17.1 Felinos y corazones rotos - Bella Swan

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Narrador Omnisciente

Bella se encontraba en el mismo lugar desde hace cuatro meses. No se movía a menos que tuviera que ir a la escuela o a hacer sus necesidades. Pero la falta de apetito y sueño la mantenían pegada a esa silla frente a la ventana.

Noche y día, veía los días y los meses pasar. 

Edward había roto su corazón en el bosque aquel terrible día, una semana después de su cumpleaños. Creía que era su culpa que Edward la dejara, y aunque había pensado que podría pasar, no quería aceptarlo. Edward era tan hermoso y ella... 

Era obvio que sucedería. Cualquier otra mujer podría robar su corazón en un instante, cualquiera podría ser más guapa que ella, con mejor cabello, mejores curvas, mejor rostro, mejores manos, piernas, ojos...

Intentó no llorar otra vez, y no le fue difícil. A sus cansados ojos ya no le quedaban más lágrimas que derramar.

Suspiró inclinando la cabeza. Su cuello dolió por aquella incómoda posición y con su mano lo masajeó. Escuchaba los pasos de Charlie, su padre. El peso de la culpa por lo desagradecida que estaba siendo con su padre cayó en su garganta. Estaba segura de que su papá nada más no la enviaba lejos por el recuerdo de su pequeña niña, pero era un buen hombre y un papá responsable, reprimiría sus deseos en poco tiempo si ella no reaccionaba.

Pero no sabía cómo, se sentía tan... perdida. 

Al levantar la cabeza nuevamente, se extrañó al ver un par de camiones de mudanza al otro lado de la calle. Trabajadores empezaban a sacar muebles y cajas de ellos, metiéndolos en la casa de enfrente y la contigua.

Luego vio dos autos llegar, de ellos salieron dos chicos y dos chicas. Una de ellas, de cabello negro y largo, se acercó a uno de los chicos y lo abrazó con efusividad. Bella tuvo que desviar la mirada ante tal cariñoso gesto, sentía sus heridas abriéndose de nuevo.

Cuando tuvo las fuerzas para levantar de nuevo la mirada, vio a la otra chica, una mujer de unos años menos que su padre mirar hacia su casa. Creyó que sus miradas conectaron, aquella mujer dándole una sonrisa cálida. 

Bella por primera vez decidió levantarse de su lugar y, con la vergüenza de sus intenciones, bajar hacia la sala, donde sabía que estaba su padre, para preguntarle sobre los nuevos vecinos.

Para su suerte, se quedó oculta en el pasillo antes de bajar las escaleras, escuchó el timbre y la voz de una mujer saludar a su padre.

- ¡Hola! Somos sus nuevas vecinas. - saludó la mujer con una linda y melodiosa voz, algo aterciopelada pero gustosa en los oídos. Muy maternal. - Soy Lira y ella es- ¡Oh, mi-! ¡Zilvia! ¡Zilvia ven aquí!

A pesar de su grito, Bella sintió la chispa de alegría en su voz y su corazón se aceleró cálidamente, al escucharla.

Escuchó a su padre reír, hace mucho que no lo hacía, otro golpe de culpa la atravesó, pero siguió escuchando. 

>> ... y ella es Zilvia. Zil, saluda. - mandó la mujer con un toque de reprensión, pero diversión sin más.

- Hola, mucho gusto, Zilvia Teppes. - se presentó la nueva voz. Era más juvenil pero también era elegante y clara. - Lamento eso, ellos son Killian y  Arik Ronnan, a Arik le gusta jugar en la nieve y a mí también, somos muy competitivos. - explicó.

Charlie volvió a reír.

- Lo comprendo completamente, sólo tengan cuidado. El asfalto es muy resbaladizo en esta época del año. - aconsejó Charlie. - Soy Charlie Swan, el Sheriff del pueblo. Cualquier cosa, no duden en pedirla y veré qué puedo hacer para ayudarles.

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