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Era un día soleado, y el café de la esquina donde siempre se reunían Jisoo, Lisa, Jennie y Rosé estaba especialmente animado.

Jisoo no podía evitar sentir una calidez en el pecho cada vez que estaba con sus amigas, especialmente cuando Jennie estaba cerca. Todo parecía más ligero, más sencillo, cuando compartían risas y bromas sin preocuparse por nada más. Pero esa tarde algo se sentía diferente, como si el aire estuviera cargado con una tensión invisible que solo ella podía percibir.

Jisoo y Lisa estaban sentadas junto a la ventana, esperando a que Jennie y Rosé llegaran. Lisa parecía relajada, balanceando su silla hacia atrás mientras revisaba algo en su teléfono.

—¿Qué crees que querrán decirnos? —preguntó Lisa, levantando la vista con curiosidad.

Jisoo se encogió de hombros, tratando de no pensar demasiado en ello. Últimamente, Jennie y Rosé parecían más unidas que de costumbre, pero Jisoo había intentado ignorar ese sentimiento incómodo que crecía en su interior cada vez que las veía juntas. No quería hacer suposiciones.

—No lo sé, probablemente alguna tontería de Rosé. —dijo Jisoo, fingiendo desinterés, aunque su mente no dejaba de divagar.

Justo en ese momento, la puerta del café se abrió, y el sonido de las campanitas anunció la llegada de Jennie y Rosé, ambas sonriendo de oreja a oreja, tomadas de la mano. Era una imagen que inmediatamente hizo que el estómago de Jisoo se contrajera.

Jennie, radiante como siempre, fue la primera en hablar.

—¡Chicas! Tenemos algo que contarles.

Rosé se mordía el labio inferior, como si tratara de contener su emoción.

Jisoo intercambió una rápida mirada con Lisa, quien parecía estar captando algo, pero ninguna dijo nada. Jennie y Rosé se sentaron frente a ellas, todavía tomadas de la mano.

—Bueno, ¿qué pasa? —preguntó Lisa con una sonrisa, aunque algo en su mirada sugería que ya tenía una idea de lo que estaba por venir.

Jennie respiró hondo, miró a Rosé y luego a sus amigas.

—Rosé y yo… somos novias. —anunció con una mezcla de nerviosismo y felicidad.

El mundo de Jisoo pareció detenerse en ese instante. Las palabras resonaron en su mente, repitiéndose como un eco cruel.

Novias.

Esa palabra que tanto había deseado decir en algún momento. Esa palabra que ahora pertenecía a otra persona, a Rosé.

Lisa miró de inmediato a Jisoo, como si esperara su reacción. Pero Jisoo había aprendido a ocultar bien sus emociones a lo largo de los años, y ese día no sería diferente.

A pesar del nudo que se formaba en su garganta, esbozó una sonrisa y dejó escapar una risa ligera, forzada.

—¡Wow! Felicidades, chicas. —dijo, esforzándose por sonar auténtica—Ya era hora de que lo hicieran oficial.

Jennie rió, aparentemente aliviada de que la noticia fuera bien recibida. Jisoo, por fuera, parecía la amiga comprensiva y entusiasta, pero por dentro, todo lo que sentía era un vacío abrumador. Como si algo que nunca tuvo realmente se le estuviera escapando de las manos para siempre.

—Rosé, —dijo Jisoo, dirigiéndose a la chica rubia que la observaba con una sonrisa radiante—más te vale cuidar a Jennie. Sabes que, si la lastimas, tendrás que lidiar conmigo.

Era una advertencia en broma, un gesto protector que Jennie siempre había apreciado en Jisoo. Pero, en el fondo, la herida se abría más, porque sabía que ese lugar de protectora ahora le pertenecía a Rosé, y no a ella.

Rosé soltó una pequeña risa nerviosa.

—¡Claro, claro! Haré mi mejor esfuerzo. —dijo, agarrando la mano de Jennie con más fuerza.

El nudo en el estómago de Jisoo se apretaba con cada segundo que pasaba, pero no podía dejar que lo notaran.

No podía mostrar cuán rota se sentía.

Y, sobre todo, no podía demostrar cuánto envidiaba a Rosé en ese preciso momento. No porque Rosé fuera una mala persona, sino porque ella había sido valiente. Rosé había hecho lo que Jisoo nunca tuvo el valor de hacer: confesarse, pelear por el corazón de Jennie. Y ahora, Jennie era suya.

Jisoo trató de convencerse de que estaba bien, de que la felicidad de Jennie era lo que más importaba. Pero ese pensamiento solo hizo que el dolor se intensificara. Porque, al final, lo que Jisoo nunca había dicho, lo que había mantenido en silencio durante tanto tiempo, era que su propia felicidad estaba irremediablemente atada a Jennie.

Lisa, que había estado observando atentamente, finalmente habló, rompiendo el incómodo silencio que había comenzado a formarse.

—Bueno, me alegra por ustedes. —dijo Lisa con una sonrisa, aunque su mirada seguía fija en Jisoo, notando la tensión detrás de su aparente calma— Pero… ya sabes, Jennie, es un gran paso. Espero que ambas estén seguras.

Jennie asintió emocionada, mientras seguía sosteniendo la mano de Rosé. Jisoo sintió como si cada gesto afectuoso entre ellas fuera un golpe más para ella, pero su sonrisa permaneció inquebrantable.

El tiempo pasó lentamente mientras seguían charlando, pero cada minuto que Jisoo permanecía allí sentía que se ahogaba más en sus propios pensamientos. No podía hacer otra cosa más que observar, como si fuera una espectadora de su propia vida, viendo cómo Jennie, la persona que más amaba, se alejaba de ella de una manera irreversible.

Cuando Jennie y Rosé se levantaron para irse, prometiendo que se verían pronto, Lisa y Jisoo se quedaron solas en la mesa. Jisoo se quedó mirando su café, mientras Lisa permanecía en silencio a su lado, como si supiera que su amiga necesitaba tiempo para procesar lo que acababa de ocurrir.

Después de lo que pareció una eternidad, Lisa habló, su voz suave pero cargada de compasión.

—Si te hubieras confesado antes, Jisoo… —dijo Lisa, mirándola con un deje de tristeza en los ojos—Tal vez, solo tal vez, el corazón de Jennie no sería de Rosé ahora.

Jisoo sintió que esas palabras eran como una daga que atravesaba su pecho, pero no podía culpar a Lisa. Sabía que tenía razón. Había tenido tantas oportunidades para confesarle sus sentimientos a Jennie, pero el miedo, su maldita cobardía, siempre la había detenido.

—Lo sé. —susurró Jisoo, su voz rota—Lo sé, Lisa.

Lisa no dijo nada más. No hacía falta. Ambas sabían que las palabras no cambiarían nada ahora. Jennie estaba con Rosé, y eso era un hecho que Jisoo tendría que aceptar, aunque su corazón no estuviera listo para hacerlo.

El café seguía lleno de gente, las conversaciones y risas flotando en el aire, pero para Jisoo, el mundo se sentía más silencioso y solitario que nunca.

 𝚁𝚎𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 ➫ 𝐽𝑒𝑛𝑆𝑜𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora