SPENCER
Quantico, Virginia Washington, Estados Unidos - En el avión privado del FBI
El avión del FBI surcaba los cielos de vuelta a Quantico después de un caso intenso en Texas. El equipo de la Unidad de Análisis de Conducta (BAU) estaba agotado. Algunos estaban dormidos, otros simplemente disfrutaban del silencio después de días llenos de tensión. Spencer, normalmente tranquilo y concentrado, había comenzado a sentir las náuseas en su estómago desde hacía un rato, pero las disimulaba bien, como lo había aprendido a hacer desde niño. No era su primera experiencia con ese tipo de malestar.
Sin embargo, el ligero temblor del avión debido a la turbulencia empeoró las cosas. Un fuerte retortijón en su estómago lo tomó por sorpresa, y supo que no podría contenerse por más tiempo.
Spencer: -murmurando para sí mismo- No ahora, no aquí...
Se levantó rápidamente de su asiento, intentando no hacer ruido, y se dirigió al pequeño baño del avión, dejando tras de sí a sus compañeros, la mayoría profundamente dormidos. Sin embargo, no pasó desapercibido para dos personas: David Rossi y Aaron Hotchner, los únicos despiertos en ese momento, y también los únicos que sabían lo que en realidad estaba ocurriendo.
Rossi: -mirando a Hotch con una ceja levantada- ¿Lo sentiste también?
Hotch asintió, su mirada seria y preocupada, entendiendo perfectamente lo que estaba sucediendo. Ambos sabían sobre la maldición de la familia David, una que nunca mencionaban delante del equipo por respeto a Spencer. Rossi había sido amigo cercano de la segunda matriarca, Emira Morín, la diplomática italiana que había fallecido hace años, y Hotch, siendo pareja de Spencer, lo había descubierto en 2011, cuando su relación se hizo más seria.
Spencer llegó al baño, cerró la puerta detrás de él y apenas tuvo tiempo de alzar la tapa del inodoro antes de que su cuerpo se rebelara, vomitando con fuerza. Se arrodilló, sosteniéndose sobre sus brazos temblorosos, intentando no hacer más ruido del necesario. La sensación de vacío en su estómago no era nada comparada con la opresión que sentía en el pecho. Sabía lo que eso significaba. Había sentido ese malestar antes, y temía lo peor.
Mientras tanto, en el exterior del baño, Rossi y Hotch compartieron una mirada llena de entendimiento. Ambos sabían que pronto llegaría la noticia que Spencer tanto temía.
Rossi: -susurrando- Ya es hora...
Hotch: -con un leve suspiro- Lo sabía desde el momento en que lo vi levantarse.
Minutos después, Spencer salió del baño. Su rostro estaba pálido, y aunque intentaba mantener la compostura, había algo quebrado en su mirada. Se sentó en su asiento, al lado de Hotch, quien lo miró con ternura y preocupación. Sin decir una palabra, Hotch colocó una mano sobre la pierna de Spencer, apretando ligeramente para transmitirle su apoyo. Era su manera de decirle que todo estaría bien, sin necesidad de palabras.
El silencio entre ellos fue interrumpido por el sonido del teléfono de Spencer. La pantalla mostraba el nombre de su hermano mayor, Erick. Spencer cerró los ojos un segundo antes de contestar, sabiendo ya lo que vendría.
Spencer: -con voz tensa- ¿Erick?
El otro lado de la línea se mantuvo en silencio por un momento antes de que Erick, con una voz rota, confirmara lo que Spencer había temido desde el primer retortijón.
Erick: –con la voz apagada por el dolor– Spencer... Abbá está muerto.
Las palabras colgaron en el aire como una pesada losa, y Spencer dejó caer el teléfono en su regazo, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas arder en sus párpados.