C i n c o

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—¿Qué significa esto, Louise? —le inquiero, mirándola fijamente

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—¿Qué significa esto, Louise? —le inquiero, mirándola fijamente.

—Oh, bueno... por ahora nada, señor. Créame que mi admiración hacia usted siempre ha sido sincera y lo sigue siendo —responde con cierto nerviosismo. Ha cambiado de ropa y noto que estamos en un lugar donde todos podrían estar observándonos a través de las cámaras instaladas previamente—. No se preocupe por las cámaras; han sido desactivadas por órdenes del jefe.

—¿El jefe?

—Sí, el señor Sergeyev. No quería que nadie lo siguiera.

—¿Y creen que no será sospechoso que tú no estés allá?

Ella niega, esbozando esa sonrisilla tan característica en ella.

—Mi jefe ya lo ha arreglado todo, señor. No se preocupe —dice, y solo me queda seguirla. Louise camina con una seguridad que desentona con la situación, como si estuviera completamente tranquila, lo cual me confirma que todo esto fue orquestado por Caesar.

—¿Qué es lo que quiere? —le pregunto.

—No puedo responder esa pregunta, señor. Lo siento.

—Lo sabes, ¿no? Dímelo, Louise... ¿Quiere hacerle daño al equipo?

—Siempre y cuando nadie se interponga en su objetivo, nadie saldrá herido.

—¿Y cuál es su objetivo?

—Pues... —se detiene y gira para mirarme— usted, señor. Todos en la organización saben lo importante que es para él; ya debería saberlo.

—No. No lo sabía.

—Bueno, ahora lo sabe.

Caminamos hasta una de las habitaciones VIP, la más alejada de la pista de baile y del bar. Desde aquí, la música se escucha apenas. Louise se detiene frente a la puerta y me observa.

—Hasta aquí llego yo, señor —abre la puerta e indica que entre. Parece no preocuparle en absoluto que lleve un localizador o el comunicador.

Al entrar, siento una mano firme sujetarme de la cintura y arrastrarme hacia la penumbra de la habitación. Mi cuerpo se estremece al sentir una segunda mano en mi cuello, recorriéndolo lentamente, como si intentara confirmar mi identidad a través del tacto, examinándome con precisión. Fueron segundos, pero suficientes para reconocer unos labios que recordaba a la perfección, besándome con el mismo fervor y deseo de antaño. No tuve tiempo de apartarlo, y, sin siquiera pensarlo, respondí a su beso. Sus manos se deslizaron hasta mi cintura, atrayéndome hacia él, su calor invadiéndome… aunque faltaba ese inconfundible rastro de sus feromonas. ¿Era realmente él o solo un espejismo?

—Maldición, ven aquí —esa voz inconfundible, tan familiar, cala hasta mis huesos, y dejo de resistirme, como otras veces en el pasado. Apenas me percato de la pared cuando me empuja contra ella, provocándome un jadeo de dolor que desaparece al sentir sus labios sobre los míos.

LA PAREJA DE UN MAFIOSO || CAESAR X ZHENYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora