Bella, es una joven que acaba de cumplir 18 años. Recién mudada a Forks, y tras vivir una intensa historia de amor con Edward Cullen, la familia de Edward obliga a este a terminar su relación con Bella, ya que sabe su secreto: son vampiros. Él, vié...
Al salir del recinto, me disponía a retirarme a algún lugar alejado para pensar. Lucius se acercó por detrás.
-¿Adónde vas con tanta prisa? -me interrogó.
-A visitar un antiguo lugar. Lo necesito.
-¿Piensas volver a Forks, verdad?
-Estaré ausente apenas un par de días. Aro no notará mi ausencia.
-Aro siempre nota todo lo que tenga que ver contigo ¿no lo ves, verdad?
-¿Ver qué cosa?
-Aquí no. Vámonos, yo te llevaré a Forks.
-¿Estás seguro?
-Por supuesto que sí. Además, después de Marcus y Caius, yo soy quien sigue en jerarquía y autoridad. Pero no podremos quedarnos mucho.
-No te preocupes, será rápido -le respondí. Sorprendentemente, me sentía agradecida de que Lucius quisiera venir conmigo.
Tomamos uno de nuestros aviones privados, y volamos hacia los Estados Unidos, hasta llegar a Forks.
-Muy bien, ya estamos aquí. ¿A dónde quieres ir?
-A un lugar en el que necesito despedir mis recuerdos.
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-¿Aquí venías con Edward, cuando eran novios? -preguntó Lucius, con curiosidad.
-Sí. Solíamos venir aquí, después de clases. Nada más, necesito estar aquí por un momento. ¿De acuerdo?
-De acuerdo. Si me necesitas, estaré en el auto. -respondió Lucius, con un tono de decepción en su voz.
-Gracias- le dije.
Palpé con mis dedos fríos la hierba ya marchita y me senté en ella. Recordé las flores que alguna vez hubo en aquel mismo lugar. Sus fragancias, sus colores. Disfruté el percibir los sonidos que antes en mi vida humana, no podía. Traté de identificar los graznidos de los pájaros y de adivinar a qué especie pertenecían. Me animé un poco cuando desde las nubes, asomaron algunos rayos de sol que penetraron en mi piel, la cual comenzó a brillar.
No pude evitar recordar cuánto disfrutaba estar allí con Edward. Cuánto llegué a admirar su hermosura, su perfecta piel de mármol, su sonrisa deslumbrante. Y cómo me perdía en sus ojos de color dorado, una y otra vez. Esos habían sido sin duda, los meses más felices de mi anterior vida.
Lástima que sólo lo fueron para mí. Edward, nunca vivió las cosas de la misma manera. Él nunca había querido estar realmente conmigo. Y su familia, nunca me había aceptado realmente.
Ahora, yo tenía el poder sobre mi nueva vida y mi nuevo mundo. Y aunque dentro mío, aún latía algo que simulaba ser un corazón, aunque no lo era; sabía que era representaba una debilidad que no podía permitirme tener. No cuando mi venganza, estaba tan cerca.
Me levanté y fui hacia el auto.
-¿Listo? ¿Ya hiciste tu catarsis? -quiso saber Lucius, mientras sonreía burlonamente.
-Así es -le respondí. Pensaba que siendo un vampiro, toda esta debilidad se iría. Pero aún no puedo deshacerme del todo de mi antigua yo y eso me tiene frustrada.
-No tendrías por qué sentirte de esa forma. Cuando nos convertimos en vampiros, muchas cosas cambian, como el ya no tener un alma, por ejemplo -dijo, riendo. Pero, también muchas cosas continúan siendo iguales. No debes sentirte culpable por no poder olvidar, Bella.
-No soy Bella, soy Isabella. Bella está muerta.
-No, no lo estás. Eres un vampiro, pero no tienes que ser tan fría y dura contigo misma. ¿Recuerdas la noche en la que nos conocimos?
-Sí. -respondí, sin mayor entusiasmo.
-Pues, siempre me pregunté qué te había sucedido ese día. Tenías el cabello húmedo y tu ropa parecía haber estado mojada. ¿Habías nadado con ropa o algo así? -preguntó, mientras me lanzaba una mirada pícara.
-Algo así -le dije. En realidad, había intentado terminar con mi vida, por última vez. Y lo hice sin éxito, como sabrás.
-Oh... -dijo, con algo de pena. Lamento haberme burlado.
-No te preocupes, eso es parte del pasado. Son cosas que ya no importan.
En ese momento, Lucius detuvo el auto.
-Bella...
-No me llames así, dime Isabella -le repliqué nuevamente, con molestia.
-Ok, Isabella... Hay cosas que tú no sabes y que debes saber para poder tomar las decisiones correctas.
-¿De qué estás hablando? -le pregunté.
-En estos dos años que han pasado, te has vuelto muy especial para nosotros, para la guardia. Eres casi un elemento indispensable para nosotros. Militarmente, tu don nos ha ayudado enormemente y Aro está encantado contigo.
-Supongo que tenías razón. La noche en que me encontraste en ese café, me dijiste que podía serles útil y que me permitirían unirme a su guardia. Para mí, también ustedes se han vuelto parte fundamental de mi vida. Tener adónde pertenecer, siempre es algo positivo.
-Me temo, que Aro no solamente está encantado con tu don y tu destreza en la batalla, sino que también... se ha enamorado de ti.