Isabella Vulturi

Capítulo III: ¿Me extrañarán?

Cuando simulé mi propia muerte, realmente no creí poder hacerlo tan bien.

No hizo falta nada más que hacer llegar algunas cartas a Renée y a Charlie, explicándoles los motivos por los cuales decidía ponerle fin a mi vida.

Tal vez, no lo merecían. O, tal vez sí.

Me mantuve escondida durante todo el servicio que habían organizado mis padres y cercanos, para despedirme; mientras mi nueva familia esperaba por mí en el coche.

Los observé, a cada uno de ellos. A mi mamá, a mi papá. A mis amigos del instituto. A Jacob...

Luego de enterarme de que Jacob, era un hombre lobo, otra vez todo mi mundo se vino abajo. Tantos cambios, su personalidad que era otra. Tantos secretos me tenían aturdida. Él me había ayudado a sentirme mejor, pero luego también me dejó, se alejó de mí para seguir a su manada. Y está bien, no lo culpé en ese entonces. Era lo que debía hacer.

A lo que vivimos y a lo mucho que me ayudó, nunca lo iba a olvidar. Pero no me bastó para quedarme a esperarlo.

Jacob, se veía tan triste y tan desolado. Su mirada, vidriosa por las lágrimas, se veía perdida mientras sostenía en su mano una foto mía, una copia de una foto que Charlie había facilitado a los presentes durante el cortejo fúnebre.

Era una reunión de unos pocos, donde hablaban y se contaban anécdotas en las que yo había estado presente. De vez en cuando, alguno soltaba alguna carcajada. Otros, algunas lágrimas.

De mis padres, al que más conmovido vi por mi muerte, fue a Charlie. Pero no había nada que él hubiera podido hacer.

Lo que más me había dolido, es que no vi a Edward allí, ni a ningún miembro de la familia Cullen. Y ahí entendí que, Edward nunca me había amado. No pude llorar, ya que los vampiros no lloran.

Ya de eso, han pasado dos años. Hoy, me encuentro parada frente a la lápida de mi tumba, que reza: "ISABELLA SWAN. QUERIDA BELLA: HIJA, AMIGA Y COMPAÑERA. SIEMPRE TE RECORDAREMOS".

¿Me recordarán? Ya no sé si tiene sentido saberlo.