10. Subasta
Bruno Hernández
Dante me acompaña, los chicos no pueden estar presentes porque están encargándose de otras cosas sin importancia. Cuando nos detenemos frente a la puerta de la habitación en la que la zorra se está quedando, siento una emoción rara recorrerme el cuerpo. No es nada parecido a alegría o satisfacción, de hecho, creo que se asemeja más al asco.
Odié a mi padre durante casi toda mi vida. Nunca entendí su afán de meter a una cría inocente en problemas de la mafia y, mírame, haciendo exactamente eso que tanto critiqué.
No obstante, obligo a esconder mis emociones y pongo una sonrisa de falsa satisfacción en la cara antes de abrir la puerta y adentrarme a la habitación.
Bon está allí. Luís también, pegado a una pared mientras observa en silencio. La puta parlotea animadamente mientras que Pandora solo escucha con una mueca impasible. Cuando escuchan el sonido de la puerta se giran a mirarnos y Bon se aparta del medio, permitiéndome ver a la italiana.
Joder, si es que es preciosa. Lleva puesto un atuendo de prostituta, y aún así sigue pareciendo una niña virgen y digna. El azul resalta sus ojos del mismo color aunque un par de tonos más claro. Su cintura es muy pequeña y se siente como si pudiera romperla usando únicamente mi mano derecha. Bon ha recogido su cabello castaño en un moño alto y ha dejado un par de mechones sueltos enmarcando su cara llena de pecas.
Dejo escapar un exagerado halago en forma de silbido.
—Bon tienes unas manos mágicas. En todos los sentidos posibles —le guiño un ojo divertido aunque sin apartar la mirada de la zorra—. Principessa, ¿nos vamos?
Extiendo la mano en su dirección, haciendo una reverencia dramática. Ella ignora orgullosamente mi mano y pasa de largo siguiendo ha Dante. Sus tacones repiquetean sobre el parquet y camina con la cabeza en alto.
Voy detrás de ella, Bon y Luís también nos siguen y observo atentamente todos los movimientos que hace mi zorra. Nos subimos los cinco al ascensor. Mis ojos no se alejan de ella en ningún momento, ni siquiera cuando Dante me golpea disimuladamente en la costilla.
El camino hasta el primer piso se siente casi eterno y, cuando finalmente las puertas de metal se abren, Pandora sale casi volando de allí todavía situada detrás de Dante. La alcanzo, poniéndome a su lado y no me pierdo la mueca de decepción que se dibuja en sus facciones cuando ve que no nos encaminamos a la puerta principal.
En el mismo vestíbulo, giramos hasta la puerta que hay junto al ascensor y Dante es el que utiliza su manojo de llaves para abrirla. Allí nos reciben las escaleras que van para arriba y para abajo. Nosotros descendemos, llegando al sótano y mi amigo abre la primera celda que encontramos. Miro a Pandora, que observa atentamente todo lo que la rodea y le doy un suave empujón para que entre al interior de la roñosa habitación de paredes rocosas.
—¿Qué cojones es esto? —murmura entre dientes, observando atónita su alrededor.
—¿Preparada para tu debut, principessa?
Pandora Harper
Todavía me cuesta creer que estos lunáticos tengan unos calabozos en el sótano de su casa, pero una parte de mí no se sorprende por eso. Quiero decir, son mexicanos. Todo el mundo sabe que los mexicanos están locos.
—¿Vas a explicarme de una vez por todas que es eso de debut? —alzo una ceja en dirección a Bruno, el resto del grupo permanece fuera de la habitación.
—Tu misión es sencilla, principessa, tienes que quedarte quieta mientras Bon te presenta, poner una sonrisa bonita y ser una buena niña. ¿Lo has entendido?
Mi única respuesta es escupirle en la cara con rabia. Bruno no parece asqueado, sólo se ríe entre dientes y le pide a Bon y al segurata que entren en la celda. Entre el Don y el de seguridad me atan las manos a la espalda, aunque les cuesta trabajo hacerlo por mi constante forcejeo y porque lanzo un par de mordiscos como si fuese una perra.
—Oh, odio estos sitios. ¡Me dan claustrofobia! —chilla la morena cuando el de seguridad cierra la puerta de metal.
Me fijo en la celda atentamente. Tienen una mesa con una cámara y un ordenador portátil, un colchón sucio en una esquina y una silla apoyada en la pared. Bon pone su mejor sonrisa, colocándose a mi lado mientras que el resto de hombres se colocan tras el ordenador.
—¿Listas, chicas? —pregunta Bruno mientras Dante toquetea algo en la cámara. El maldito del Don todavía tiene la cara de burlarse de mí.
Hijo de perra.
—Listas, guapo. Enciende eso ya, voy a demostraros lo bueno que son mis dotes de actuación.
—¿Tus dotes de actuación no se limitan sólo a fingir orgasmos? —el segurata le alza una ceja y, aunque parece serio, noto un deje de broma en su voz.
—¿Lo dices por todos los que he tenido que fingir estando contigo? —Bon le saca la lengua cínicamente mientras que el hombre sólo rueda los ojos.
—Bien. En tres, dos, uno... —Dante llama nuestra atención— Estamos en directo.
—¡Hola, hola! ¿Qué tal todo por ahí? Es un placer tenerlos aquí —la sonrisa de Bon brilla casi lo mismo que un diamante y parece tener un don para hablar en público—. No os vais a creer la novedad que tiene El Cartel para el mundo. Dejad que os presente a una amiga que hemos hecho estos últimos días, cabe aclarar que es una zorra bastante escurridiza —se ríe entre dientes de su propio chiste—. Con todos ustedes, Pandora Ricci, la bastarda de Italia. O la zorra, como también podéis conocerla. ¡Pandora, di hola!
Bruno me hace un gesto para sonría y hablo exclusivamente para el Don de México.
—Muérete.
—Seh... Hoy no es su mejor día —se ríe Bon—. Ya sabéis como funciona esto, chicos. Todo al mejor postor.
Si ya tenía una leve idea de lo que estaba pasando, eso sólo me lo termina de confirmar.
—Y una mierda —se escapa de mis labios, pero antes de que pueda lanzarle un tacón a la cámara, los chicos cierran el portátil y dan por finalizada la subasta.
Mi subasta.
—Eres genial en esto, Bon —se ríe el de seguridad, chocando los cinco con ella.
—No te lo tomes como algo personal, Pandora, me has caído bien, pero negocios son negocios —se encoge de hombros, dedicándome una sonrisa casi triste.
Aprieto la mandíbula con rabia, imaginando cómo le doy un puñetazo y le rompo la perfecta nariz que tiene.
—Ahora sólo toca esperar —Bruno sonríe—. Nos la van a quitar de las manos.
Necesito escapar de aquí, joder.
ESTÁS LEYENDO
ZORRA (Mafia Mexicana 1)
Romance«Zorra». Así es como me han llamado siempre. No lo veo mal, en realidad. Simplemente es una prueba más de lo escurridiza e inteligente que soy. Sin embargo, por diferentes problemas, la zorra termina metiéndose en la boca del lobo. Una lucha entr...