El Espectáculo de los Condenados de 1904

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Era 1904, una época en la que los circos y los espectáculos de fenómenos extraños se encontraban en su auge. Los "freak shows" recorrían las ciudades más pequeñas y grandes, trayendo consigo criaturas y personas con habilidades inusuales, deformidades y rarezas que asombraban, fascinaban y aterrorizaban a las multitudes. Las calles se llenaban de carteles vibrantes que anunciaban lo imposible: hombres con múltiples extremidades, mujeres con barbas, monstruos humanos y criaturas que desafiaban toda lógica. Los espectáculos de circo eran una mezcla de maravilla y horror, y todo se mezclaba en una atmósfera en la que lo macabro y lo asombroso se entrelazaban.

La ciudad de Glenwood no fue la excepción. En la primavera de 1904, un circo ambulante conocido como El Circo de las Sombras llegó al pueblo. Nadie sabía mucho sobre él, pero los rumores comenzaron a extenderse rápidamente. Los carteles eran impresionantes: mostraban a hombres con cuerpos deformados, gigantes con múltiples cabezas, criaturas encadenadas, y otros espectáculos que no podían explicarse por la ciencia de la época.

En una noche lluviosa y fría, los habitantes de Glenwood se reunieron en el campo donde el circo había montado su carpa. La atmósfera era densa, la humedad del aire se sentía pesada, y una niebla espesa comenzaba a envolver la ciudad a medida que caía la noche. Las luces de gas parpadeaban con debilidad, y un escalofrío recorrió la columna de los más escépticos.

El espectáculo comenzó con una fanfarria. Un hombre alto, de piel pálida y ojos tan oscuros como la medianoche, vestido con un traje de terciopelo rojo y negro, se presentó ante el público. Su voz grave y resonante habló con una autoridad que desconcertaba, como si sus palabras estuvieran impregnadas de algo más allá de lo humano.

-Bienvenidos al Circo de las Sombras, el lugar donde los límites de la realidad se disuelven, y lo que está más allá de la razón se convierte en espectáculo. Hoy, los invito a contemplar lo imposible... lo prohibido.

La gente estaba fascinada. El ambiente era tan extraño, tan seductoramente oscuro, que casi nadie se atrevió a cuestionar lo que sucedía. Las luces titilaban, y la música provenía de una orquesta que no se veía, creando una atmósfera como de pesadilla.

Primero, se presentó a una mujer conocida como "La Serpiente", una mujer de aspecto majestuoso, con una cintura tan delgada que parecía estar doblada por la mitad. Su piel era tan blanca que parecía pálida como la luna. Se enrolló alrededor de un poste, sus movimientos eran tan fluidos y seductores que la multitud quedó hipnotizada. Algunos murmuraban que tenía poderes místicos, que podía controlar a las serpientes solo con la mirada.

Luego fue el turno de "El Hombre del Relámpago", un hombre con una melena electrificada que chisporroteaba como si estuviera conectado a una tormenta. Su cuerpo era delgado pero musculoso, y su piel tenía un brillo metálico, como si estuviera cubierto por una capa de electricidad pura. Cuando levantó los brazos, se pudo ver cómo las corrientes de electricidad pasaban por su piel, chisporroteando y quemando el aire a su alrededor. La gente aplaudió con entusiasmo, pero algunos empezaron a preguntarse si lo que veían era real o si simplemente estaban siendo engañados por trucos de ilusionista.

Sin embargo, el espectáculo realmente comenzó cuando el maestro de ceremonias presentó al "Hombre de la Caja", una figura envuelta en sombras que estaba sentada en una caja de cristal, observando al público con ojos inyectados de sangre y un rostro que parecía más una máscara que una cara humana. Nadie sabía mucho sobre él. Nadie se atrevió a acercarse demasiado, y las historias sobre él comenzaban a volverse leyendas en la ciudad. Algunos decían que había sido un hombre normal, un trabajador de circo que había hecho un pacto con una entidad desconocida en un intento de ganar la fama. Otros decían que su cuerpo había sido alterado por algo mucho más oscuro y maldito.

El maestro de ceremonias sonrió ampliamente, su rostro iluminado solo por la luz de las lámparas de aceite que colgaban del techo.

-Y ahora, damas y caballeros... prepárense para lo que nunca han visto. El hombre que desafía la muerte misma. El hombre cuyo cuerpo es el vehículo de las sombras... El Hombre de la Caja.

La caja se abrió lentamente con un crujido ensordecedor. Un viento helado emergió de su interior, y el aire se volvió pesado, como si algo muy antiguo hubiera despertado. La figura del hombre, con el rostro demacrado y los ojos completamente negros, se levantó de la caja. Su cuerpo estaba cubierto por vendajes rotos y costuras visibles que parecían haber sido hechas con hilos de plata, pero no había nada humano en su caminar. La figura parecía deslizarse más que caminar, y cada paso dejaba un rastro de oscuridad como si la sombra misma lo siguiera.

La multitud enmudeció. El hombre de la caja levantó los brazos hacia el cielo, y el ambiente se tensó. De repente, la oscuridad de la carpa pareció envolverlos, como si las sombras se alargaran y se tragaran la luz. El aire se volvió denso, y el suelo comenzó a temblar, como si la tierra misma respondiera al llamado del hombre.

-¡El pacto ha sido cumplido! gritó el hombre con una voz que resonó en la mente de cada persona, como un susurro que provenía de un lugar profundo y lejano. Nadie podía moverse, nadie podía gritar. Los ojos de la figura brillaban con una intensidad sobrenatural, y las sombras comenzaron a tomar forma.

Los espectadores se dieron cuenta de que lo que había sucedido no era parte del espectáculo.La carpa de circo había quedado atrapada en una dimensión paralela, donde las sombras no solo formaban figuras, sino que eran reales. Extrañas criaturas, medio humanas, medio monstruosas, comenzaron a salir de la oscuridad, rodeando a la audiencia, sus ojos brillando como carbones encendidos.

El hombre de la caja, ahora despojado de cualquier resto de humanidad, levantó una mano y, con un movimiento lento, hizo que las sombras se apoderaran de la carpa. Los seres que surgieron de la oscuridad comenzaron a arrastrar a los espectadores, uno por uno, hacia la luz opaca de la caja.

Algunos intentaron escapar, pero las sombras se movían con una velocidad inhumana, cayendo sobre ellos como la niebla, arrastrándolos hacia el vacío. Sus gritos de terror se ahogaron, y en la confusión, todo lo que quedaba eran cuerpos vacíos, despojados de sus almas.

Cuando la policía de Glenwood llegó al día siguiente, el circo ya se había ido, como si nunca hubiera existido. No había rastros de la carpa, ni de las criaturas. Solo quedaba el suelo, cubierto de cenizas, y algunos objetos extraños, como máscaras rotas y fragmentos de cuerpos humanos que se desvanecían al tocarlos.

La gente del pueblo jamás volvió a hablar del Circo de las Sombras, pero las historias sobre él nunca dejaron de circular. Algunos decían que el hombre de la caja seguía caminando entre las sombras, esperando atraer a nuevas víctimas. Otros aseguraban que, de vez en cuando, se escuchaban risas extrañas en la oscuridad de la noche, como si las criaturas de ese espectáculo maldito estuvieran al acecho, esperando a encontrar nuevos incautos dispuestos a adentrarse en lo desconocido.

Pequeñas PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora