Astrid
Enfilé el pasillo hasta la biblioteca. Era jueves. Esa semana estábamos teniendo un montón de exámenes y casi no había podido hablar con Rachel. La echaba de menos. Mi vida estaba muy apagada de pronto, no sabía cómo vivía antes de conocerla. Mi vida era aburridísima si ella. No pasaba nada interesante. Absolutamente nada. La semana estaba pasando como una película. Caras y más caras poco conocidas, mochilas de colores y apuntes que se almacenaban en mi mente. Apenas recordaba el temario que me había aprendido el lunes. Todo pasaba ante mis ojos como si no fuese mi vida, como si estuviese viendo la de otra persona.
No hablaba con nadie y todo era demasiado predecible. Sentía que tenía que contarle algo a alguien, pero no sabía el qué.
Rachel conseguía que me ilusionara con pequeñas cosas. Le daba algo de ilusión a la vida. Con ella, nunca sabías que iba a pasar. Nunca podías predecir lo que iba a decir. Todo era intriga, suspense.
Con ella soltaba cualquier cosa. Daba igual si importaba o no. Yo la soltaba. Sabía que Rachel no se reiría de mí, como mucho lo haría conmigo. Se lo había empezado a contar todo. Apenas llevábamos dos meses de amistad, pero sentía que la conocía de toda la vida.
Rachel era como mi diario. También ocupaba todo mi tiempo. Todos mis posibles planes eran con ella.
Había abierto un nuevo mundo dentro de mi. Una parte escondida entre las sombras. Una parte que, de no ser por ella, no habría visto. Era incapaz de volver a esconderla, aunque tampoco quería. Ojalá esa parte hubiese estado allí hace más tiempo. Me habría venido muy bien conocerla por aquel entonces.
Me había planteado más de una vez si lo que estaba haciendo era lo correcto. Ir solo con una persona y tener ojos solo para ella. Tal vez me estaba alejando demasiado de las otras personas. Si Rachel se iba...
No me permití pensar en ello. Rachel no se iría.
. . .
La biblioteca últimamente estaba a reventar. Se notaba que eran tiempos de exámenes y mucha gente acudía allí para estudiar. En los recreos, en las horas libres...
La gente ya casi no iba a las bibliotecas a leer. Todo lo que se veía eran adolescentes que estudiaban allí. Tal vez no tenían espacio en su casa, había demasiado ruido...
Todo esto lo sabía por Rachel. Ella era una apasionada de la lectura, y me atrevería a decir que me estaba metiendo en su mundillo.
Me había recomendado un par de libros. Al principio, no les hice mucho caso. Leer nunca me había encantado. Tampoco es que lo odiase, pero prefería la pintura.
Normalmente, tardaba bastante en leerme un libro, por pequeño que fuese. Le hablé de eso a Rachel un día y ella me dijo que solo tenía que encontrar el libro adecuado. En efecto, ella lo encontró para mí. Leí ese libro en un tiempo récord, la impresioné incluso a ella.
Rachel tenía razón. Sólo había que encontrar el libro adecuado.
"Hay gente que ya lo ha encontrado y desde allí ha leído muchos más. Hay otros muchos que aún lo tienen que encontrar". Había dicho ella.
Era cierto, de no ser por ella, tal vez no me gustase leer. Mucha gente no les daba oportunidades a los libros, pero cuando leían el adecuado, era interminable.
O eso me dijo ella.
Rachel tenía una forma de expresarse tan peculiar... incluso me la estaba pegando un poco. Todo lo que decía sonaba poético, perfecto, calculado. Tal vez si otra persona dijese lo mismo que ella habría sonado falso, fingido, o incluso excesivo. Sin embargo, Rachel lo hacía parecer tan real...
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Encontré mi Norte (en pausa)
No Ficción- Estuviste moviendo los hilos todo el rato, me manipulaste... E-eres... Eres... Eres... TE ODIO. . . . Astrid, una chica sin gustos propios aparte de la pintura, no sabe decir que no a nadie, ni tampoco defenderse de los comentarios mordaces de sus...