El dolor se había vuelto un susurro constante, una sombra persistente en cada rincón de su alma, algo que no se veía pero que ardía en silencio; era el peso de una esperanza que se negaba a morir, la cicatriz de un anhelo que nunca se cumplía, y la soledad que la envolvía en un abrazo frío, como un océano oscuro en el que, aun sabiendo nadar, sus fuerzas parecían agotarse cada vez que intentaba salir a la superficie.
Carolina Santelmo era una niña alegre y llena de vida, o al menos, eso deseaba creer. Desde que tenía memoria, solo estaban su madre, Edith Santelmo, y ella. Según le había contado Edith, su padre había muerto en un accidente de avión cuando Carolina era apenas una bebé. Jamás llegó a conocerlo, y la única imagen que tenía de él era una vieja foto que guardaba con cuidado bajo su almohada.Nunca conoció a los padres de su madre. Por lo poco que había logrado escuchar, los abuelos maternos la echaron de casa, aunque Carolina no sabía el motivo. Su madre siempre evitaba el tema. Los padres de su padre habían fallecido cuando él tenía cinco años, y fue criado por su tío Alejandro, quien lo cuidó como a un hijo. Alejandro nunca se casó ni tuvo hijos propios.
Las únicas personas que alguna vez le brindaron muestras de cariño fueron su nana y su tío Alejandro. Lamentablemente, él murió cuando Carolina tenía tres años. Desde entonces, su nana había sido su único apoyo, la persona que siempre trataba de ayudarla, aunque sus posibilidades fueran limitadas.
La vida de Carolina parecía marcada por la tragedia. Después de la muerte de Alejandro, su madre comenzó a tratarla con una frialdad creciente. La obligaba a estudiar sin descanso y, si por alguna razón Carolina no lograba una calificación perfecta, Edith la castigaba, ya fuera con palabras duras, castigos físicos o largos silencios que le desgarraban el corazón. Algunos días, incluso llegaba al extremo de negarle comida, dejándola sola en su habitación. Carolina agradecía a su nana, quien le llevaba algo de comer a escondidas, arriesgándose a enfrentar la ira de Edith.
Carolina solía preguntarse, en sus momentos de soledad, si alguna vez su madre había sentido amor hacia ella. Pero cuando Edith la miraba, parecía ver solo a alguien que debía ser perfecta en todo. "Debes esforzarte, Carolina, ser la mejor. No hay lugar para la mediocridad," solía decirle con voz fría.
Y así, Carolina aprendió a callar sus emociones, a esconder su tristeza y a fingir que todo estaba bien, mientras su alma buscaba en silencio el cariño que tanto anhelaba.
¿Quién era realmente Carolina Santelmo?
¿Era la niña de ojos verdes brillantes, siempre opacados por el dolor y las lágrimas? ¿O era la chica que amaba leer mangas y perderse en mundos lejanos, que encontraba paz pintando en silencio? Tal vez era la chica que soñaba con ser perfecta, solo para ver si su madre algún día le mostraba una pizca de amor o si, al menos una vez, se sentía orgullosa de ella.
O quizás, en el fondo, era la chica cansada de la vida, que solo quería descansar y ser libre. Aquella que vivía encadenada, y que, aun cuando tenía las llaves de su propia libertad frente a ella, no se atrevía a tomarlas. Porque, a pesar de todo, mantenía la esperanza de que si continuaba esforzándose, si lograba ser perfecta, algún día su madre la amaría.
Cada día, Carolina lidiaba con esas preguntas, esas dudas que la atormentaban. Sentía que era varias personas a la vez, cada una luchando por salir a la superficie, aunque solo lograban sumergirse de nuevo en el silencio.
Dos días antes de la muerte de Carolina Santelmo
-Buenos días, mi niña -saludó la nana de Carolina con una sonrisa cálida mientras la veía bajar las escaleras.
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Una mejor vida
FanfictionMi nombre es Carolina, y tenía una vida común y corriente, hasta que un accidente de auto lo cambió todo. En un instante, todo acabó... o al menos eso pensé. Lo que parecía ser el final de mi existencia, fue en realidad el comienzo de algo mucho más...