Capítulo XIII - Moneda (Final)

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Había aceptado irme con ella, fue un acto casi impulsivo, en ningún momento me puse a pensar todo lo que estaba dejando atrás o más importante aún, a quienes estaba dejando atrás. El cronograma desde ese entonces estaba claro: Daniela terminaría con el Yonki, iría por sus cosas a Barcelona, y partiríamos a New York ese mismo lunes. ¿Todo muy rápido? A que sí.

-          ¿Ehtá seguro de ehto rubiuh? – Me preguntó Mangel mientras yo me dedicaba a guardar cosas en cajas.

-          No lo sé Mahe, que no he tenido el tiempo suficiente para pensar en nada.

-          Quizá deberíah pensarlo mejó – Dijo mientras jugaba con Raspy – Digo, imagínate a Raspy sin ti.

-          No me hagas dudar ahora gilipollas.

-          Yo sólo digo que quizá debería tomártelo con máh calma, Emma va a tener a la criatura dentro de poco, quizá te serviría de excusa pa' ir dehpué y pensar mejor las cosas.

-          Que no tio, que no.

-          Pue allá tú chaval – Caminó a la puerta de mi piso – Me voy, te veo mañana en la despedida.

-          Nos vemos – Dije sin tomarle importancia, estaba demasiado ocupado tratando de que no se me fuera a quedar nada.

-          Adióh.

Cuando Mangel se fue terminé de ordenar algunas cajas para luego sentarme un momento en el sofá a descansar, pero sin embargo, mi mente comenzó a trabajar de tal manera que no podía creer lo que estaba por hacer.

-          Ostia, ¿Esto es todo? – Pregunté en voz alta - ¿Me iré? ¿Así como así?

Comencé a observar los posters en mis paredes, los objetos que todas las criaturitas me habían regalado en quedadas, a Raspy y Wilson jugar... ¿Era todo? ¿Estaba a punto de dejar todas esas cosas atrás? Y que eso no tenía nada que ver con Daniela, todo tenía que ver sólo conmigo, con lo mucho que me gustaba estar ahí, en Madrid, cerca de mi familia, de mis amigos, de las criaturitas y por supuesto, mis gatos.

Yo no tenía los cojones necesarios para hacerlo, es cierto que amaba a Daniela, le quería tanto como para haber aceptado sin siquiera pensar que quizás yo no tenía realmente los cojones de dejarlo todo atrás.

Ella estaba persiguiendo sus sueños pero ¿Y dónde quedaban los míos? ¿Dónde quedaban mis queridas criaturitas? Probablemente en New York no tendría más quedadas, yo volvería a ser una persona totalmente desconocida, volvería a ser una persona que puede movilizarse en la ciudad sin siquiera llamar la atención de nadie ¿Y yo quería eso? Me daba un miedo terrible mi propia respuesta.

Me levanté a buscar un archivador en el que guardaba todas las cartas de las criaturitas, y comencé a hojearlas una por una, cada vez que avanzaba más nostálgico me sentía, y mientras más nostalgia, más ganas de rechazar la propuesta de irme a New York me daban.

¿Cómo podría decirle que no? Después de todo lo que ella había hecho por mí, después de todo lo que había deseado volver a estar con ella, después de todos esos días en los que me juré a mi mismo que si sólo existiera una mínima posibilidad de volver a estar con ella, la tomaría sin pensarlo. Pero más trascendental que todo eso, yo la amaba, la amaba desde el fondo de mi corazón si podía expresarlo de alguna manera. Quería despertar todos los días a su lado, quería mirarla todos los días, quería tenerla en mis brazos todas las malditas noches... Pero también quería poder salir de marcha con Mangel, abrazar a mi madre en Noche vieja, y ver la cara de sorpresa de mi hermana para Reyes Magos. Ya tenía demasiado extrañando a mi abuelo en Noruega, y si daba el gran paso de mudarme a New York, tendría que lidiar también con extrañar a todos los demás. La ecuación era simple: O extraño toda mi vida a Daniela, o extraño a mis amigos, familia, y criaturitas para toda la vida. Estaba completamente acojonado, y la idea de irme cada vez se hacía más difusa, más cercana a ser rechazada que tomada...

Tras el lente. (Rubius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora