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A quien más podría recurrir.

Si mis entrañas fueron hechas en ti, mi frágil y rasgado corazón lo acunaste junto a tus latidos.

Apañaste mis primeras lágrimas y me calmaste con tan solo tu voz, y años más tarde un simple abrazo hace que salga a flote cualquier emoción.

Eres mi constante cueva de amor, y mi guardia, mientras exista, no vería una vida mía, sin que fueras tú mi dicha.

Así como el agua y el aceite son imposibles de mezclar, tú hiciste posible que en la tierra exista la mejor mamá.

Mi tinta negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora