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Era una noche emocionante en la torre de Gryffindor. Los cuatro nuevos amigos—James, Sirius, Remus y Peter—estaban tumbados en sus camas, pero solo dos de ellos parecían tener intención de hablar hasta el amanecer.

—¡Mañana es la primera clase de vuelo! —exclamó James por quinta vez, girando sobre sí mismo en su cama y mirando hacia Sirius, que también estaba despierto, con los ojos brillando a la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana.

—Lo sé, James, lo has mencionado unas veinte veces en la última hora —respondió Sirius con una sonrisa, aunque no podía ocultar la mezcla de emoción y nerviosismo que sentía.

—Es que no puedo evitarlo. ¡Es volar, Sirius! —James se incorporó, su cabello desordenado aún más caótico por la emoción—. Mi mamá y mi papá me enseñaron a volar cuando tenía cinco años. Dicen que fui un natural. Podía quedarme en el aire más tiempo que mi papá en su primer intento, ¿puedes creerlo?

—Claro que lo creo —dijo Sirius con una risa leve, aunque evitó mencionar que nunca había volado en una escoba antes. Creció en Grimmauld Place, un lugar lleno de estrictas reglas y expectativas, y cualquier intento de escapar a un parque muggle o hablar con niños muggles acababa con su madre gritando hasta el cansancio y encerrándolo en su habitación. Su infancia no incluía días soleados en escobas ni risas en el aire, pero no quería estropear el entusiasmo de James.

—¡Y apuesto a que seré el primero en dominar el giro de 360 grados! —continuó James, alzando los brazos como si ya estuviera maniobrando en el aire—. ¿Te imaginas, Sirius? ¡Los dos, volando, haciendo piruetas como si lleváramos años practicando!

—Sí... será increíble —contestó Sirius, intentando convencerse. Aunque no lo admitiera, estaba un poco nervioso. ¿Y si no era bueno volando? ¿Y si hacía el ridículo frente a todos, especialmente frente a James? Pero, a pesar de esos pensamientos, no podía evitar compartir algo de la emoción de su amigo. Después de todo, la idea de volar era tan liberadora, tan distinta de todo lo que había conocido.

—¿Crees que la profesora Hooch sea estricta? —preguntó Sirius después de un rato.

—Bah, seguro que no. Mientras sigamos las instrucciones, no habrá problema. Bueno, *si seguimos las instrucciones*. Quizás hagamos algo más emocionante —respondió James con una sonrisa traviesa.

La conversación siguió y siguió, con James enumerando todas las maniobras que quería intentar y Sirius respondiendo con un entusiasmo contenido, hasta que una voz cansada interrumpió desde la cama más alejada.

—¿Podéis callaros de una vez? —dijo Remus, alzando la cabeza desde su almohada—. Creí que 

nunca os dormiríais.

James y Sirius se miraron y comenzaron a reír, como si las palabras de Remus hubieran sido la broma más divertida del día.

—¡Lo sentimos, Remus! —dijo James entre risas—. Es solo que mañana será épico.

—Sí, pero será menos épico si estoy medio dormido porque vosotros dos no paráis de hablar. Finalmente, los dos emocionados se tumbaron en silencio, aunque aún sonreían bajo las 

mantas. La expectativa de la clase de vuelo llenaba el aire, y aunque Remus rodó los ojos una vez más, no pudo evitar sonreír un poco. Quizás también tenía curiosidad por lo que les esperaba al día siguiente.  

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A la mañana siguiente, el aire fresco de Hogwarts estaba lleno de la expectativa de la primera clase de vuelo. El sol apenas había salido, pero James y Sirius ya estaban en camino al campo de vuelo, prácticamente saltando de alegría. Por primera vez desde que habían llegado al castillo, fueron los primeros en llegar a una clase.

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⏰ Last updated: 5 days ago ⏰

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Una vida de merodeadorWhere stories live. Discover now