16.

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Himiko llegó a casa cerca de las ocho de la noche, totalmente preocupada por Himori.

Entró al pequeño hogar que compartía con su hermana luego de que su mamá la hubiera abandonado cuando tenía cinco años y que su papá muriera a los quince, suspirando un poco agotada por el largo día que había tenido en la universidad. Además, cuando fue a dejar a Ochako a su casa se encontraron con su mamá, que la invitó a cenar algo antes de irse sabiendo que la chica no tendría mucho que comer al llegar a casa.

—Himori, ya llegué —dijo a modo de saludó luego de cerrar la puerta.

—Himi —entró al comedor, viendo a su hermana acostada en el sillón, e inmediatamente se preocupó—. No pongas esa cara, estoy bien.

—¿Estás segura? —se inclinó a su lado, mirando su rostro cuidadosamente—. Si te sientes mal, podemos ir al hospital.

—Sólo estoy cansada, no es nada —Himori le sonrió de esa forma tranquilizadora que ella tenía y suspiró, sentándose a su lado—. ¿Cómo te fue en la universidad hoy?

—Bien —le sonrió, acariciándole el cabello— Lo de siempre, las clases me hicieron dormir, estuve sacándole fotografías a todo el mundo.

—¿Puedo verlas? —Himori le hizo un puchero—. Ver tus fotos siempre me alegran, Himi.

La rubia arrugó los labios, pero al final suspiró sacando de su mochila en la cámara fotográfica que con tanto esfuerzo se había comprado años antes. Se la tendió mientras sacaba su móvil, revisando los mensajes que Bakugo le había enviado diciéndole si quería tener una cita doble con el.

Himiko no sabía si aceptar, considerando que las cosas habían estado un poco raras con Ochako y ella los últimos días después de que la masturbara en ése callejón. Por supuesto, le había pedido perdón a Izuku por lo que le dijo, pero el chico no estaba enojada y sólo la abrazó diciéndole que no quería pelear jamás con ella; Ochako, por otro lado... No habían hablado de lo que ocurrió ese día, aunque tampoco es como si hubieran hecho que no existiera. De vez en cuando se daban la mano y pequeños besos sorpresivos que la dejaban en las nubes, sin embargo, había momentos en los que no sabía que pensar.

—Himi.

—Sí, Himori.

—¿Ella es tu novia?

—Si, ¿por qué–? —se interrumpió, mirando a su hermana que sonreía de forma picarona—. ¡No, no, es una amiga!

—¡A mi no me mientes, Toga Himiko!

—¡No te estoy mintiendo!

—¡Estás ruborizada y con expresión culpable!

—¡Aaaahg, basta!

—¡Quiero conocerla, anda, Himi, preséntame a tu novia! —le mostró la cámara, señalando a Ochako. En la fotografía estaba mirando de forma inexpresiva el cielo, como si hubiera algo interesante allí.

Sin embargo, para Himiko se veía total, absolutamente preciosa.

—¡No, no y no!

—¡No seas cruel, Himi! —lloriqueó— ¿Porque eres así con....? —la mayor se detuvo un momento para luego comenzar a toser.

Himiko de enderezó, alerta, mientras su hermana cubría su boca con su mano.

—¿Himori? —preguntó asustada.

—No es... —Himori volvió a toser y Himiko lo vió.

Sangre en la mano de Himori.

Se puso de pie.

—Nos vamos al hospital —le dijo en tono serio.

—Himiko, no es... necesario —jadeó la chica medio ahogada.

Pero Himiko no la escuchó mientras sacaba su celular y llamaba un taxi, urgida por la desesperante situación en la que estaba.

No era fácil sobrevivir, después de todo, estudiando y cuidando a tu hermana enferma de cáncer de pulmón.

No cuando le habían diagnósticado meses de vida y no podía hacer nada para evitarlo.

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Novia de alquiler - TogaochakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora