Capítulo XII: De vuelta al mundo real

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Así fue como, pasé de ser una simple humana a ser quien soy hoy: alguien invencible, indubitable. Durante estos dos años, me había sido sencillo esconderme, pasar por muerta y unirme a mi nueva familia. Ahora, soy una Vulturi. Soy, Isabella Vulturi.

He aprendido mucho de Aro, Caius y Marcus. También aprendí a utilizar mis dones, para servir a la defensa de nuestra guardia. Cuando me convirtieron, me pusieron a prueba nuevamente utilizando todos sus poderes en mí, con la sorpresa de que ninguno de sus dones funcionaba conmigo. La que peor se lo había tomado, era Jane; quien no podía resistir la idea de que su poder, no tenía influencias sobre mí. Considerando esto como un agravio hacia su investidura, lo convirtió en un problema personal, que en este tiempo se había agravado por la preferencia que Aro tenía hacia mi persona. Aunque Aro solía ser bastante cruel, a mí me daba un trato especial y privilegiado, por mi manera de servirle. Acostumbraba también en cada ocasión que podía, el agradecerle públicamente a Lucius por haberme traído a la corte, lo cual había hecho que también el vínculo entre ambos se fortaleciera, más que antes de mi llegada.

A pesar de que Jane Vulturi ardía de celos, se mostraba muy al control de todas las situaciones. Pero por dentro, sabía que no era tan fuerte como yo. Ambas lo sabíamos. Y por eso, evitaba el confrontamiento directo conmigo. Aunque siempre que podía, intentaba herirme permitiendo que escuche conversaciones que mantenía con sus cercanos, sobre Edward y lo bien que le iba en su nueva vida.

Mientras estuve con Edward, él nunca se había referido a Jane como alguien cercana a su familia. Sin embargo, sabía que seguramente Edward me había ocultado cosas, con el supuesto y patético fin de "protegerme".

Durante estos dos años, los Vulturi me habían adiestrado para la guerra. Me enseñaron a pelear, a perfeccionar mi don y a usarlo en contra de mis enemigos.

En los últimos meses, no había perdido ninguna de las batallas que había tenido. Finalmente, supe que Lucius había tenido razón: al final, iba a ganar mi lugar en la guardia de manera justa.

Tuve algunas noticias de parte de mi pasado. Supe que mi mamá había quedado embarazada nuevamente, esta vez iba a ser madre con Phil de su primer hijo varón, lo cual le hacía mucha emoción. Supe también que Charlie, luego de mi muerte fingida, había abandonado Forks y se había mudado a Londres, donde se dedicaba a una vida tranquila en una zona retirada de la ciudad. Algunas veces, pude ir a visitarlo sin que él lo notara. De vez en cuando, entraba a su casa y trataba de ayudarlo en algunas pequeñísimas tareas, como limpiar un poco su comedor, levantar ropa que dejaba tirada en el suelo y solucionar problemas de cañerías y demás que pudieran darle motivos de preocupación. Dejé de hacerlo en cuanto comprendí que él comenzó a tener miedo, confesándole a un amigo cercano que había hecho en Londres, que sentía aún mi presencia en su casa, ayudándolo y cuidándolo, como una sombra que él no podía ver pero que sabía que estaba allí.

Eso, me conmovió profundamente, por lo cual decidí dejar descansar mi memoria, y dejar de interferir en la vida de Charlie. Además, si quería realmente protegerlo, no debía permitir que los demás vampiros supieran de él ni de su nueva ubicación.

Supe que Jacob. había cumplido su promesa: que los Quileutes, finalmente habían logrado atrapar a Victoria y que habían acabado con su vida, lo cual hacía que ya no tuviera enemigos poderosos de los que cuidarme si regresaba a Forks. Aunque claramente, ahora Victoria no hubiera representado un problema para mí. Ahora, hubiera querido encontrarme a Victoria cara a cara, sabiendo que al final le ganaría la partida.

Una vez más, como cada mañana antes de esa, mi amo Aro, ingresaba al recinto principal, para trabajar en la nueva estrategia de ataque, ya que se rumoreaba que uno de los clanes de la zona baja de Estonia, se había sublevado, causando pánico y descontrol entre los humanos.

-Mi querida Isabella, qué alegría verte -dijo Aro, mientras besaba mi frente. Hoy traigo noticias, grandes noticias para todos nosotros.

-Habla de una vez, hermano. No nos dejes en esta espera -añadió Caius.

-Esta mañana, ha llegado al palacio esta invitación. Léela en voz alta, Isabella -me pidió, extendiendo la carta de invitación hacia mi mano:

 Léela en voz alta, Isabella -me pidió, extendiendo la carta de invitación hacia mi mano:

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Isabella VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora