CAPITULO 6

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Miedo e incertidumbre me consumían. Aunque los días junto a Giyu eran reconfortantes y llenos de amor, mis noches se habían convertido en un infierno de pesadillas. Los sueños que antes eran placenteros y llenos de recuerdos felices con Giyu, ahora se habían transformado en visiones aterradoras que me arrancaban la piel y me hacían sentir que estaba sangrando por dentro.

En mis sueños, veía a mi hermana Kanae muriendo en mis brazos, su rostro pálido y sus ojos cerrados. Yo lloraba desesperadamente, gritando por ayuda, pero mi voz se perdía en el vacío. La sensación de impotencia y desesperación era abrumadora.

— ¡Ayuda! — gritaba, despertando sobresaltada en medio de la noche, con el corazón latiendo a toda velocidad y la respiración entrecortada.

La oscuridad de mi habitación era palpable, una entidad viva que me envolvía y me ahogaba. Me senté en el frío suelo, doblé mis rodillas y las abracé con fuerza, tratando de encontrar consuelo en mi propio abrazo. La soledad y el miedo me rodeaban, como si fueran dos entidades tangibles que me oprimían.

— No, no es verdad... — murmuré, repitiendo la frase como un mantra, tratando de convencerme a mí misma de que la pesadilla había sido solo eso, una pesadilla. — Mi hermana está viva... — insistí, pero la duda se colaba en mi mente como un susurro venenoso.

Mi respiración era entrecortada, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. La imagen de Kanae muriendo en mis brazos seguía grabada en mi mente, y no podía sacudirla. Me sentía atrapada en una noche eterna, sin escapatoria.

De repente, escuché un sonido suave en la puerta. Me levanté lentamente, mi cuerpo rígido por la tensión. La puerta se abrió, y kanae entró en la habitación, su rostro iluminado solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana.

— Shinobu, ¿estás bien? — preguntó, su voz baja y preocupada.

Me sentí vulnerable, expuesta en mi debilidad. Pero kanae se acercó a mí, me abrazó y me sostuvo en su calor. Su presencia fue como un bálsamo para mi alma, y poco a poco, comencé a sentirme más segura.

— No es verdad, ¿verdad? — le pregunté, mi voz apenas audible. — Mi hermana está viva...

Kanae me miró a los ojos, su expresión seria y calmada.

¡Entendido! Gracias por la corrección.

— Sí, Shinobu. Tu hermana está viva. Está bien — . Su respuesta fue como un anchor para mí, y me aferré a ella con desesperación. Pero la duda seguía allí, acechando en las sombras, esperando a que volviera a surgir.

Kanae se sentó a mi lado en la cama, abrazándome con suavidad. Me sentí como una niña pequeña, necesitando protección y consuelo. A pesar de mis diecisiete años, en ese momento, me sentía vulnerable y asustada.

— No te preocupes, Shinobu — dijo Kanae, su voz suave y tranquilizadora. — Estoy aquí para ti. No dejaré que nada malo te pase.

Me aferré a su mano, buscando seguridad en su tacto. Mi hermana siempre había sido mi refugio, mi protectora.

— Gracias, Kanae — murmuré, mi voz apenas audible.

Kanae me miró a los ojos, su expresión llena de compasión.

— ¿Qué pasó, Shinobu? ¿Qué te asustó tanto?

Me sentí un poco más tranquila con su presencia, pero la ansiedad seguía latente en mi interior. Sabía que debía contarle sobre la pesadilla, pero no sabía por dónde empezar.

— Fue solo una pesadilla — dije finalmente, tratando de restar importancia.

Kanae me miró con escepticismo.

EL CHICO DE LOS OJOS AZULES [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora