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Ochako había creído que Himiko quería que durmieran abrazadas.

Pero mientras le devolvía el beso, sobre ella, en medio de la oscuridad de su habitación, estaba dudando cuáles fueron las intenciones de su novia.

—Himi...

Himiko la miró como una cachorra perdida, como una niña abandonada.

—Por favor, Ochako... —pidió en voz baja—. Te lo ruego. Hazme el amor.

Ochako quería negarse, quería decirle no, porque sabía cual era el motivo de Himiko en su petición era para olvidarse momentáneamente de lo que le estaba pasando a su hermana. Era para huir de la realidad unos minutos.

Sin embargo, los labios de Himiko se apoderaron de su boca una vez más y todo pensamiento racional desapareció de su mente.

Sus manos se deslizaron por la cintura de la muchacha, desnudándola con lentitud, respirando aceleradamente, y sus labios comenzaron a bajar, apoderándose de su cuello, de sus pezones, de la piel de su cadera. Himiko gemía en voz baja con los ojos cerrados, acariciándole el cabello a Ochako mientras esta le quitaba los pantalones, desnudándola de a poco, y volvió a su boca para callarla una vez completada la misión.

Ochako prosiguió a quitarse la ropa, quedando desnuda unos segundos después, para luego separarle las piernas.

—Eres preciosa —le murmuró Ochako.

Himiko nunca había sido una chica egocéntrica, siempre había creído que no tenía gracia alguna, sim embargo, cuando Ochako le dijo aquellas palabras, le creyó por unos segundos. Se sentía preciosa bajo la atenta mirada de la castaña.

Le murmuró entrecortadamente dónde estaba el lubricante y Ochako se estiró hacia su cajón, abriéndolo y sacando de allí la pequeña botellita. La castaña la miró con una ceja ligeramente encarcada.

—¿Ya preparada para esto? —se burló— ¿Tanto lo estabas esperando?

Quería responderle, sin embargo, no pudo hacerlo cuando Ochako comenzó a preparar sus dedos y el pegajoso líquido, volviendola una bola de gemidos.

No duró mucho, por supuesto. Ochako, al verla en ese estado, no era capaz de resistir demasiado, observando el rostro colorado de la rubia, los labios entreabiertos y sus ojos húmedos por las lágrimas. Cuándo creyó que era suficiente, se acomodó entre sus piernas, juntando sus centros y besó a Himiko en la boca para frotarse contra ella, sintiendo las cálidas paredes de su chica uniéndose con las suyas.

Himiko era perfecta. Era increíble. Era sólo para ella.

Ochako no tardó aumentar la fricción, moviendo sus caderas arriba hacia abajo, apoyando sus codos en el colchón, sin separarse de su boca.

Pronto la habitación volvió a llenarse de gemidos, jadeos soltados por las dos, la temperatura subiendo, y cuando Ochako succionó el punto dulce en el cuello, sin dejar de moverse, Himiko gritó el nombre de su novia.

Eso fue suficiente como para que Ochako acelerará las embestidas, queriendo llegar pronto al orgasmo, correrse sobre Himiko.

Lo logró unos segundos después, cuando bajó la cabeza y fue a los pezones de la rubia, que chupó y saboreó como si fuese un helado.

—Te quiero —susurró Himiko mirándola a los ojos.

Ochako la besó cuando sintió corrientes eléctricas en su vientre, avisándole que iba a llegar al orgasmo, cosa que ocurrió inmediatamente después.

Jadeó contra la boca de Himiko, dándole un apretón de mano.

Yo también te quiero, quiso decirle, pero las palabras murieron en su boca, quedando atoradas en su garganta.

En cambio, sólo le besó la frente, acariciándole el cabello mientras se recostaba a su lado, atrayendola a su cuerpo.

—Mañana iremos a ver a tu hermana juntas —le dijo en voz baja.

Himiko asintió, abrazándola por la cintura, sin decir algo más.

Pues sentía que, si abría su boca, rompería a llorar al no oír un te quiero por parte de Ochako.

En pocas palabras, un rubia sensible y una castaña antipática. Que combinación tan perfecta ¿No lo creen?

Novia de alquiler - TogaochakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora