09. El azul marino es tu color
Bruno Hernández
—¿Qué tal vas cuidando de la zorra? —me pregunta Rafa cuando me dejo caer en el sofá de su salón, que es dónde solemos reunirnos ya que es el primer piso. Y porque tiene una consola, también hay que decir.
—Está loca —suelto con una sonrisa divertida, mientras muevo los dedos ágilmente para ganar la partida de fútbol que estamos jugando—. Es una puta loca.
—Me lo creo —Dante resopla, mirando algo en su teléfono—. Voy a pedir pizza, no tengo ganas de cocinar. ¿Alguno quiere?
—Pídeme una de peperoni —me encojo de hombros—. Bueno, pide dos. Voy a llevarle comida italiana a la principessa para cenar.
—Espero que te restriegue la pizza por la cara —se burla Rafa, riéndose.
—Iré a buscarlas y aprovecho para pasar a recoger a Lucas, Tomás dice que ya se puede ir a casa.
—¡Joder, sí! —se carcajea Rafa— ¿Cómo demonios se ha dejado reventar una silla en la cabeza?
—No subestimes a la loca esa, Rafa —alzo una ceja en advertencia—. Ha saltado de un coche en marcha.
—Lo mejor que podemos hacer es deshacernos rápido de ella —Dante apaga el teléfono y se lo guarda en el bolsillo trasero del pantalón. También coge su pistola de la mesa y se la coloca en el cinturilla—. Nos traerá más problemas que beneficios como la cosa siga así.
—Tranquilo, Dante. Mañana haremos el vídeo —ruedo los ojos—. Nos la quitarán de las manos en cuanto la vean.
—Eso espero.
Pandora Harper
Sólo consigo dormir una hora.
Mi modo supervivencia es más fuerte que las necesidades básicas del ser humano, así que pronto tengo los ojos abiertos de par en par. Me decido a mirar por la ventana, analizando las acciones de apariencia distraídas de los guardias. No obstante, descubro que cada tres horas cambian de turno, dejándome un margen de dos minutos sin seguridad. También localizo las cámaras, hay una cada unos diez metros o así. No puedo calcular bien la distancia desde aquí.
La puerta se abre y me sobresalto, alejándome de la ventana y poniendo mi cuerpo a la defensiva. Bruno entra a la habitación tranquilamente con una caja de pizza en la mano.
—Te he traído la cena. Espero que te guste el italiano.
—Jódete, cabrón —ladro.
—¿Cabrón? Se te pega lo mexicano, ¿eh? —se ríe, dejando la pizza encima de la cama— Come. Mañana es tu debut y necesitas fuerzas.
—¿Mi qué?
—Tú duerme bien para estar bonita mañana.
Se va, cerrando la puerta tras él con seguro, y sé desde ese mismo momento que no voy a dormir ni un segundo más. Necesito escapar de aquí.
***
Cuando amanece, yo todavía estoy mirando por la ventana. He descubierto que hay tres rondas de guardias, así que he estado observando a las mismas personas toda la noche. He descubierto que el guardia que está entre la una y las tres tiene mucha predisposición a mirar el teléfono y desconcentrarse.
La puerta se abre y me giro con pereza, preparada para ver a Bruno de nuevo. Sin embargo, no es a él a quién veo, sino a una mujer y a un segurata. La mujer, que lleva una falda muy corta para ser la hora que es, me sonríe encantadoramente.
—¡Qué guapa eres! Los rumores eran ciertos —exclama, acercándose a mí— Soy Bon, encantada. Tú debes ser Pandora Ricci. Tengo que prepararte, no sabía que talla tenías así que...
Mi ceño se frunce ante el apellido, ni siquiera suena como algo cercano a mí.
—Harper —la corto, sin poder callarme el comentario. Ella detiene su rápida charla, pareciendo desconcertada.
—¿Qué?
—Me llamo Pandora Harper.
—Oh —hace un mohín con los labios—. Bueno, te presentarán como Ricci.
—¿Me presentarán a dónde?
—¿No te lo han explicado? —ella mira al guardia, como si esperara ayuda. El hombre solo se encoge de hombros— Bueno, eso no es importante ahora. Vamos, voy a ponerte más linda de lo que ya eres.
La mujer, Bon, deja caer su bolso sobre la cama y lo abre, sacando un montón de prendas de ropa. Me paralizo, no es ropa, es ropa interior. Todo son corsets y bragas de encaje diminutas, también hay medias, y muchos zapatos de tacón.
—Lo que decía. No sabía cuál es tu talla así que he traído un poco de todo. ¿Algo que te guste en especial?
¿Sinceramente? Las prendas son preciosas. Nunca en mis diecinueve años he podido ponerme algo así, siempre demasiado preocupada por escapar de todo, incluso de las relaciones, como para pararme a verme bonita.
Además, no es la situación idónea para cotillear y chillar sobre ropa. Dejemos las conversaciones de chicas para otro momento.
Mi mente por un segundo viaja a una vieja amiga que tuve en Italia. Diana. Ella probablemente ha sido la única amiga real que he tenido en toda mi vida. Tuve que dejarla atrás, por supuesto, ella estaba locamente enamorada de uno de los jefes de la mafia italiana cuando escapé del país.
—¡Oh! Este te quedará genial —sonríe emocionado Bon, volviendo a llamar mi atención. Coloca un corset azul oscuro frente a mí y chilla—. El azul marino es tu color. Vamos, póntelo. ¡Y quiero verte!
Es lo último que escucho antes de que me empuje suavemente al baño y cierre la puerta. Parpadeo, tocando la suave tela que ha dejado en mis manos y comparto una mirada de pánico con mi reflejo.
Mierda.
Mi mente trabaja a toda velocidad, sin saber muy bien qué hacer. No puedo escapar ahora, está lleno de guardias, pero en algún momento tendrán que sacarme de la casa y esa debería ser mi oportunidad.
De golpe, la idea de ponerme ese maldito corset para poder salir suena bien.
Me coloco las diminutas bragas de encaje a juego y el corset que aprieta mis pechos hacia arriba con fuerza. Tengo que pedirle ayuda a Bon para que ate las cuerdas de la espalda y ella suelta una exclamación emocionada.
—¡Te queda increíble! —halaga— Vamos, te haré un maquillaje sencillo. El pelo... podemos probar con un recogido. Se le caerá la baba a todo el que te vea.
Piensa en escapar, me recuerdo a mí misma. Paciencia, Pandora, todo es cuestión de paciencia.
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ZORRA (Mafia Mexicana 1)
Romance«Zorra». Así es como me han llamado siempre. No lo veo mal, en realidad. Simplemente es una prueba más de lo escurridiza e inteligente que soy. Sin embargo, por diferentes problemas, la zorra termina metiéndose en la boca del lobo. Una lucha entr...