Astrid
Estaba tirada en la cama mirando al techo cuando mi móvil vibró. ¿Pero quién escribía un sábado por la mañana?
RM: *foto de unas magdalenas* Ven rápido que se acaban.
Leí el mensaje de Rachel y sonreí.
AR: Dame veinte minutos.
AR: ¡Y guárdame alguna!
Me levanté de un salto. Últimamente lo hacía mucho. Parecía que Rachel hacía magia.
Mis hermanas ya estaban despiertas. Fui al baño a ducharme rápidamente para luego hacerles el desayuno e irme.
. . .
Me puse unos vaqueros negros ajustados y un jersey blanco. Hoy había salido el sol, pero hacía un frío horrible. Por suerte, la casa de Rachel estaba solo dos calles más allá y no tendría que andar mucho.
– Abi, ¿qué quieres para desayunar?
– Tostada con nocilla. –Abi me miró, suplicante. Normalmente no le dejaba tomar nocilla, pero ese día haría una excepción.
– Venga vale. Pero solo porque es sábado.
Abi esbozó una sonrisa que valía más que mil palabras Una de esas de pura ilusión, que hacían sonreír de oreja a oreja cualquier persona que la recibiese. Se le había iluminado la cara y mostraba los dientes. Sus ojos estaban brillantes y me miraba, expectante. Suerte que había dicho que sí, o me habría perdido eso.
Puse la tostada en el tostador y saqué el bote de nocilla. Cuando la tostada estaba lista, unté un buen pegote y se lo pude en el plato a Abi. Me fui hacia la entrada a recoger mis cosas.
– Bueno, si necesitas cualquier cosa, Emma y Jane están aquí.
– ¿No te quedas? –Abi me miró con ojitos de cachorro.
– No Abi, lo siento. He quedado con Rachel. –No pude evitar sonreír un poco.
– Jo, yo también quiero ir. –Se cruzó de brazos expresando su enfado.
– Otro día vamos a su casa, ¿vale?
Abi pareció algo más satisfecha y empezó a comerse su tostada. Cogí el móvil y las llaves y salí al descansillo para llamar al ascensor.
. . .
Rachel me abrió la puerta. Llevaba un delantal que debió de ser blanco en su momento. Ahora estaba cubierto de manchas de chocolate, de tomate y otras muchas cosas. Parecía una obra de arte. Pronto pasaría a mejor vida...
Rachel llevaba un moño deshecho del cual se le habían soltado algunos mechones que ahora se esparcían por su cara.
Su cara...
Su cara era un cuadro. Tenía todo el lado derecho manchado de harina, como si alguien le hubiese manchado aposta. Lucía una manchita de chocolate en la punta de la nariz.
También tenía algunas salpicaduras de masa y chocolate en los brazos.
– ¡Hola! –me dijo toda alegre. Sin previo aviso, se me acercó y me puso un dedo pringoso en la nariz–. Ya está. Puedes entrar.
Un momento... Me acerqué la mano a la cara y palpé mi nariz. Tenía un líquido viscoso y marrón que olía a... chocolate.
Me giré hacia Rachel con una mirada asesina, a lo que ella respondió con una sonrisa angelical... Igual que aquella vez que había invitado a Nico a mi casa.
Ahora yo tenía una manchita en la punta de la nariz exactamente igual que ella. Enseguida me olvidé del tema, porque ella ya iba a lo suyo por el pasillo, dando por hecho que yo la seguiría.
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Encontré mi Norte (en pausa)
No Ficción- Estuviste moviendo los hilos todo el rato, me manipulaste... E-eres... Eres... Eres... TE ODIO. . . . Astrid, una chica sin gustos propios aparte de la pintura, no sabe decir que no a nadie, ni tampoco defenderse de los comentarios mordaces de sus...