Capítulo 4. "Rosa chillón y un nuevo amigo"

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Intento que mi rodilla no se doble mientras me pongo de pie y siento mi pierna que se ha quedado dormida. Intento no hacer una mueca mientras doy un paso y me obligo a recargarme en el respaldo del asiento frente al que era el mío. 

Genial, no sentía la pierna pero al momento de caminar  me daban unas incontrolables ganas de reír, ¿Cómo rayos voy a caminar sin estallar de la risa o del dolor? Era de eses momento en los que mueves la piernas y no sabes si reír o llorar.

Intento salir al pasillo del avión y comienzo a caminar como si mi pierna no se hubiera dormido.  Una vez que comienzo a caminar casi arrastrando la pierna, me pongo  la mochila en la espalda y sigo con el duro camino. Las aeromosas me sonríen y yo hago lo mismo, aunque apuesto lo que sea que mi sonrisa lucia como una mueca.  Salgo del avión y comienzo a dejar de sentir cosquillas y dolor en la pierna, pero comienzo a sentir el estómago revuelto y las manos me comienzan a sudar. ¿Ahora que iba a hacer? ¿Cómo me iba a ir a la universidad? ¿En taxi o alguien vendría por mí? 

Sigo caminando y meto las manos en los bolsillos de la chamarra, como si eso ayudara a ponerme menos nerviosa.

Después de caminar unos pocos minutos, salgo de las pequeñas salas de espera y llego a la parte en la que descargan todo el equipaje por unas bandas corredizas. Apresuro un poco mi paso y me voy a las bandas donde se supone que mis maletas van aparecer. 

Veo una gran variedad de maletas, y  comienzo a preocuparme por si la mía va a aparecer. Pasa frente a mi una maleta negra y la miro para saber si es mía, ya que se parece mucho a la mía pero por desgracia no lo es. A lo lejos, veo otra maleta negra y estoy segura que es mía, ya tiene la mancha roja que identifica la maleta de mamá con la mía. Y para mi suerte, ya no estaba tan lejos.

Dejo de mirarla cuando pasa frente a mi una maleta tan rosa, que quizá si la miro mucho tiempo podría quedarme ciega.

—¡Al fin!— Alguien chilla en mi espalda.— pensé que nunca llegarías.

Volteo a mi izquierda para una chica de cabello miel con unos short y una playera holgada pero escotada y unos lentes colgado justo en el escote, provocando que varias personas miren su provocativo sostén negro con encaje. Incluso yo me quedo embobada viendo lo grande que son. 

Deja de mirarle los pechos y preocúpate por la maleta.

Intento buscar la maleta donde la vi la última vez y me sorprendo al no verla. Genial, la había perdido  por andar viendo otra cosa. Me cruzo de brazos y bufo por lo bajo mientras intento ignorar a la chica alado mío e intento poner atención a las maletas que aparecen. A mi lado, escucho una sonrisa burlona, de esas que no hacen ruido pero se escucha como expulsan aire. De reojo, veo a un chico a lado mío con una sonrisa ladeada y los brazos cruzados. Es más alto que yo y al parecer tiene los ojos azules, su cabello es castaño claro y está un poco largo, peinado con un flequillo.

...las maletas...

Quito la vista de él y sigo mirando las maletas, esperando que alguna de mis tres maletas aparezca. Después de algunos segundos, casi como si la hubiera invocado, veo que una maleta aparece. Sonrío internamente mientras mientras espero que pase junto a mí y la jalo de donde puedo, para ponerla a mis pies y esperar las demás maletas. 

De reojo miro a la chica que comienza a arreglarse el cabello como si estuviera promocionando algo en televisión, después, saca un pequeño espejo de la bolsa que cuelga de su brazo y  comienza a aplicarse brillo labial.  Miro de reojo al chico alado mío y noto que tiene semblante serio y sólo está atento a que lleguen sus maletas. 

Por suerte, cuando bajo la vista para buscar las maletas, pasa una justa frente de mi e inmediatamente la jalo. Genial, sólo una y me puedo ir a donde quiera que tenga que ir. 

Acepta que nos hemos enamorado. ¡Disponible en todas las librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora