James Potter estaba emocionado y algo nervioso al despedirse de sus padres en la plataforma 9 ¾. Era su primer año en Hogwarts y, a pesar de las constantes historias y advertencias que había escuchado, no podía contener la emoción que sentía. A su lado, su prima Victoria, quien también iba a comenzar su primer año, le dio una última sonrisa antes de que él la dejara para subir al tren.
Justo cuando se disponía a buscar un compartimento, una figura llamó su atención a través de una de las ventanas. Había un chico sentado solo, con la cabeza apoyada en el cristal y las rodillas dobladas contra el pecho. Era delgado, de piel pálida y una túnica negra que, a los ojos de James, parecía sentarle mejor que a nadie. Su cabello negro y ondulado caía desordenado, enmarcando un rostro pensativo que lo hacía ver aún más... fascinante. Pero lo que más atrapó a James fueron sus ojos: grises, como si estuvieran hechos de mercurio. James sintió algo raro en su estómago, una mezcla de curiosidad e impresión.Sin pensarlo mucho más, dejó que su instinto lo guiara. Decidido a conocer a ese chico, entró en el compartimento con una sonrisa segura.
Sirius Black levantó la mirada con desgano, apenas dándose cuenta de la presencia de James al principio. Crecer en la familia Black, siendo el heredero y el único que parecía ser diferente, lo había vuelto alguien indiferente con quienes lo rodeaban. Él ya estaba bastante acostumbrado a mantenerse al margen, soportando la constante desaprobación de su familia. Pensaba en sus padres y en cómo, probablemente, estarían aliviados de que finalmente se hubiera ido de casa. Una parte de él también se alegraba de alejarse, aunque detrás de su mirada distante había un rastro de tristeza que intentaba ocultar.
James, sin embargo, no se iba a rendir. Se sentó frente a él y saludó alegremente. —¡Hola! Soy James Potter. —Sonrió ampliamente, esperando una respuesta amistosa.Sirius alzó la vista, analizándolo por un momento.
Su expresión era solemne y algo distante, pero decidió ser educado, al menos por un momento.—Sirius Black —contestó con voz baja y un leve asentimiento.
James, sin dejarse intimidar por su tono reservado, continuó hablando, con su habitual energía.—Es tu primer año, ¿verdad? Me parece genial estar aquí. ¡No puedo esperar a aprender todo sobre magia! Y... claro, el Quidditch también. —James esperaba ver alguna reacción, algún brillo de interés en los ojos de Sirius.
Al oír la palabra "Quidditch", Sirius se mostró un poco más interesado, aunque intentó no demostrarlo demasiado. Se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos grises centelleando levemente. El Quidditch era una de las pocas cosas que lograban animarlo, y en ese instante, James lo percibió.
—¿Te gusta el Quidditch? —preguntó Sirius, tratando de sonar casual.
—¡Me encanta! —respondió James entusiasmado—. Mis padres dicen que soy bastante bueno. Me gustaría ser el mejor buscador que haya tenido Hogwarts. ¿Tú también juegas?
—Supongo que sí —dijo Sirius, suavizando su tono—. Mi familia espera que lo haga, aunque ellos lo ven más como una tradición que como una pasión. Pero a mí me gusta volar. Me da cierta... libertad.
James asintió con comprensión, dándose cuenta de que detrás de la fachada estoica de Sirius había algo más. Y entonces, en un impulso, decidió ser honesto.
—A veces, mis padres me ponen muchas expectativas también —dijo, intentando conectar con Sirius—. Pero quiero que aquí en Hogwarts sea diferente, quiero hacer amigos y... vivir a mi manera.
Sirius esbozó una leve sonrisa, la primera genuina en todo el viaje.—Eso suena bien —murmuró, y luego, mirándolo a los ojos, añadió—. Aunque hacer amigos no es algo que se me dé muy bien.
James sonrió ampliamente, como si hubiera sido un desafío lanzado directamente a él.—Pues conmigo tendrás que intentarlo, Black. No soy alguien que se rinda tan fácil —dijo con determinación y una sonrisa confiada
.Ambos chicos se quedaron en silencio unos instantes, evaluándose mutuamente. James sintió que, de alguna forma, había logrado romper una pequeña barrera. Le gustaba la idea de ser la persona que lograra llegar a Sirius, de hacerle ver que podía confiar en alguien.Mientras el tren se alejaba de la estación, hablaron de cosas más triviales: de los rumores sobre los profesores de Hogwarts, de las casas, y por supuesto, del Quidditch. Aunque Sirius mantenía su tono reservado, poco a poco James lograba que él se sintiera más cómodo.
A medida que hablaban, algo se forjaba entre ellos: una conexión que parecía trascender sus palabras y sus breves sonrisas. James sabía que aquel chico pensativo y reservado se convertiría en alguien importante en su vida. Sirius, aunque no lo reconocía todavía, sentía algo parecido. Sin embargo, por el momento, ambos se conformaron con el pequeño entendimiento que había nacido en aquel compartimento, cada uno sabiendo que había encontrado algo único en el otro, algo que quizás no sabían que estaban buscando.
A medida que el tren avanzaba y el paisaje comenzaba a cambiar a verdes colinas y bosques lejanos, James notaba cómo Sirius, aunque con cierta cautela, se iba abriendo poco a poco. Al principio, sus respuestas seguían siendo breves y reservadas, pero con cada comentario ingenioso de James, Sirius no podía evitar que sus labios se curvaran en una pequeña sonrisa. Para James, era como una pequeña victoria. Algo en él le decía que Sirius no solía reírse, y mucho menos con alguien a quien acababa de conocer. Así que hizo su misión sacarle alguna carcajada genuina, lanzándole bromas sobre los profesores y las extrañas historias que había escuchado sobre Hogwarts.
Finalmente, Sirius dejó escapar una risa suave, pero real, casi como si no estuviera acostumbrado a reír. Esa risa era algo que llevaba mucho tiempo guardada, reservada solo para su prima Andrómeda, quien siempre fue la única que entendió lo que significaba ser él en medio de una familia que parecía ahogarlo.
—Ah, ya veo, Black... así que sí sabes reírte —dijo James con una sonrisa de satisfacción, como si hubiera ganado algún tipo de juego secreto. Sirius lo miró con una mezcla de sorpresa y algo que parecía gratitud. Había algo en James, una calidez y una insistencia que rompía sus muros, algo que no había sentido en años. Se dio cuenta de que, al menos por ahora, podía ser él mismo sin que lo juzgaran o lo miraran como una decepción.
—No te acostumbres, Potter —respondió Sirius, aunque esta vez con un brillo en los ojos y una sonrisa que ya no se molestaba en ocultar—. No suelo reírme tanto.
—Pues prepárate, porque si vamos a ser amigos, vas a tener que soportarme mucho tiempo —bromeó James, en tono de promesa.
Sirius se quedó callado por un momento, pero luego asintió con una pequeña sonrisa, sabiendo que, aunque no lo había buscado, quizás había encontrado algo en aquel tren: un amigo verdadero.
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Hola, que les parece la historia hasta ahora? espero que les guste durante la historia voy a ir contando sobre días mas o menos de manera ordenada de los años de los merodeadores en Hogwarts. Muyy importante yo escribi todas las historias pero las ideas saque de libros, fanficts y incluso imagenes que vi de los merodeadores asi q los creditos no son todos míos (:
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Una vida de merodeador
AcakMomentos de la vida de los merodeadores en Hogwarts entretenidos desde travesuras en clases hasta castigos y ocurrencias y romances