Capítulo 15

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Los días en la cabaña de Alindara se deslizaron entre una extraña mezcla de calma y expectación. Desde el amanecer hasta el ocaso, cada rincón de la cabaña y del bosque parecía tener un propósito: mientras Osai y Erland practicaban con sus espadas en un claro cercano, yo permanecía bajo la guía atenta de Alindara. La bruja había notado mi facilidad para comprender las enseñanzas sobre la magia y el mundo místico, algo poco común en personas sin dones.

- En la lengua antigua, Dyla se traduce como "luz de luna." - La voz de la bruja sonaba profunda, casi reverente -. En las leyendas de Éldora se cuenta que existió una mujer llamada Dyla, a quien la luna otorgó dones mágicos. Se dice que podía sanar las heridas más profundas y guiar a otros en tiempos de desesperanza. No es casualidad que lleves ese nombre. Los nombres nos eligen a nosotros.

La observé en silencio, absorbida por cada palabra, mientras ella me miraba con un brillo enigmático en sus ojos, como si me revelara un secreto de poder ancestral.

Las horas pasaban en un parpadeo mientras Alindara me enseñaba algunos hechizos básicos y a conectar con las energías de la naturaleza. Los encantamientos y amuletos que creó para protegerme en Nemorat parecían cobrar vida bajo sus manos, y yo absorbía sus instrucciones con una avidez que ni siquiera imaginaba tener. Osai, cuando terminaban sus ejercicios, a menudo me encontraba aún concentrada, observándome con una mezcla de asombro y algo que me hacía sentir un pequeño temblor. Cuando nuestras miradas se cruzaban, sus ojos sostenían los míos más de lo habitual.

La mañana antes de partir fue especialmente tranquila. Tras repasar algunas palabras de protección que me había enseñado, la bruja me miró con seriedad. 

- Dyla, recuerda que la magia oscura de Nemorat se nutre de lo que no puedes ver, de lo que se esconde entre las sombras y el miedo. Tu propia luz, la voluntad que llevas dentro, será tu mejor arma en ese lugar. Los amuletos te protegerán, pero es tu espíritu lo que te salvará.

Al salir de la cabaña, encontré a Osai esperándome en silencio junto a los árboles. Caminamos juntos entre el susurro de las hojas, conversando casualmente mientras él me explicaba el siguiente tramo del camino. De pronto, se detuvo, y me miró fijamente a los ojos con una especie de compasión en su expresión.

- Dyla -, murmuró, como si no pudiera evitarlo -, te estás esforzando demasiado. Lo das todo aun sabiendo a dónde te diriges. Perdóname, Dyla, por ser quien te lleve hacia ese destino.

Las palabras me golpearon como una ráfaga fría. No pude contener las lágrimas. Se me escaparon, tibias y silenciosas, y Osai no dijo nada. En cambio, me rodeó con sus brazos en un abrazo que me pareció inmenso, y escondí mi rostro en su pecho, dejando que él me sostuviera bajo la lluvia.

- Siento interrumpir este momento - la voz de Erland nos sorprendió, haciéndome separar de Osai con torpeza. Allí estaba él, con los caballos listos y mirándonos con una leve sonrisa -. Debemos partir.

Cuando intercambiamos una última inclinación de cabeza con Alindara, sus ojos no se apartaron de los míos, intensos, como si intentara sellar en mi memoria todo lo que me había enseñado.

Montamos y tomamos el camino marcado entre los árboles. La llovizna cesó poco a poco, y el bosque, que hasta hacía un momento se había sentido oscuro y húmedo, comenzó a abrirse, permitiendo que la luz del sol traspasara el dosel. Después de un rato emergimos en un claro, y lo que teníamos ante nosotros me hizo abrir los ojos de asombro. A nuestro alrededor se alzaban ruinas antiguas, cubiertas de musgo y lianas, como fantasmas de una civilización olvidada pero llena de historia. Osai se detuvo y miró a nuestro alrededor.

- Parece que hemos llegado al reino de Éldora.

Sentí un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío y toda una mezcla de emociones en el pecho. Alindara me había hablado de la magia profunda y ancestral de este reino y me había enseñado que todo lo que yo había aprendido, e incluso mi propio nombre, provenía de aquí. Las historias de dioses antiguos y de lugares místicos parecían cobrar vida entre las piedras de estas ruinas. La amargura de los momentos recientes con Osai se desvaneció, y un impulso de asombro y gratitud llenó mi ser.

 La amargura de los momentos recientes con Osai se desvaneció, y un impulso de asombro y gratitud llenó mi ser

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El destino de DylaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora