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Capítulo 9: El Juego Retorcido

La habitación se mantenía en penumbras, las pocas luces que entraban a través de una ventana sucia apenas dejaban ver el entorno opresivo en el que Ángel estaba atrapado. Los días habían pasado de forma lenta, cruel, y con cada segundo, la cordura de Bastian se desmoronaba un poco más. Cada vez que Bastian entraba a la habitación, una nueva sombra de terror caía sobre Ángel, quien solo podía abrazarse a sí mismo y tratar de encontrar alguna fortaleza por su bebé.

El hombre lo miraba desde la puerta, sus ojos oscuros y desprovistos de cualquier rastro de piedad. Bastian se acercó con una bandeja pequeña en la mano, sobre la cual descansaba un plato con un trozo de pan seco y un poco de caldo aguado, frío y sin sabor. Era apenas una comida básica, y a pesar de que el hambre comenzaba a consumir a Ángel, su cuerpo se rebelaba ante la comida debido al embarazo. Sintió que las náuseas comenzaban a invadirlo, pero sabía que debía resistir.

—Vamos, Ángel. —La voz de Bastian estaba cargada de una falsa amabilidad que helaba la sangre—. No seas delicado. Come.

Ángel intentó llevarse un poco de pan a la boca, pero al primer bocado, la acidez en su estómago se intensificó y sintió un impulso imparable. Se apartó, tratando de controlar las ganas de vomitar, pero no pudo. El sabor amargo se extendió en su boca mientras vomitaba a un lado, el débil alimento que había ingerido, su cuerpo rebelándose una vez más.

Bastian observaba la escena con una expresión de desagrado, y sus ojos se entrecerraron con una mezcla de repulsión y furia.

—¿Qué pasa contigo? ¿Acaso eres tan mimado que no puedes soportar un poco de comida? —Bastian se inclinó sobre él, sus palabras destilando veneno mientras lo obligaba a mirarlo—. Creí que al menos tendrías un poco de dignidad, pero no. Eres solo un Omega caprichoso y delicado, como todos los demás.

Ángel intentó respirar profundamente, controlando sus temblores mientras sentía cómo el desprecio de Bastian lo envolvía. Abrió la boca para tratar de explicarse, de aclararle que no era por ser mimado, sino por su estado, pero las palabras murieron en su garganta cuando vio la mirada de su captor.

—N-no… no es lo que piensas… —murmuró, su voz débil mientras intentaba no desviar la mirada.

Pero Bastian no escuchaba. Lo tomó del mentón con fuerza, obligándolo a abrir la boca y forzando el pan entre sus labios.

—Traga, Ángel —le ordenó, su tono severo y sin compasión—. Comerás, aunque sea lo último que hagas.

Ángel intentó masticar, pero el asco volvía a invadirlo. Sabía que no podía continuar así, pero al ver la expresión de Bastian, supo que no podía resistirse sin provocar su ira. Tragó con dificultad, sintiendo cómo el pan raspaba su garganta seca. Intentó contener las náuseas, pero finalmente volvió a vomitar, apenas logrando girarse antes de que ocurriera.

Un silencio cargado de tensión se extendió en la habitación. Bastian respiró hondo, sus ojos brillaban con una ira contenida, una expresión de desprecio que lo hacía ver aún más amenazante.

—Así que no solo eres mimado, sino también desagradecido —murmuró, acercándose lentamente, cada paso resonando en el suelo de piedra, como si fuera un eco de la sentencia que estaba a punto de emitir—. Qué decepcionante, Ángel. ¿Acaso crees que tienes derecho a rechazar lo que te doy?

Sin advertencia, Bastian le dio un golpe en el rostro, fuerte y brutal. Ángel cayó al suelo, protegiendo su vientre con las manos en un acto instintivo de defensa. Sabía que cualquier golpe a esa parte de su cuerpo podría dañar a su bebé, y aunque el dolor se extendía por su rostro, su prioridad era mantener a salvo la vida que crecía en su interior.

Bastian lo miró desde arriba, una sonrisa oscura y siniestra curvándose en sus labios mientras veía el esfuerzo que hacía Ángel por protegerse. Era como si aquel acto despertara algo más profundo en él, un placer enfermizo por ver el temor y la desesperación en sus ojos.

—¿Qué es lo que intentas proteger? —se burló, su voz cargada de sarcasmo mientras se inclinaba hacia él, acercando sus labios a los de Ángel en un beso rudo y agresivo.

Ángel intentó apartarse, pero Bastian lo sostuvo con fuerza, impidiendo cualquier intento de evasión. El contacto era áspero, sin cariño, y Ángel sintió cómo su cuerpo se estremecía de asco mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Trató de morder sus labios para no hacer ningún sonido que pudiera enfurecer más a Bastian, pero el miedo era tan intenso que no pudo evitar que un sollozo escapara de sus labios.

Bastian lo escuchó y soltó una carcajada, una risa psicótica que resonó en la habitación con una frialdad que helaba la sangre.

—¿Qué pasa, Ángel? ¿Te da miedo? —susurró en su oído, su voz cargada de un placer oscuro mientras lo miraba con una expresión de triunfo—. Me encanta verte así, indefenso y roto. No tienes idea de cuánto he deseado este momento.

Ángel sintió que el terror lo ahogaba, cada palabra de Bastian era una cuchilla que lo desarmaba, dejándolo sin escapatoria. Intentó apartarse de su agarre, pero las fuerzas lo abandonaban, y lo único que podía hacer era suplicar en un susurro apenas audible.

—P-por favor… no… —murmuró entre sollozos, su voz quebrada mientras las lágrimas rodaban por su rostro.

Bastian lo observó por un momento, como si estuviera evaluando cada expresión de dolor en su rostro, y luego se inclinó más cerca, sus labios rozando la piel de Ángel en un contacto invasivo y perturbador. Disfrutaba de cada momento, alimentándose de su miedo, de su desesperación.

—¿Por qué lloras, Ángel? —le susurró en un tono cruel, acariciando su mejilla con una suavidad perturbadora—. ¿Acaso no te gusta esto? Después de todo, te casaste con un loco como Kalen. ¿Qué te hace pensar que mereces algo mejor?

Ángel cerró los ojos, mordiéndose los labios con fuerza mientras intentaba contener las lágrimas, pero el dolor y el asco eran demasiado intensos. Cada palabra de Bastian era un recordatorio de su indefensión, de la falta de control que tenía sobre su propia vida.

—N-no lo entiendes… yo… no elegí esto… —susurró entre sollozos, intentando explicarse, aunque sabía que Bastian no estaba dispuesto a escucharlo.

Bastian lo miró con una mezcla de burla y desprecio.

—Oh, claro que no. Eres solo una víctima, ¿verdad? —dijo, su voz cargada de sarcasmo mientras le daba una bofetada, fuerte y ruidosa, que hizo eco en la habitación.

Ángel apenas podía ver a través de las lágrimas, su cuerpo temblaba mientras intentaba proteger su vientre, consciente de que su bebé dependía de él para sobrevivir a esa pesadilla.

—Te voy a enseñar lo que es el verdadero sufrimiento, Ángel —susurró Bastian, inclinándose hacia él con una expresión de locura en sus ojos mientras lo observaba con un hambre insaciable—. Y lo haré lentamente, hasta que no quede nada de ti.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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Sangre bajo el Crepúsculo (omegaverse Bl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora