Capítulo X: Bienvenida

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¿Acaso puede un corazón seguir latiendo, aún después de haber muerto tantas veces?

Ahora lo averiguaría. 

Todos esos meses, había estado rota. Así me sentía. La vida sin Edward, me daba absolutamente igual. Y sin él, todo había perdido sentido. Hasta ese punto lo amaba. Le entregué todo de mí.

 Todo...

Pero no fue suficiente.

Me dejó envuelta en lágrimas. En dolor. A merced de cualquier cosa que pudiera pasarme. 

¿Acaso podía seguir siendo tan estúpida, de seguir amándolo?

No, ya no más.


-Bella... ¿Has escuchado lo que te he dicho?

-Sí, claro que sí.

-Te duele saber que Edward se va a casar con otra, ¿verdad?

-No puedo negar que así es -Aro me rodeaba mientras caminaba y se llevaba las manos a su cara- pero, no me sorprende. Siempre supe que era poca cosa para él, que no era suficiente. Siempre supe que me dejaría.

-¿Y qué quieres hacer ahora?

-Quiero vengarme.

-¡Bravo! Eso era lo que quería escuchar... Esa Bella que yace en ti, es la que necesito. Matarte, sería demasiado fácil. Pero, convertirte, adiestrarte y enseñarte nuestra forma de vivir, representaría para nosotros un desafío y una ventaja. Y más aún... -remarcó, agudizando sus ojos rojos- significaría una victoria sobre el clan Cullen. Sólo una mordida... y un breve momento de dolor, hará que todo esto pase. Cuando despiertes, serás una nueva tú y nadie podrá abatirte nunca más. ¿Lo quieres?

Cerré los ojos y apreté los dientes. En mi mente, comencé a despedirme de todo aquello que sabía no iba a extrañar, pero que habían formado parte de mi vida durante 18 años. Adiós sol, adiós luna. Adiós brisa que roza mis labios, mi piel. Adiós mamá, adiós papá. Gracias por haberme dado la vida, lamento no haber sido una mejor hija para ustedes. Adiós Jacob... lamento no haberte correspondido como lo querías. Adiós... Edward. Mi Edward. Quien solía ser mío, pero ya no más, nunca más. Adiós, a mi Bella. A mi Bella interior que siempre esperó lo mejor de la vida, pero al final entendió que simplemente, esta vida no era para ella. Adiós y hasta siempre, a mi vida humana.

-Lo quiero. Muérdeme ahora.

Sólo recuerdo haber visto a Aro aproximándose a mí, a una velocidad muy rápida y casi imperceptible. Y recuerdo haber sentido un dolor agudo como de dos agujas grandes en mi cuello. Recuerdo haber gritado fuerte, y recuerdo todos esos ojos rojos ansiando la sangre que brotaba de mi yugular. Pero no recuerdo nada más.

Esa, había sido mi última noche con vida.


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Isabella VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora