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Capítulo 8: El Cazador Acecha

La consciencia regresaba lentamente a Ángel, y con ella, un dolor intenso que pulsaba en su cabeza. Apenas recordaba los momentos previos al golpe, pero sabía que había estado caminando fuera de la mansión, respirando un aire de libertad que había sido corto, casi irreal. Ahora, todo eso parecía un sueño lejano y cruel. Trató de moverse, pero sus manos y pies estaban encadenados, inmovilizándolo en un lugar frío y oscuro.

—Vaya, parece que mi invitado finalmente ha despertado —dijo Bastian, su tono burlón y cruel, mientras se acercaba lentamente—. No puedo decir que sea el escenario más cómodo, pero te aseguro que es uno adecuado para alguien como tú.

Ángel trató de alejarse instintivamente, pero las cadenas apenas le daban libertad de movimiento. Bastian sonrió al ver su reacción y se agachó frente a él, observándolo con detenimiento y murmuró el hombre con su voz llena de sarcasmo mientras una sonrisa torcida se dibujaba en su rostro—. ¿No es curioso? Hace un tiempo, te vi y pensé que serías perfecto. Estabas ahí, tan… inocente. Jamás imaginaste que alguien como yo estuviera observándote, ¿verdad?

Ángel tragó saliva, el miedo apoderándose de él, y notó un rastro de sangre en su labio al pasar la lengua. Intentó apartarse, aunque sabía que las cadenas lo mantenían a merced de ese hombre, cuyo nombre aún desconocía.

—¿Quién… quién eres? —balbuceó, su voz débil, mientras trataba de mantener la calma por el bien de su bebé, a quien ahora sentía con más intensidad que nunca.

El hombre dejó escapar una carcajada baja y burlona.

—¿Quién soy? Me llamo Bastian, Ángel. —Su tono era tranquilo, casi familiar, pero su mirada revelaba una locura latente—. Te observé en aquella tienda y supe que no iba a dejarte escapar. Imagina mi decepción al enterarme de que te habías casado con un loco como Kalen.

Los ojos de Ángel se abrieron en shock, y un atisbo de lágrimas asomó en sus ojos. Era el hombre de la tienda, el extraño amable que le había comentado lo bien que se vería con cierta prenda. Ángel se sintió confundido, tratando de conectar las piezas de un rompecabezas oscuro y perturbador.

Bastian lo observaba con una intensidad que lo hacía sentir completamente vulnerable, y no podía evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo.

—No… no, no soy lo que piensas. No elegí estar con Kalen… —intentó decir, su voz temblorosa mientras el terror le robaba el aliento—. Fui obligado, yo…

Bastian no le permitió terminar, tomando su rostro con fuerza y girándolo para obligarlo a mirarlo.

—Oh, vamos, Ángel. —Su voz era una mezcla de burla y desprecio—. Todos ustedes, los Omegas como tú, siempre tienen una excusa, ¿no? "Fui obligado", "no tuve elección". Pero al final, todos terminan igual. Vendiéndose al mejor postor, igual que los demás.

Ángel trató de alejarse, pero la fuerza con la que Bastian lo sostenía lo mantenía en su lugar. Las lágrimas escaparon de sus ojos, y cerró los párpados, recordando que no podía permitirse mostrar debilidad por el bebé, aunque sabía que estaba al borde de romperse.

—¿Sabes lo que más me molesta? —prosiguió Bastian, soltándolo abruptamente solo para verlo tambalearse, con una expresión de satisfacción al verlo temblar—. Es imaginarte viviendo una vida dulce como la miel, disfrutando de los lujos de un Omega vendido, casado con alguien como Kalen. Dime, Ángel, ¿cuánto te gusta el dinero para casarte con ese loco?

Ángel sintió que el nudo en su garganta se hacía más fuerte, y con el corazón latiéndole frenéticamente, intentó una vez más aclarar las cosas.

—No… no es como piensas… yo… no quería, fui obligado…es la v-verdad —murmuró entre sollozos, intentando hacerle entender, aunque sabía que Bastian no estaba dispuesto a escuchar nada.

El hombre simplemente lo miró con una sonrisa fría, sus ojos llenos de locura.

—Por supuesto, claro. —Bastian se acercó más, inclinándose para hablarle casi al oído—. Dime, Ángel, ¿alguna vez te preguntaste cómo sería estar en mis manos?, yo "El asesino de los omegas", pero ¿Qué tan diferente habría sido tu vida si yo te hubiera llevado desde el principio? Podríamos haber evitado tantas complicaciones.

Ángel temblaba, y la sensación de náuseas regresaba con fuerza, pero sabía que no podía mostrar debilidad, no ahora. Trató de mantenerse firme, pero las palabras de Bastian se sentían como agujas, cada una buscando quebrarlo poco a poco.

—D-déjame ir… no… no tienes que hacer esto… —murmuró, sintiendo el miedo en cada palabra.

—¿Hacer esto? —Bastian soltó una risa que resonó en la celda, sin ocultar el placer que le provocaba ver el miedo en los ojos de Ángel—. No entiendes, Ángel. Yo hice todo lo necesario para encontrarte. Me deshice de cualquier obstáculo, incluso de Kalen. Ahora, no hay nadie que te proteja de mí.

Ángel sintió una punzada de desesperación al escuchar aquello. Aunque el infierno con Kalen le había robado la libertad, la idea de que estuviera fuera de juego llenaba su mente de pánico. Por primera vez, prefería el infierno que conocía antes que este encuentro que lo hundía en un horror aún más oscuro.

—¿Q-qué quieres de mí? —preguntó con voz temblorosa, incapaz de detener las lágrimas que ahora corrían libremente por su rostro.

Bastian se detuvo, mirándolo como si fuera un objeto precioso y al mismo tiempo desechable.

—Quiero ver cómo te rompes. —Su voz era suave, casi un susurro, pero el tono estaba cargado de amenaza—. Quiero ver cómo el Omega orgulloso y dulce que vi una vez se convierte en lo que realmente eres: nada.

— ¿Dulce?...N-no

Ángel, temblando, intentó hacerle entender que él no era como los demás Omegas que Bastian había matado, que no tenía nada de lo que lo acusaba, pero la risa psicótica de Bastian lo interrumpió. Con un movimiento brusco, Bastian le dio otro golpe, esta vez en el rostro, y Ángel soltó un grito ahogado mientras el dolor lo recorrió de nuevo.

—¡B-basta! ¡Por favor… para! —suplicó Ángel, llevándose las manos a la cara y sintiendo el temblor que recorría su cuerpo.

—¿Basta? Oh, no hemos hecho más que empezar, Ángel —murmuró Bastian mientras sus manos empezaban a recorrer la piel de Ángel de manera invasiva y despreciable, disfrutando de cada momento mientras lo veía quebrarse.

Ángel intentó apartarse, pero las cadenas y el peso de su propio cuerpo lo mantenían atrapado. Cerró los ojos, luchando por no gritar, y las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras mordía sus labios, intentando evitar hacer cualquier sonido que pudiera enfurecer aún más a Bastian. Sin embargo, su captor lo notó y soltó una carcajada cruel, una risa que resonaba con una oscuridad tan profunda que hacía que Ángel se sintiera aún más desamparado.

—Llora, Ángel, llora todo lo que quieras —murmuró Bastian con una satisfacción sádica, disfrutando de cada lágrima que Ángel derramaba. Se inclinó aún más cerca de él, susurrando en su oído con una frialdad que cortaba como una hoja afilada—. Nada me causa más placer que ver cómo los Omegas orgullosos como tú se rompen… y créeme, antes de que termine contigo, no quedará nada de ese orgullo.

Los temblores de Ángel se intensificaron, y en su mente, solo pensaba en su bebé, en la vida inocente que crecía en su interior y que ahora se veía atrapada en medio de una pesadilla de la que no veía salida. Sentía que su corazón se rompía con cada palabra y cada toque invasivo de Bastian, y aunque luchaba por resistir, sabía que poco a poco, el miedo y la desesperación amenazaban con consumirlo por completo.

Sangre bajo el Crepúsculo (omegaverse Bl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora