El descubrimiento

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Recorrió con la linterna las paredes en busca de pinturas de alguna antigua civilización, o símbolos ancestrales. El interior de la cueva estaba sumido en la más absoluta negrura. A su lado se encontraba su ayudante Owen, quien también estaba enfocando con su linterna.

Avanzaron por un camino recto durante unos minutos llegando a una parte de la cueva donde el camino se bifurcaba en una red de túneles.

-Y ahora que camino tomamos -dijo Owen, que desde que entró en la cueva se mostraba inquieto, nervioso. Sentía que deberían haber esperado a sus otros compañeros antes de meterse en la cueva, pero no podía cuestionar a su jefe. Para Donovan la exploración era su forma de vida.

Donovan movió la luz de su linterna por los diferentes caminos que se abrían en ese espacio.

-Sigamos recto.

Recorrieron durante unas horas un angosto camino. Encontraron algunos pequeños charcos, y estalactitas afiladas como cuchillos colgando del techo. En algunos tramos las paredes se estrechaban tanto que tenían que pasar uno a uno. La sensación a humedad, y a olor putrefacto les acompañó durante todo el camino.

El estrecho camino se acabó, desembocando en un pequeño lugar bordeado de un precipicio. Donovan se paró a escasos centímetros del precipicio, y alumbró con la linterna el fondo. La luz se perdió en un abismo de insondable oscuridad. Todo era negrura. Owen estaba detrás enfocando con su linterna en busca de un nuevo camino. Detuvo su movimiento mientras oscilaba el haz de luz por una grieta. Se acercó , y vio que la grieta era un agujero por el que podían meterse.

-Jefe, he encontrado un posible camino. Aunque, tal vez... -Owen dejó la frase a medias cuando la luz de la linterna de Donovan enfocó su cara.

Donovan se apresuró a donde estaba su ayudante, y comenzó a explorar la dimensión del agujero. Un nuevo camino se abría de nuevo ante ellos, podían seguir explorando más en profundidad la cueva.

Donovan entró primero por el estrecho agujero. Tenía el cuerpo estirado, y ayudándose de sus codos, se arrastraba. Owen estaba justo detrás, a escasos centímetros.

La expectación inicial fue sustituida por cansancio, y las ganas por hambre.

Siguieron avanzando lentamente por el angosto camino. El olor a putrefacción era más intenso. Los minutos se convirtieron en horas; mientras contenían la respiración, y poco a poco la energía de ambos disminuían. Inhalaban más profundamente intentando conseguir algo de oxígeno. De repente, Owen gritó.

-Owen, ¿estás bien? ¿qué ocurre? -dijo Donovan alarmado.

Owen vio en su mano derecha un corte profundo.

-Estoy bien, jefe. Una maldita piedra, solo es un corte -contestó Owen. Conociendo a Donovan sabía que podría dejarlo allí mismo tirado, y seguir su camino.

Donovan salió del agujero. Se sacudió el impermeable, y el pantalón. Owen salió al rato, y se miró más detenidamente la herida. Todavía sangraba. Continuaron caminando.

A unos metros vislumbraron un resplandor de luz blanca. Caminaron hacia el destello. Ambos se detuvieron. A escasos metros se encontraba un féretro traslúcido, desde su posición comenzaron a oscilar la luz de sus linternas intentando vislumbrar la forma que se escondía adentro. Parecía de un cuerpo humano.

Ambos permanecían en silencio mientras se aproximaban.

Se detuvieron ante el visible ataúd. Donovan y Owen levantaron la tapa y la depositaron en el suelo. Una densa capa de polvo y moho cubrían aquel cuerpo de pies a cabeza.

-Owen, será mejor que te sostenga la linterna mientras retiras la capa de suciedad. Así tendrás las dos manos libres, e iremos más rápido -dijo Donovan cogiendo la linterna de Owen, y dando unos pasos atrás.

Owen comenzó a retirar la capa de polvo, y suciedad encima de aquella figura. Unas gotas de sangre cayeron de su mano al rostro de la mujer. Poco a poco apareció una cara, unas manos, unas piernas... Un escalofrío recorrió el cuerpo de Owen. Dejó de retirar el polvo, e impasible se quedó atónito contemplando la cara de una bella mujer. Su rostro estaba pálido, apagado, sin vida. Su cuerpo inmóvil. La gota de sangre discurrió por su pálida mejilla llegando a acariciar su boca.

Todo sucedió muy rápido, como cuando un relámpago emerge del cielo.

La criatura se levantó como un resorte. Owen estaba petrificado, un grito quedó ahogado en su interior mientras la criatura con forma de mujer clavó sus colmillos en su cara y desgarró un trozo de su mejilla. Justo cuando se protegía la cara, su cabeza salió rodando al suelo.

Las dos linternas se escurrieron de las manos de Donovan, y cayeron al suelo. Las luces se apagaron. Se produjo un instante de oscuridad y silencio.

Una ráfaga de viento invadió su espacio, y lo último que sintió fue una sensación cálida emanar de su cuello.

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