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Salimos de la academia, y el aire fresco me golpea la cara con una fuerza inesperada. No sé si es la tensión en el ambiente o la incertidumbre de lo que está por venir, pero algo dentro de mí me hace sentir más nerviosa de lo habitual. Hasta ahora, el lugar más lejos que había estado era el bosque donde hicimos la clase de criaturas mágicas. Ese bosque me había parecido vasto, casi infinito, pero ahora, al cruzar los límites de la academia, me doy cuenta de que hay mucho más allá que no conozco.

Daxen camina delante de mí, sin molestarse en esperar ni en comprobar si le sigo. Su paso es firme, decidido, y aunque no lo admite, está claro que es dueño de la situación. En silencio, observo su espalda mientras avanza, como si cada movimiento que hace estuviera perfectamente calculado para demostrar que él manda aquí.

Al principio creo que nos dirigimos hacia el puente elevado de piedra, el que cruza el río que envuelve la academia. Todos los estudiantes lo usan para moverse de un lado a otro, así que asumo que es lo lógico, pero justo cuando estoy a punto de adelantarme para caminar junto a él, lo veo desviarse hacia la derecha, hacia una zona del bosque que parece poco transitada. Frunzo el ceño. No parece el camino correcto.

—¿A dónde vamos? —pregunto, acelerando el paso para alcanzarlo.

Daxen no responde inmediatamente, lo que solo me irrita más. Sigue caminando unos pasos más hasta que, de repente, se adentra en lo que parece ser un pasadizo oculto entre las rocas y los árboles. Un entramado de pasillos de piedra que no había notado antes. Está claro que no es el camino principal. Lo sigo por inercia, aunque la incomodidad crece dentro de mí.

—¿Por qué no vamos por el puente? —insisto, con la voz más firme esta vez.

Finalmente, se gira lo justo para mirarme por encima del hombro, y la expresión en su rostro es suficiente para hacerme enfadar.

—Porque no quiero que me vean con una humana insignificante —dice con desdén, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mi reputación no puede permitirse eso.

El aire se me escapa por un segundo. ¿Insignificante? La palabra me golpea como un latigazo, y mi primer instinto es detenerme en seco. Siento cómo la rabia sube por mi garganta, pero no voy a darle el gusto de verme afectada. Acelero el paso, cerrando la distancia que nos separa.

—¿Tu reputación? —repito, intentando mantener la calma mientras el enfado crece dentro de mí—. ¿De verdad me estás diciendo que te importa tanto lo que piensen de ti que no puedes cruzar un maldito puente conmigo?

Daxen suelta una risa breve, sin ni siquiera girarse para mirarme esta vez.

—Sí, claro —responde, con un tono de superioridad que me enciende más—. Una humana como tú no es más que una distracción. Si la gente me ve contigo, podría empezar a pensar que he perdido la cabeza.

Mis pasos se detienen por un segundo. Lo que acaba de decir me deja sin palabras. La rabia me consume como un fuego que arde cada vez más fuerte. ¿Cómo puede ser tan arrogante y cruel al mismo tiempo? Siento un nudo en el estómago, pero no pienso dejar que me calle tan fácilmente.

—No soy una distracción —digo en voz alta con un tono lleno de veneno—. Tengo un nombre, Daxen. Me llamo Ayla, y es un nombre bien bonito, por si te cuesta recordarlo. No soy solo "la humana".

Daxen se detiene en seco, finalmente dándose la vuelta para mirarme de frente. Su rostro está endurecido, y por un instante, veo algo en sus ojos que no había visto antes: una especie de desafío, pero mezclado con esa frialdad habitual.

—Ayla —pronuncia mi nombre con desdén, como si fuera algo sucio en su boca—. Prefiero seguir llamándote humana. Te queda mejor.

Cada palabra es como un puñal, y aunque quiero replicar, el dolor se mezcla con la rabia, bloqueando cualquier respuesta ingeniosa que podría haber soltado. Me muerdo el labio para no hablar, para no mostrarle que me ha dolido más de lo que quiero admitir. El silencio que sigue es sofocante, pero sé que si abro la boca, solo alimentará su burla.

Las crónicas del legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora