3. La Venta de un Alma

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Capítulo 3: La Venta de un Alma

El día había llegado, y Angel se encontró en el espejo, evaluando su reflejo. La camisa que había comprado colgaba suavemente de sus hombros, ajustándose a su cuerpo con una delicadeza que casi le hacía olvidar, por un instante, la realidad de lo que significaba esa noche. Ajustó el cuello, revisando una y otra vez cada detalle, intentando encontrar en ese reflejo a alguien que pudiera enfrentar lo que estaba por venir.

La tarde se fue desvaneciendo mientras preparaba la cena con una meticulosidad obsesiva, limpiando cada cuchillo y plato con manos temblorosas. El reloj avanzaba, cada segundo acercándolo a la llegada del invitado que tanto parecía inquietar a su padre. Angel trataba de ignorar los escalofríos que recorrían su espalda, obligándose a mantener la compostura mientras su padre lo observaba, lanzando críticas y exigencias sin piedad.

—Si arruinas esta noche, Angel, será mejor que encuentres una manera de desaparecer para siempre —le había advertido su padre esa misma tarde, su tono envenenado de desprecio.

Finalmente, cayó la noche, y en el silencio de la casa, el sonido de los pasos acercándose a la puerta hizo que Angel contuviera el aliento. Su padre se dirigió rápidamente a abrir, y Angel aprovechó ese breve momento para intentar prepararse mentalmente, aunque sin saber del todo qué esperar.

La puerta se abrió y una figura alta y elegante entró en la casa. El hombre, de aproximadamente treinta y tantos, tenía un aire distinguido, con el cabello oscuro peinado hacia atrás y una sonrisa refinada que daba la impresión de amabilidad. Su traje era impecable, y el aroma de su colonia llenó la habitación, envolviendo a Angel en una sensación de incomodidad. Aquel hombre parecía hecho para impresionar, y a simple vista, Angel habría pensado que era alguien honorable, alguien de quien su padre podría aprender algo de decencia.

—Kalen, bienvenido —dijo su padre con un tono que Angel no reconoció; era servil, casi sumiso. Angel sintió un nudo en la garganta al ver a su padre transformarse en alguien complaciente frente a ese hombre.

Kalen sonrió de vuelta, sus ojos brillando con una intensidad que Angel notó de inmediato. Apenas entró en la habitación, sus ojos se posaron en él, y la sonrisa de Kalen se tornó en algo más oscuro, como si se estuviera deleitando en un secreto que Angel desconocía.

—Así que este es Angel, ¿no? —dijo Kalen, avanzando con pasos seguros hacia él. Angel sintió el impulso de retroceder, pero se quedó donde estaba, su mirada fija en el suelo para evitar esos ojos que lo examinaban con una mezcla de interés y algo que no podía descifrar.

—Sí, es él. Tal como te dije, es un chico educado y obediente. No tendrás problemas —contestó su padre, y Angel sintió su voz repleta de satisfacción, como si estuviera mostrando un trofeo.

Angel tragó en seco, cada palabra aumentaba la opresión en su pecho. No entendía el sentido completo de esa conversación, pero algo en sus instintos le decía que no era bueno. Entonces, Kalen levantó la mano y, de forma inesperada, acarició su mejilla. Angel se estremeció al contacto, y aunque intentó apartarse, Kalen mantuvo su mano en su rostro.

—Eres incluso más encantador de lo que me dijeron —dijo Kalen en voz baja, inclinándose hacia él—. Creo que nos llevaremos muy bien, Angel.

La piel de Angel se erizó, una sensación de incomodidad y repulsión lo invadió. Algo en la manera en que lo miraba le recordaba la forma en que uno mira algo de su propiedad, algo que está a su disposición. Pero Angel no era de nadie, se dijo, tratando de convencerse a sí mismo.

—Espero que se comporte, Angel. De lo contrario, sería una vergüenza —añadió su padre, lanzándole una mirada de advertencia que Angel entendió claramente.

El resto de la cena se desarrolló en un extraño silencio interrumpido únicamente por las palabras de su padre y Kalen. Kalen lanzaba comentarios elogiosos hacia su padre, quien los recibía con satisfacción, y Angel observaba en silencio, sintiendo que algo estaba terriblemente mal. Trató de entender, de juntar las piezas, pero cada vez que intentaba averiguar algo, se encontraba con la mirada de Kalen, que parecía estudiarlo con una intensidad perturbadora.

Cuando la cena terminó, Kalen se dirigió a la sala, y su padre le indicó a Angel que los siguiera. Obedeció, aunque cada paso lo sentía como un paso hacia algo irreversible. La tensión en la habitación era palpable, y Angel sentía la presión en sus hombros, como si cargara un peso invisible que lo obligaba a seguir adelante.

—Bien, creo que es hora de discutir los términos, ¿no? —dijo Kalen, girando su atención a su padre mientras sacaba un sobre de su abrigo y lo colocaba sobre la mesa.

Angel miró el sobre, y un extraño pánico comenzó a apoderarse de él. Su padre tomó el sobre con una expresión de satisfacción y comenzó a contar el dinero en su interior, sin preocuparse en lo absoluto de la presencia de su hijo.

—Angel —dijo Kalen, interrumpiendo sus pensamientos—, a partir de hoy, serás parte de mi… círculo cercano. Tu padre me ha informado de tus habilidades, y creo que encontrarás tu lugar adecuado en mi hogar.

Angel sintió el mundo derrumbarse a su alrededor. "¿Mi hogar?" La confusión y el miedo se mezclaron en su mente, mientras trataba de entender el significado de esas palabras.

—No… no entiendo… —balbuceó, mirando a su padre en busca de una explicación.

—¡Claro que entiendes! —su padre exclamó, fulminándolo con la mirada—. Deja de comportarte como un niño y entiende que esta es tu oportunidad. Kalen es un hombre generoso, y si lo complacemos, puede ser la solución a nuestros problemas.

La realización lo golpeó como un puñetazo en el estómago. No era una visita cualquiera. No era solo una cena. Su padre lo había vendido. Había negociado su vida, su libertad, por dinero.

Kalen, notando la expresión en el rostro de Angel, sonrió con una falsa amabilidad y se acercó nuevamente, inclinándose para mirarlo a los ojos.

—No temas, Angel. Te prometo que te trataré… bien, siempre y cuando cumplas con lo que se espera de ti.

Las palabras de Kalen, suaves y calculadas, fueron más aterradoras que cualquier golpe. Angel sintió que sus piernas temblaban, que sus manos se helaban mientras trataba de procesar lo que estaba pasando. Sabía que no podía hacer nada; su padre lo había entregado sin dudar, y Kalen estaba decidido a tomar posesión de él.

En un intento desesperado, miró a su padre, esperando ver en él algún atisbo de arrepentimiento, alguna señal de que se había equivocado. Pero todo lo que encontró fue una mirada de satisfacción y alivio, como si acabara de deshacerse de una carga molesta.

—Padre, yo… no quiero… —trató de hablar, pero su voz apenas fue un susurro.

—No tienes derecho a querer nada, Angel. Este es el acuerdo, y tú solo harás lo que se te ordene.

Kalen se rió, una risa suave pero con una crueldad que hizo que Angel retrocediera instintivamente.

—Quédate tranquilo, Angel —dijo Kalen, tomando su mano con una presión que le hizo daño—. Estoy seguro de que nos llevaremos bien. Solo asegúrate de recordar siempre quién manda.

Angel cerró los ojos, tratando de no mostrar su miedo, su desesperación. Su vida le pertenecía a alguien más ahora, y la esperanza de encontrar una salida se desvanecía con cada palabra de su padre y cada mirada de Kalen. Todo lo que le quedaba era la certeza de que nadie lo ayudaría, y que estaba atrapado en un destino que otros habían decidido por él.

Sangre bajo el Crepúsculo (omegaverse Bl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora