fuera solo una vez. Pero ya sabemos que Kalen no comparte sus juguetes.

Ángel se encogió al escuchar esas palabras. Cada comentario lo hacía sentir más pequeño, más atrapado. Sabía que, para ellos, no era más que una posesión de Kalen, algo que podían observar con envidia, un objeto que no tenía valor propio más allá del placer que pudiera proporcionar a su dueño.

Otro subordinado cambió el tema, aunque lo que mencionó solo intensificó el terror que Ángel ya sentía.

—¿Escucharon sobre el asesino de omegas? —dijo en un tono casi de admiración—. Parece que ha vuelto a atacar, y esta vez fue más brutal. Dicen que ni siquiera se puede reconocer el cuerpo de su última víctima.

—Sí, escuché que la policía está desesperada por atraparlo, pero el tipo es como un fantasma —agregó otro, riendo suavemente—. Actúa como si tuviera un rencor especial contra los omegas. Quizás uno de esos idiotas le hizo algo, y ahora está decidido a hacerlos pagar.

Ángel sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras de esos hombres resonaban en su mente, y aunque el asesino de omegas era una figura de terror, por un breve y oscuro instante, sintió una pizca de envidia hacia aquellos que ya no estaban vivos. Tal vez ellos habían encontrado una paz que él nunca conocería, mientras él seguía atrapado en esta prisión de sufrimiento, sometido a la voluntad de alguien que lo trataba como menos que un ser humano.

Uno de los hombres lanzó una última risa, mirando hacia la ventana donde estaba Ángel, aunque parecía que no lo veía directamente.

—Kalen tiene suerte. Ese omega suyo está tan… domesticado. Supongo que, después de tanto tiempo, no tiene a dónde ir.

Las palabras le dolieron más de lo que hubiera esperado. Eran como cuchillos que se clavaban en su alma, recordándole que no tenía escapatoria, que su vida estaba sellada en esa oscuridad opresiva y sin esperanza.

Al caer la noche, mientras las sombras envolvían la habitación, Ángel intentó una vez más encontrar refugio en sus pensamientos, pero incluso su mente comenzaba a traicionarlo. Las imágenes de su madre, de los días en que todavía podía sonreír, se desvanecían lentamente, reemplazadas por la figura imponente y cruel de Kalen, y por las miradas hambrientas y despectivas de sus subordinados.

Sabía que su existencia continuaría de esta forma, en un ciclo de desconexión y sufrimiento, y que la única escapatoria que podría encontrar sería perderse completamente en esa oscuridad.

Sangre bajo el Crepúsculo (omegaverse Bl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora