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Los días siguientes fueron distintos. Regulus había puesto su decisión en práctica y comenzó a poner un poco de distancia entre él y James. Dejó de responder los mensajes con la misma rapidez y evitaba encontrarse con él en los pasillos o en los lugares que solían visitar juntos. Trataba de convencerse de que era lo mejor, de que al poner un límite estaba protegiéndose a sí mismo, pero cada día sentía el vacío que James dejaba crecer más en su interior.

James, por su parte, notó la distancia casi de inmediato. Al principio, pensó que era solo una fase o que Regulus estaba pasando por algún problema personal. Pero a medida que los días pasaban, empezó a preocuparse. Intentó invitarlo a salir, mandarle mensajes con sugerencias de actividades, o incluso quedarse esperando cerca de la casa de Regulus, pero todo parecía inútil. La tristeza empezó a instalarse en él al notar cómo, sin ninguna explicación, Regulus se iba alejando.

Finalmente, una tarde, decidió confrontarlo. Fue hasta el edificio donde vivía Regulus, sabiendo que era probable que no quisiera verlo, pero ya no podía soportarlo más. Subió las escaleras de dos en dos, con el corazón latiéndole rápido, y tocó la puerta.

Regulus abrió y, al ver a James allí, pareció dudar entre dejarlo entrar o cerrar la puerta rápidamente. Pero James le sostuvo la mirada, sus ojos llenos de preocupación y algo de dolor.

—Necesitamos hablar, Regulus, —dijo James, con la voz firme pero suave.

Regulus suspiró, apartándose un poco para dejarlo entrar. Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano, pero no estaba seguro de qué decir o cómo explicarse.

James se sentó en el pequeño sofá, observando a Regulus con intensidad, mientras este permanecía de pie, sin atreverse a acercarse demasiado.

—¿Por qué te estás alejando de mí? —preguntó James, sin rodeos.

Regulus bajó la mirada, sintiendo el peso de la culpa y la confusión que había acumulado durante esos días.

—No es fácil de explicar, —respondió, mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su suéter—. Hay cosas que… simplemente me hacen dudar.

James se mantuvo en silencio, dejando que Regulus continuara. Sabía que no debía presionarlo demasiado.

—He pasado por cosas… difíciles, y no quiero volver a experimentar ese tipo de dolor, —dijo finalmente Regulus, mirándolo con una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver—. Tú eres… especial, James, y eso me asusta. Me asusta mucho.

James sintió cómo una mezcla de alivio y dolor lo recorría al escuchar esas palabras. Por fin entendía el motivo detrás de la distancia, y al mismo tiempo, se daba cuenta de que, aunque le doliera, era algo que comprendía.

—Reg, no tienes que temer de mí. No soy esa persona que te lastimó en el pasado, —respondió James, su voz llena de sinceridad—. Te quiero, y lo último que haría es causarte dolor. Pero no puedo obligarte a confiar en mí.

Regulus levantó la vista y, por un instante, James pudo ver el brillo de las lágrimas en sus ojos.

—Lo sé, James. Sé que no eres como… él. Pero aún así, la idea de enamorarme de alguien y arriesgarme a que me lastimen otra vez… es algo que no sé si puedo soportar, —admitió, con la voz quebrada.

James se levantó del sofá y se acercó, deteniéndose a un paso de él.

—Solo te pido una oportunidad, Reg. Solo una. No quiero que sientas que tienes que huir de mí. Quiero que te sientas seguro, que sepas que siempre estaré aquí, sin importar qué pase.

Regulus parpadeó, sorprendido por la intensidad en los ojos de James. Por un instante, el temor se desvaneció y se sintió completamente comprendido, como si, después de todo, pudiera confiar en alguien sin el riesgo de salir herido.

Finalmente, asintió, aunque no dijo nada. De alguna manera, James comprendió que esa era la respuesta que había estado buscando, y una pequeña sonrisa cruzó su rostro.

—Gracias, Regulus. No te defraudaré, —prometió, su voz tan suave como una caricia.

Regulus se permitió sonreír un poco, un gesto pequeño, pero que hablaba de esperanza. Sabía que aún tendría que luchar contra sus propios temores, pero, al menos, por esta vez, estaba dispuesto a intentar.

Y esa noche, cuando James se fue, Regulus se quedó mirando el cielo estrellado, sintiendo en su interior que había tomado la decisión correcta, aunque aún no lo entendiera del todo.

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Regulus trataba de abrirse a James, pero los ecos de su pasado seguían persiguiéndolo. Aunque había decidido darle una oportunidad, había noches en las que, a solas, se encontraba pensando en sus miedos, en lo que Lucius le había hecho pasar y en cómo esa sombra seguía pesando en su vida.

Esa semana, James y Regulus decidieron hacer algo simple pero significativo: una noche bajo las estrellas en un pequeño claro que James había descubierto. Con una manta y algo de comida, se recostaron en el suelo, dejando que el cielo despejado se extendiera sobre ellos.

—¿Alguna vez te has sentido… atrapado en algo que no puedes cambiar? —preguntó Regulus de repente, rompiendo el silencio.

James giró la cabeza hacia él, sorprendido por la pregunta. Notó la expresión de Regulus, esa mezcla de nostalgia y tristeza que a veces aparecía, como si los fantasmas del pasado lo persiguieran constantemente.

—Sí, creo que todos lo hemos sentido alguna vez, —respondió James, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero también creo que podemos elegir cómo enfrentarlo.

Regulus asintió lentamente, como si las palabras de James resonaran en él. Miró las estrellas, tratando de encontrar consuelo en ellas.

—Cuando era niño, me contaban una historia sobre el sol y una estrella, —dijo Regulus, hablando en voz baja, como si estuviera compartiendo un secreto—. Decían que el sol le pidió matrimonio a la estrella, y ella aceptó. Pero luego, una guerra los separó. Mi madre solía decir que las estrellas aún recuerdan ese amor.

James escuchó en silencio, sintiendo cómo cada palabra de Regulus parecía estar impregnada de un profundo significado. La historia era, en realidad, la historia de ellos dos, aunque Regulus no lo supiera.

—Eso es hermoso, —respondió James, mientras su corazón latía con fuerza. Se moría por decirle que aquella historia era su historia juntos, que él era el sol y Regulus su estrella, pero temía que Regulus no lo entendiera aún.

Regulus se giró hacia él, con una leve sonrisa en el rostro.

—Sí, aunque a veces no sé si creo en esas cosas. Me gusta pensar que las estrellas tienen un poder especial, pero… ¿puede el amor realmente superar todo?

James sostuvo su mirada, sus ojos llenos de ternura.

—Creo que sí, Reg. Creo que hay amores que trascienden cualquier obstáculo, incluso el tiempo.

Regulus se sonrojó y apartó la mirada, sintiendo que había algo en la forma en que James hablaba que lo hacía sentir seguro, protegido. Era una sensación nueva para él, una que comenzaba a ablandar su corazón, por más que intentara resistirse.

Pasaron las horas y, sin darse cuenta, ambos se quedaron dormidos bajo el cielo estrellado. James despertó primero y, al ver a Regulus a su lado, durmiendo tan pacíficamente, no pudo evitar sonreír. Le recordaba tanto al Regulus que había perdido. Sus gestos eran los mismos, sus expresiones mientras dormía tan familiares… pero había algo diferente, algo que hacía a este Regulus más complejo, más humano y, de alguna manera, más frágil.

"Este es mi Regulus", pensó James, permitiéndose sentir esa mezcla de nostalgia y amor. "Y no voy a perderlo de nuevo".

Mientras el sol empezaba a asomarse en el horizonte, James le pasó una mano por el cabello a Regulus, con suavidad, y dejó escapar un susurro que sabía que Regulus no escucharía.

—Te prometo que, esta vez, no dejaré que nada nos separe.

Esa mañana, Regulus abrió los ojos y encontró a James mirándolo con una expresión que le hizo sentir un extraño calor en el pecho. Por primera vez, se dio cuenta de que, aunque había pasado años evitando el amor, esta vez quizás no sería tan malo abrirse a alguien… si ese alguien era James.

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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